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Su amigo, Ing. Javier Rivera (Danzonero X), les da una cordial bienvenida a este nuevo espacio alternativo donde pondré el historial de documentos, textos y materiales relacionados con el danzón y sus circunstancias. Cualquier aportación será bien recibida.

jueves, 11 de abril de 2024

LOS ESPACIOS PÚBLICOS Y EL DANZÓN

 Por Alejandro Cornejo Mérida

 Extracto del Boletín Danzón Club No. 34 (Diciembre, 2012)

      El esparcimiento, la recreación, los contactos entre personas que interactúan, la diversión a través de diversos juegos, la creatividad y la forma en que se identifican unos con otros, tienen  como punto de reunión los espacios públicos que son de todos los ciudadanos y de nadie en especial. Estos lugares son de uso común, y no sólo lo utilizan los adultos sino también los adolescentes y niños, es un ámbito idóneo para difundir los distintos matices de la cultura mexicana incluyendo la lúdica y agraciada cultura del Danzón. Los espacios públicos existen tanto en las grandes ciudades como en los pequeños pueblos y la función fundamental que tienen es la de solucionar necesidades colectivas, es por ello que los gobiernos tienen obligación de darles mantenimiento y evitar todo tipo de contaminación desde anuncios espectaculares hasta basura y ruidos estridentes; también es un deber de las autoridades evitar que esos espacios de esparcimiento se conviertan en recintos o albergues de indigentes viciosos y drogadictos que impiden que esos lugares públicos cumplan la función para lo cual fueron creados.

En la Ciudad de México igual que en otras grandes ciudades de la República existen zócalos, parques, alamedas, plazas y jardines que son espacios públicos en los que la gente siempre se reúne, de preferencia los fines de semana, para divertirse e inclusive para realizar actos de comercio consistente en venta de antojitos, golosinas y alquiler de cochecitos y triciclos para los niños. Estos lugares son tan importantes para la vida colectiva que al planear o diseñar las ciudades, los urbanistas no omiten reservar y destinar bellos espacios públicos que ayuden a la población a promover sus tradiciones, juegos y la cultura del baile, además de ejercitarse y recrearse para mejorar su calidad de vida. Resulta obvio considerar que correlativamente a la obligación de las autoridades de mantener esos lugares en óptimas condiciones, los usuarios debemos actuar con responsabilidad procurando que las actividades que se realicen ahí no perjudiquen a la sociedad ni atenten contra de la sana convivencia, la tranquilidad, la ética, la moral y las buenas costumbres. Para regular el buen trato y las sanas relaciones, algunos municipios tienen sus Reglamentos de Policías y Buen Gobierno; en la Ciudad de México contamos con la Ley de Justicia Cívica que lamentablemente las autoridades no siempre la aplican a las personas que la infligen en los espacios públicos. Resulta lamentable que en algunas ágoras acuda la gente con miedo o temor debido a que están desprotegidas y habitadas por alcohólicos y personas irrespetuosas.  Es claro que estos lugares nos pertenecen a todos y nadie tiene el derecho de apropiárselos y considerarlos exclusivos de manera permanente, por ello, por disposición de la ley están fuera del comercio, son bienes irreductibles a propiedad privada y su dominio corresponden al Poder Público a que pertenecen ya sea la Federación, el Distrito Federal, Estados o Municipios. Estos bienes inmuebles están destinados al servicio público y por ello son inalienables e imprescriptibles y deben estar  aprovechados sólo por los habitantes del lugar.

En los últimos años, el Danzón como género musical, se ha extendido en nuestro país y ha sido motivo de alegre  convivencia, esparcimiento, de frenesí, ensoñación, de esperanza, de bellos idilios y romances que reviven alegremente los corazones consumidos por el desdén, el desamor o la indiferencia. ¡Qué hermoso! ¡Qué fortuna para nosotros los amantes del danzón que tengamos esos espacios para divertirnos sanamente y poder empaparnos de las buenas vibras de alegría que nos trasmite la gozosa pareja y la melodía surgida de los timbales, el güiro, los violines y los metales! Es agradable ver cómo en esos lugares acuden personas de diferentes edades y clases sociales a disfrutar el ritmo cadencioso y cautivador que ha hechizado y fascinado a muchas generaciones de mexicanos. También es placentero ver como las gentiles damas, elegantes, pulcras, luciendo sus mejores atuendos y aromatizando el ambiente con sus fragancias femeninas, arriban al conocido Santuario del Danzón, como lo es la Ciudadela, donde seguramente algún amable caballero, distinguido y  escrupulosamente vestido, espera su llegada para dan inicio al disfrute de las sublimes melodías y hermosos montunos de afamados danzones que habrán de escuchar y que les hará vibrar los filamentos más sensibles del corazón.

En esos lugares, la diversión no tiene precio, a menos que nos acerquemos a algunos de los instructores que dan clases del bendito ritmo, pues a ellos se les retribuye sus enseñanzas con una pequeña paga.

 

En la ciudad de México existen muchas plazas públicas donde se enseña el Majestuoso Danzón, pero la más importante de todas es la Ciudadela, conocida como la Plaza del Danzón; allí existen talleres de este ritmo en sus diferentes niveles: principiantes, intermedios y avanzados. Lo atractivo de este lugar es que no sólo se enseña el ritmo mencionado, sino también Son cubano, Salsa, Mambo, Cumbia, etc. Sin duda, el ritmo que más se disfruta y que más vemos bailar, el que más seduce y fascina es el siempre bellísimo Danzón.

En el paradisíaco mundo del Danzón, como en todos los centros de diversión no todo es dulzura, alegría y bienestar, también existen en esos campos situaciones desastrosas, tristes y nefastas en las que con aflicción y angustia vemos cómo surgen envidias, equivocados entendidos, egoísmos, mala fe, animadversión y descalificaciones entre bailadores e instructores. De estos últimos hemos sabido, y nos causa mucha pena, cómo se han creado grupos de poder, donde algunos creyéndose dueños de los espacios públicos o con un falso sentido de autoridad, a toda costa tratan de impedir que otros instructores ocupen parte de esos lugares para poder también enseñar a los no saber bailar Danzón. Esto es preocupante, porque lejos de solidarizarse con el Danzón y robustecer a la familia danzonera la debilitan. Es bien claro que con esas actitudes egoístas, se impide el ejercicio del derecho de poder usar libremente un lugar común que, como dije antes, es de todos pero de nadie en especial. Acciones como las señaladas frenan el desarrollo de la enseñanza del bienaventurado ritmo; además, desmotivan y dañan emocionalmente a las personas que desinteresadamente acuden a esos lugares para trasmitir los conocimientos que ha recibidos de otros; a ellos se les admira porque están decididos a dedicar parte de su  tiempo a un trabajo que mucho puede ayudar a la preservación y difusión de la cultura del baile fino; ese baile elegante que goza de la bendición y la virtud que tienen la sonrisa y la alegría, ingredientes del ser humano que en él  nunca morirán.

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