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Su amigo, Ing. Javier Rivera (Danzonero X), les da una cordial bienvenida a este nuevo espacio alternativo donde pondré el historial de documentos, textos y materiales relacionados con el danzón y sus circunstancias. Cualquier aportación será bien recibida.

sábado, 6 de abril de 2024

PALABRAS DE AMOR DE UN DANZONERO

 Por Alejandro Cornejo Mérida

Extracto del Boletín Danzón Club No. 169 (Marzo, 2024)

Unos de los momentos hermosos de la vida son aquellos en que los oídos de una dama se dilatan para escuchar las bellas palabras de amor de su enamorado. Cuando la expresión de afecto transformado en ternura toca las puertas del corazón femenino, ellas reflexionan y analizan el mensaje; meditan y reaccionan un tanto desconfiadas, pues no siempre creen en las promesas y en todo lo agradable que les dicen sus pretendientes; y dudan más cuando las palabras de amor provienen de un caballero que gran parte de su vida, y por muchos años, la ha dedicado al baile de danzón. Las Dulcineas del baile paradisíaco lo saben bien porque han visto que algunos de esos elegantes señores, por su condición de danzoneros y por andar de fiesta en fiesta, son conocidos por sus largas y variadas historias de amor que han tenido en la alegre comunidad en que vive inmersa la diversión. Ellas lo dicen: “Si pretendemos una relación sentimental seria, respetuosa y duradera, ellos no son dignos de fiar”. Y es tanta su desconfianza que con frecuencia escuchamos que manifiestan: “Por muy hermoso que nos hablen, por muy amorosas y románticas que sean sus palabras no les creemos nada” A pesar de lo expresado, algunas se dejan cautivar y es así como en el mundo del danzón observamos el nacimiento de amores frívolos, relaciones sentimentales superficiales y por ello muy especiales.

Es cierto que cada quien es libre de actuar como mejor le parezca y se debe respetar toda decisión personal; sin embargo, nuestras observaciones nos dan testimonios concretos, de que las relaciones “amorosas” nacidas de la atracción física o por un erotismo irracional, en cualquier momento puede terminar por ser una conexión engañosa fincada solamente en la diversión y el deseo sexual, pues desear físicamente a una persona no significa que en verdad se le ame; y cuando esto ocurre es porque no se han dado los elementos necesario que hacen florecer el verdadero amor, como lo son la convivencia, la constancia, el respeto, el compromiso y la voluntad constante de apoyarse mutuamente. Refiriéndose al amor, Erich Fromm señala en su valiosa obra El arte de amar que los elementos básicos de ese sentimiento “son: cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento”. Nosotros pensamos que cuando se da esa reciprocidad, la experiencia es clara y aprendemos que la dicha y la satisfacción de uno se encuentran en la felicidad que disfruta el otro.

Los enamoramientos transitorios no hacen raíz por eso son romances efímeros; cuando terminan empiezan otros casi siempre con las mismas características, una dama del baile con otro “honorable del danzón”. Se dice que todo esto sucede porque el danzón es un ritmo alcahuete que da placer pero que también destruye el idilio de parejas cuyo “amor” engañoso creyeron consolidado. Lo cierto, hay que aceptarlo, es que muchas veces, tanto el varón como la mujer, son inmaduros para sostener una relación sentimental fincada en el la fidelidad, la confianza y el respeto mutuo.

Puede ser también que, las personas irrespetuosas e indiferentes al sufrimiento y al daño que puedan causar a otros, se aprovechan del danzón y lo hacen su cómplice para tener más aventuras amorosas. El delicioso baile acerca a las personas y, sin que reflexionen sobre lo realmente desean, algunas de ellas, a través del ritmo paradisíaco se cautivan, se “enamoran” no de las virtudes internas, de los sentimientos, o de los valores morales sino de lo externo, de la proyección física o sólo porque se acoplan en la diversión, bailan bien o “bonito”, dicen algunos, o porque se identifican como buenos bailadores o quizá porque necesiten llenar un espacio de soledad que sufren sus corazones vacíos de amor. Cuando esto ocurre pronto llega el desencanto, pues la supuesta relación que se creía nacida del cariño y la ternura, se desinfla por no existir la química que se requiere para que el apego y el afecto perduren.

