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viernes, 5 de abril de 2024

LOS NIÑOS EN EL DANZÓN

 Por Luis Pérez “Simpson”

Extracto del Boletín Danzón Club No. 158 (Abril, 2023)

Antes de abordar este tema, deseo precisar lo siguiente: cuando aparezcan las palabras “niño o niños”, me refiero tanto a niños como a niñas, esto, a fin de no ser tan repetitivo, por lo que espero su amable comprensión y tolerancia, sobre todo de los “apóstoles” del lenguaje inclusivo.

También, en este escrito solo me referiré únicamente al entorno de México.

Comencemos:

El tema sobre “los niños en el danzón” ha sido muy escasamente tratado en los libros sobre la historia del danzón en México, pero, no podemos negar que es un fenómeno que se manifiesta en la actualidad y que ha originado diversas opiniones e incluso polémicas; sin embargo, el propósito de estas líneas es ofrecer una invitación a la reflexión.

No cabe duda que al observar a un grupo de niños bailando una rutina con música de danzón nos asalte una dulce emoción y, no podemos negar que es algo realmente conmovedor encontrarnos con estos grupos de pequeñines (de entre 6 y 12 años) realizando los pasos básicos del “danzón coreográfico-académico” al que tanto estamos acostumbrados hoy en día.

Para hablar sobre “niños en el danzón”, vale la pena citar al grupo “pionero” de niños llamado “Tres generaciones”, fundado en el Puerto de Veracruz en marzo de 1989 y excelentemente dirigido por la profesora Rosa Abdalá. Este grupo de niños además de su constante aprendizaje, realizó giras a varios lugares de la república mexicana difundiendo el danzón “grupal-coreográfico”, obviamente esta loable labor tiene su gran mérito y, sin temor a equivocarme, no ha habido en México una escuela de danzón para niños con tanto impacto, disciplina y participación.

Actualmente en la república mexicana hay varios grupos de niños que realizan rutinas de danzón y, esto, me hace recordar mi etapa estudiantil en la escuela primaria, donde año tras año para celebrar el fin de curso, cada grupo debía montaba un bailable (ahora les llaman rutinas o coreografías), mismas que ensayábamos desde un mes antes todos los días, nada diferente a las “coreografías grupales” que vemos hoy en las famosas “Muestras Nacionales de Danzón”, que no son otra cosa que una copia actualizada de aquellas representaciones infantiles o, también de las rutinas de bailes para quinceañeras.

Aunque, no soy partidario de la “coreografías grupales de danzón”, aprovecho este dulce recuerdo para dar su merecido crédito a los profesores que con mucha paciencia y dedicación logran montar una coreografía de danzón con niños, sobre todo ahora en la era cibernética, misma que, desgraciadamente los aleja ostensiblemente de otro tipo de entretenimientos más sanos como el baile.

Otro fenómeno que resulta muy “conmovedor” o “impactante”, es cuando en algún evento de danzón nos encontramos a un “niño danzonero” disfrazado de “pachuco”, evidentemente acaparando los reflectores y, por supuesto, no faltan las señoras que aprovechan la ocasión para tomarse una foto, algunas con más audacia publicitaria hasta se prestan para bailar algunos compases de danzón, ¡vaya escenita!

Sin embargo, no todo sobre “los niños en el danzón” corresponde a un ambiente azucarado, hay otras vertientes que envuelven a este fenómeno infantil y, aquí precisamente surge una pregunta radical y desafiante:

¿El baile de danzón es para niños?

Bueno, de acuerdo a la “ortodoxia” del danzón y, considerando su propósito original en la mente de uno de sus creadores, el músico matancero, Miguel D. Failde Pérez, quién con su genialidad diseñó la estructura musical del danzón con sus indispensables estribillos “antichaperonas”, especialmente para los jóvenes “en edad de la punzada” donde este baile de salón fuera el “perfecto alcahuete” para cortejar (sin obstáculos) a la damita, “ya en edad de merecer” como dijeran nuestras abuelitas, bisabuelitas y tatarabuelitas.

Como verán, en el baile de danzón ya aparece la sensualidad, el erotismo, la coquetería, “lo cachondo”, “el ligue”, etc., claro, que estos sentimientos afortunadamente no los tienen los niños, por eso son niños, bueno, no podemos negar que existen “niños precoces”, pero, para fortuna de la niñez, son una minoría y, francamente, no creo que les interese bailar danzón con infantes normales.

Bajo esta óptica se puede afirmar que el auténtico baile de danzón (baile de salón por excelencia, no de teatro) no es propio para niños, aunque lo maticen transformándolo en un bailable o rutinita muy oportuna y “melosa”.

