Por Enrique Guerrero “Aspirante Eterno”
Extracto del Boletín Danzón Club No. 34 (Diciembre, 2012)
MARCO
TEÓRICO
Bandas del Centro, Sur y otras regiones
Existen instrumentos de viento de metal en
el estado de Oaxaca que datan de 1850. El repertorio de las bandas de Morelos,
Guerrero, Oaxaca, Chiapas y Michoacán cubrían gusto, son, piezas y marchas
fúnebres, Danzón, vals, corrido, pasos dobles, marchas, rancheras, y alabanzas
La banda de viento que toca jaranas yucatecas usa los siguientes instrumentos:
clarinete, saxofón tenor, saxofón barítono, trompeta, trombón, timbal, tambor
redoblante, bombo, platillos, güiro. La banda de viento oaxaqueña utiliza gran
cantidad de saxofones y clarinetes, menor cantidad de trompetas y trombones de
vara, y el bombo y los platillos se tocan aparte. Una de las bandas más
antiguas registradas en México es la Banda Tlayacapan
del estado de Morelos que fue fundada aproximadamente en 1870, siendo una de
las primeras en interpretar la danza del Chinelo. El tamborazo zacatecano no
utiliza tuba, siendo la tambora el instrumento que lleva el tono bajo. En
Zacatecas también se toca banda estilo sinaloense.
Para el etnomusicólogo Alfonso Muñoz Güemes, la desaparición
de bandas que se ha dado en esta época, se convierte en la carencia de un
servicio muy importante dentro de una comunidad tradicional, pues este hecho
empobrece el festejo mediante el cual se mide el prestigio de un pueblo. De
acuerdo con los etnomusicólogos José
Antonio Ochoa Cabrera y Muñoz Güemes, la importancia de esas agrupaciones
musicales en las comunidades, sobre todo indígenas, radica en ser un servicio a
las personas cuya tarea es deleitar en los festejos religiosos, familiares y
cívicos para provocar de esa forma la comunión humana, y en algunos casos -los
del ritual- la sobrenatural. En las bodas la banda incita a la
alegría y al baile; en los velorios se cree que el sonido del trombón guía el
alma al reino de los cielos; en la guerra, la música infunde valor y espanta al
enemigo. Además, estas agrupaciones musicales son -explica Muñoz- una forma de
resistencia del México profundo descrito por Guillermo Bonfil Batalla, que adaptó las condiciones y novedades de
la Colonia
para forjar una manifestación propia que ha soportado los embates del
capitalismo, del pretendido desarrollo estabilizador y recientemente de la
globalización. Muñoz señala que rotos los niveles de organización social
prehispánicos por el proceso de colonización, las comunidades encontraron
mecanismos de reintegración en los aspectos económico, productivo, cultural y
religioso. Los pueblos colonizados adaptaron los instrumentos que los europeos
traían consigo, trompetas, clarines, algunos tipos de tambor, violín, arpa y la
guitarra sexta; los tres primeros son básicos en la conformación de una banda,
los otros se adaptaron a los sones jarocho y huasteco- a sus peculiares formas
de expresión. El proceso de evangelización por medio de la música fue uno de
los elementos que arraigó con más fuerza la adaptación de los estilos europeos
al mestizaje y sus expresiones culturales. En palabras de Muñoz, muchas
festividades católicas reflejan o sustituyen buena parte de los rituales y
sacrificios de los aztecas.
De este ímpetu nacieron las llamadas escoletas, lugares en los que se
enseñaba a los niños desde temprana edad a leer la notación musical y
ejecutarla; muchos infantes aprendían primero a leer música antes que textos.
Hoy, muchos músicos no saben leer ni escribir letras, pero son grande alfabetas
musicales. En las escoletas también se realizaban los ensayos y se guardaban
los instrumentos, y era común encontrar en un rincón de las bodegas a Santa
Cecilia, patrona de los músicos. Ochoa Cabrera considera que algunas bandas de
viento han logrado sobrevivir gracias a su estructura interna, en la que
predominan las relaciones de parentesco y compadrazgo mediante las cuales se
hereda la tradición musical. Es frecuente encontrar agrupaciones de ese tipo
integradas por hermanos, primos, ahijados, tíos y compadres. Muchas bandas
locales encontraron cabida en las cantinas y los prostíbulos, donde se
festejaba la vida marginal. Ahí, comenta el etnomusicólogo, es donde se
contagiaron de ritmos cubanos: danzas habaneras y danzones. La organización de
cargos político-religiosos predominantes en las comunidades tradicionales, de
los cuales se deriva la mayordomía que tiene a su cargo la organización de las
festividades, también ha sido factor importante en la preservación de las
bandas. Además, estas agrupaciones cuentan con una mesa directiva cuyo
presidente debe mostrar honradez, buen comportamiento, ser justo y no
ambicioso; saber leer y hacer cuentas, y no ser ebrio ni mujeriego, entre otras
características. Sin embargo, las secuelas de lo que la Revolución no resolvió
se hicieron presentes a mediados del siglo pasado, cuando el descuido del campo
en las políticas de Estado se hizo patente.
(*) Por lo extenso de este importante
trabajo de investigación, se presentará en varios capítulos.
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