El rompimiento de la vivencia sentimental de las parejas casi siempre se origina por la infidelidad de uno de ellos, con más frecuencia propiciada por el varón que con el anzuelo de buen bailador embauca y arponea a una que otra ilusa apasionada del ritmo. Esta circunstancia incita a que el conquistador recurra a la mentira, pues con ella pretende encubrir la deslealtad. En estos casos, las palabras de amor del danzonero se devalúan y no siempre son aceptadas. Las Dulcineas, algunas veces, detectan el amor simulado y lo rechazan abiertamente. ¿Pero qué ocurre cuando el pretendiente actúa de buena fe, es atento y respetuoso, ama con honestidad, confía en la dama, le es leal y sincero? ¿Merece ser medido con la misma vara con que se trata al ingrato? La dama pretendida tendrá que despojarse de la soberbia y del orgullo; cubrirse de ternura y con acrisolada honradez, tendrá que analizar, observar y con su sexto sentido interpretar los sentimientos de su cortejador y decidir. Con este acto inteligente podrá valorar el amor franco y veraz que le ofrecen y no cometer el error de tratar con igual desconfianza al honesto que al pérfido felón que sólo busca lucirse en el baile y satisfacer su desmesurado ego casi siempre movido por un irreflexivo erotismo.

Así como existen los días luminosos y las noches oscuras, en el mundo del danzón vivimos momentos de alegrías y también de negras penas, depende de la mentalidad con que enfrentemos el cosmos danzonero. Francisco J. Ángel, en su valiosísimo mini libro Pensamiento Saludable reproduce un pensamiento de John Milton que dice: La mente está en su propio lugar y, en sí misma, puede hacer del infierno un cielo y del cielo un infierno. Esto nos hace entender que en la comunidad del baile las relaciones sentimentales no siempre son negativas, pues si la enfrentamos con optimismo y de buena fe resultarán envidiables por la magna felicidad que nos pueda proporcionar; como ejemplo, platico el caso de mis grandes amigos Cecilia y Armando. Ella guapa, con un rostro embellecido por la felicidad, menudita como una ninfa adolescente del Mar Mediterráneo; él apegado a la formalidad, rostro adusto y adorador del danzón, aunque no lo baila bien, él lo reconoce. Pues ellos, después de dieciocho años de vivir en pareja, comentan que sienten que se aman más que cuando iniciaron su luna de miel. Se conocieron el un taller de danzón; ahí él se enamoró de ella y después de más de seis meses de tratarse decidieron vivir en pareja. Ahora ya han iniciado su vida de adultos mayores, pero no se sienten viejos. Son de los que piensan que cuando de facto se tratan como esposos y existe respeto, voluntad, constancia, buena fe, fidelidad, apoyo mutuo, cuidado y responsabilidad, no se requiere del enlace legal ya que el matrimonio espiritual es más fuerte que el otro. Osho comenta en su libro Hombre y mujer: “Si sois capaces de encontrar la intimidad, la intimidad espiritual con un hombre o con una mujer, entonces habrá una unión natural que no requiere ninguna ley que la refuerce. Entonces experimentaréis un gozo espontáneo por estar juntos.” El mismo autor asevera: “Lo que importa es vuestra cualidad para amar, vuestro cariño, porque estáis tan lleno de amor que os gustaría compartirlo. Y ese acto ha de ser incondicional.” ¡Que bellas lecciones acerca de lo que es el amor!

A esa pareja de danzoneros a que me he referido, siempre se les ve enamorados gentiles y alegres. Un día, coincidimos en la Ciudadela y al finalizar el baile, los invité a tomar un sabroso café; después de una amena charla danzonera y estando aún en la cafetería, les pregunté si creían en las palabras de amor de los danzoneros. Ella se apresuró a responder y dijo: “La pregunta me recuerda el bello danzón de Omar de la Peña titulado: PALABRAS DE AMOR ¡Qué lindura de danzón! Y continuó con la respuesta: “Sebastián Cedillo y José Casquera, en mi opinión, son los que hacen la mejor interpretación de esa romántica melodía. Cuando la escucho, en mi corazón y en mi mente se perciben los tintineos de las mágicas campanillas de cristal hechas por las manos de los más románticos serafines. Con esa música celestial me acuerdo del momento en que conocí a Armando. En aquella ocasión me dijo palabras muy hermosas, palabras que aún guardo en el fondo de mi entusiasmado, maduro y pacífico corazón. Yo sí creo en las palabras de amor, sobre todo las que me dice él –con su mirada llena de encanto y angelical sonrisa señalaba a Armando-- porque me cumple todo lo que me dice y trato de ser correspondiente. Sus palabras de amor me enternecen, me llenan de cariño y me hacen sentir la mujer más idolatrada del universo; cuando me las dice mis oídos se ufanan, mi corazón se pone eufórico y quisiera presumir ante todos lo mucho que mi pareja me quiere. La felicidad es tanta que de pura dicha se me salen las lágrimas.