Hay que aceptar que existen pocas parejas de niños que lo bailan muy bien, incluso han participado en “concursos de danzón” para infantes, claro, tomando en cuenta que esas “parejas fijas” lo han practicado por cierto tiempo ya sea teniendo de maestros a sus papás que obviamente o, son profesores de danzón o, férreos aficionados de este ritmo, sin embargo, volvamos a la realidad, su campo de acción es reducido, por ejemplo, los niños no pueden entrar a los salones de baile, claro, hay muy contadas excepciones donde los encargados de dichos antros se hacen de la vista gorda y, pregunto, ¿Qué hace un niño en un ambiente saturado de adultos mayores?

Por supuesto que, en contadas ocasiones, sí he llegado a ver en algunos salones de baile de la CDMX la presencia de niños, pero no bailando en la pista, solamente recuerdo haber visto a un niño con su mamá tratando inútilmente de bailar danzón en medio de la pista y, claro, estorbando a otras parejas de bailadores y poniendo en riesgo al niño a que lo pisen, empujen o, le propinen un involuntario “abanicazo en el coco” ¡pero, qué necesidad!

Vuelvo a insistir, los niños en este ambiente tienen su campo de acción muy reducido, como ejemplos tenemos su participación grupal en algunas “Muestras Nacionales de Danzón”, ya sea en un grupo de niños o, dentro de un grupo de adultos, así como en algunos bailes particulares (de esos que les encantan a los promotores emergentes) y, en las plazas públicas; en todos estos casos, obviamente siempre bajo la vigilancia y ordenanza de sus padres o tutores, es decir, no se pueden desenvolver por ellos mismos y con casi nulas las opciones para bailar lo que es el danzón en su verdadera dimensión.

Sería interesante saber ¿qué significa el danzón para estos pequeñines?, no dudo que nos aporten algo interesante, el problema es encontrar a alguien con la suficiente destreza y experiencia en niños para poder entrevistarlos de una manera digna y profesional.

Otro punto a destacar es el hecho de que a pesar de la inmensa población infantil en nuestro territorio, hay pocas escuelas de baile para niños y, generalmente enseñan otros ritmos generalmente más revolucionados como la salsa, también encontramos escuelas de ballet clásico o contemporáneo, en otras enseñan las danzas tradicionales, algunas hasta flamenco, pero no el danzón ¿a qué se deberá?, ¿será que el danzón no representa un jugoso nicho de mercado para estas escuelas?, o ¿el danzón no les atrae a los niños o, mejor dicho a los papás de los niños? Las preguntas quedan en el aire.

Otra vertiente que no podemos descartar es el valioso acervo testimonial que nos ofrece el cine mexicano (sobre todo la época del cine de oro), justamente aquellas donde se filmaron escenas de danzón, ahí, podemos evidenciar la ausencia de niños y, es obvio, ya que, en su mayoría dichas escenas fueron tomadas en cabarets o salones de baile, que con sobrada razón no se les permitía entrar. Fue hasta 1991 en la película Danzón de la cineasta María Novaro, donde aparece (en un segundo plano y “con calzador”) un grupo de niños (bailando en la parte trasera de un restaurante familiar en Veracruz) una rutina para el danzón “Teléfono a Larga Distancia”. Se dice que este grupo de niños era justamente el “Tres Generaciones” dirigido por la profesora Rosa Abdalá.

Por otro lado, deambula en el ambiente del danzón una idea muy frecuente que al parecer cabe más en el terreno de lo emocional que en el de lo práctico y, que tiene relación directa a los grupos de niños que bailan coreografías de danzón, donde no pocas personas e incluso “expertos” de aquellos que no faltan en foros sobre el danzón, han dicho con “plena seguridad” que “estos niños son el futuro del danzón”, concepto que es empíricamente erróneo, ¿por qué?

Veamos, los “niños danzoneros” de entre 6 y 12 años al llegar a la adolescencia obviamente optarán por bailar los ritmos que estén de moda en su entorno juvenil, el danzón quedó para ellos como un recuerdo, como uno de tantos episodios de su infancia, además ya sabemos que, entre los jóvenes, el danzón lo ven como un ritmo muy pasado de moda, o mejor dicho que es un “baile de viejitos” y para los “viejitos”, conceptos que por más que queramos, no se los podemos negar; para ellos una persona de más de 40 años ya la consideran “betabel”.

Si realmente esos grupos coreográficos de “niños danzoneros” fueran (hipotéticamente hablando) el futuro del danzón, entonces, habría en nuestro país muchas escuelas de danzón para niños, más que las establecidas donde sus alumnos son en su gran mayoría adultos.

Basta con dar una mirada a los salones de baile, las plazas públicas, las academias de baile e incluso a las dichosas “Muestras de Danzón” para darnos cuenta que realmente el futuro del danzón no son los niños, sino las personas maduras y de la tercera edad que en la mayoría nunca practicaron en su niñez o adolescencia el baile de danzón, gran parte de estos adultos mayores incursionan en el danzón por prescripción médica, ya que es un “ritmo lento y cadencioso” que no les fatiga el corazón y, son indiscutiblemente este sector de adultos mayores los que indiscutiblemente sostienen actualmente al danzón en México, ¿lo dudan?

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