Por Alejandro Cornejo Mérida
Extracto del Boletín Danzón Club No. 34 (Diciembre, 2012)
El esparcimiento, la recreación, los
contactos entre personas que interactúan, la diversión a través de diversos
juegos, la creatividad y la forma en que se identifican unos con otros,
tienen como punto de reunión los
espacios públicos que son de todos los ciudadanos y de nadie en especial. Estos
lugares son de uso común, y no sólo lo utilizan los adultos sino también los
adolescentes y niños, es un ámbito idóneo para difundir los distintos matices
de la cultura mexicana incluyendo la lúdica y agraciada cultura del Danzón. Los
espacios públicos existen tanto en las grandes ciudades como en los pequeños
pueblos y la función fundamental que tienen es la de solucionar necesidades
colectivas, es por ello que los gobiernos tienen obligación de darles
mantenimiento y evitar todo tipo de contaminación desde anuncios espectaculares
hasta basura y ruidos estridentes; también es un deber de las autoridades evitar
que esos espacios de esparcimiento se conviertan en recintos o albergues de
indigentes viciosos y drogadictos que impiden que esos lugares públicos cumplan
la función para lo cual fueron creados.
En la
Ciudad de México igual que en otras grandes ciudades de la República existen
zócalos, parques, alamedas, plazas y jardines que son espacios públicos en los
que la gente siempre se reúne, de preferencia los fines de semana, para
divertirse e inclusive para realizar actos de comercio consistente en venta de
antojitos, golosinas y alquiler de cochecitos y triciclos para los niños. Estos
lugares son tan importantes para la vida colectiva que al planear o diseñar las
ciudades, los urbanistas no omiten reservar y destinar bellos espacios públicos
que ayuden a la población a promover sus tradiciones, juegos y la cultura del
baile, además de ejercitarse y recrearse para mejorar su calidad de vida.
Resulta obvio considerar que correlativamente a la obligación de las
autoridades de mantener esos lugares en óptimas condiciones, los usuarios
debemos actuar con responsabilidad procurando que las actividades que se
realicen ahí no perjudiquen a la sociedad ni atenten contra de la sana
convivencia, la tranquilidad, la ética, la moral y las buenas costumbres. Para
regular el buen trato y las sanas relaciones, algunos municipios tienen sus
Reglamentos de Policías y Buen Gobierno; en la Ciudad de México contamos con la
Ley de Justicia Cívica que lamentablemente las autoridades no siempre la
aplican a las personas que la infligen en los espacios públicos. Resulta
lamentable que en algunas ágoras acuda la gente con miedo o temor debido a que
están desprotegidas y habitadas por alcohólicos y personas irrespetuosas. Es claro que estos lugares nos pertenecen a
todos y nadie tiene el derecho de apropiárselos y considerarlos exclusivos de
manera permanente, por ello, por disposición de la ley están fuera del
comercio, son bienes irreductibles a propiedad privada y su dominio
corresponden al Poder Público a que pertenecen ya sea la Federación, el
Distrito Federal, Estados o Municipios. Estos bienes inmuebles están destinados
al servicio público y por ello son inalienables e imprescriptibles y deben
estar aprovechados sólo por los
habitantes del lugar.
En los
últimos años, el Danzón como género musical, se ha extendido en nuestro país y
ha sido motivo de alegre convivencia,
esparcimiento, de frenesí, ensoñación, de esperanza, de bellos idilios y
romances que reviven alegremente los corazones consumidos por el desdén, el
desamor o la indiferencia. ¡Qué hermoso! ¡Qué fortuna para nosotros los amantes
del danzón que tengamos esos espacios para divertirnos sanamente y poder
empaparnos de las buenas vibras de alegría que nos trasmite la gozosa pareja y
la melodía surgida de los timbales, el güiro, los violines y los metales! Es
agradable ver cómo en esos lugares acuden personas de diferentes edades y
clases sociales a disfrutar el ritmo cadencioso y cautivador que ha hechizado y
fascinado a muchas generaciones de mexicanos. También es placentero ver como
las gentiles damas, elegantes, pulcras, luciendo sus mejores atuendos y
aromatizando el ambiente con sus fragancias femeninas, arriban al conocido
Santuario del Danzón, como lo es la Ciudadela, donde seguramente algún amable
caballero, distinguido y
escrupulosamente vestido, espera su llegada para dan inicio al disfrute
de las sublimes melodías y hermosos montunos de afamados danzones que habrán de
escuchar y que les hará vibrar los filamentos más sensibles del corazón.
En esos
lugares, la diversión no tiene precio, a menos que nos acerquemos a algunos de
los instructores que dan clases del bendito ritmo, pues a ellos se les
retribuye sus enseñanzas con una pequeña paga.
En la
ciudad de México existen muchas plazas públicas donde se enseña el Majestuoso
Danzón, pero la más importante de todas es la Ciudadela, conocida como la Plaza
del Danzón; allí existen talleres de este ritmo en sus diferentes niveles:
principiantes, intermedios y avanzados. Lo atractivo de este lugar es que no
sólo se enseña el ritmo mencionado, sino también Son cubano, Salsa, Mambo,
Cumbia, etc. Sin duda, el ritmo que más se disfruta y que más vemos bailar, el
que más seduce y fascina es el siempre bellísimo Danzón.
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