Cuando esto ocurre, él complementa su expresión de amor con una cascada de besos que empiezan secando el fluido de mi lloriqueo hasta fusionar sus labios con los míos; toda esa dimensión de bienestar es una fortuna que sólo él y yo podemos experimentar. No tenemos oro ni bienes raíces, menos cuentas bancarias, pero somos ricos en felicidad”.

Armando, al notar que los ojos de su pareja se empezaban a humedecer por la ternura que expresaban, quiso interrumpir el discurso amoroso, pero ella con su voz de terciopelo y embalsamada de cariño le pidió amablemente que la dejara terminar. Y conteniéndose el llanto, sólo dejo escapar divinos suspiros que se perdieron en la atmósfera delicada y tenue que envolvía a los encendidos enamorados, a todas luces consentidos del Creador. Complaciéndola, él le dijo que continuara: “El amor que él siente por mí ─insistió ella— no sólo me lo expresa con palabras, sino también con actitudes. Yo sé que las palabras se las lleva el viento, pero cuando llevan la fragancia del amor, me hacen alucinar por la divina complacencia que me causan. He aprendido que el amor inmaculado no sólo debe ser expresado con palabras, sino más bien debe ser entendido y comprendido. Todo eso ha ocurrido entre nosotros.

“Creo que he hablado demasiado —dijo dirigiendo la mirada a su pareja que la observaba con tierna atención─; para terminar, deseo señalar que confío plenamente en las palabras de amor; Armando siempre me ha hablado muy hermoso, cada vocablo, cada verbo que me dirige lo percibo con idílica dulzura. Pero eso no es todo, las palabras de amor también me las ha dicho por escrito y todas, todas las guardo en este mi corazón que late por él. Mira ─ me dijo─, voy a mostrarte algo que lo retengo como un tesoro, sí es un tesoro para mí y lo cargo porque me agrada presumir lo mucho que me quiere. Esto, es solamente una muestra.”

Abrió su bolso de mano y de un compartimiento sustrajo una carta y me la dio para yo la leyera. El documento decía lo siguiente:

“Pensar en ti es hermoso y placentero. Con tu imagen en mi mente he recordado todos los divinos momentos que he vivido junto a ti. De todos ellos, los que más me han llenado de emoción y ternura fueron los del 24 de diciembre del año que siempre vas a rememorar.

“¿Cómo olvidar ese 24 de diciembre? No, yo nunca lo olvidaré porque fue la fecha en que mi opacado corazón se ilumino de alegría al entender que tu amor y el mío estaban unidos, como los colores del arco iris, para darle placer y felicidad a nuestras vidas.

“La tarde ya había muerto, el sol invernal seguía su diario caminar hacia el poniente infinito; la sombra de la noche empezaba a cubrir la dinámica ciudad, y su oscuro manto invitaba a suspender las labores de sus habitantes para que pudieran disfrutar el descanso que repara las fuerzas que se necesitan para iniciar una nueva jornada. Y tú, acompañándome en el inmóvil auto, tan bella, tan linda y amorosa, atrapada en mis tibios y amorosos brazos, escuchabas mis comentarios acerca de mis experiencias y la historia de mi vida entera. No sé qué tanto te platiqué ni como lo hice, pero es el caso, de que, en esa fecha, día de expresión de amor, de convivencia familiar, de perdón (olvidar agravios) y de profunda compasión, tus oídos y tu corazón se abrieron para escuchar y admitir mis palabras como sinceras verdades. ¡Qué bello y noble comportamiento al escucharme!

“No fue necesario pedirte que me creyeras, pues mi amor y mi devoción por ti ya lo habías entendido bien; lo más hermoso fue que mis palabras portadoras de un inmaculado amor, conmovieron tu noble corazón de tal manera, que después de tanto tiempo de no llorar, según tus propias palabras, vi en tu angelical rostro, para mí un nocturno firmamento de octubre, cómo los luminosos luceros, juntándose uno tras otro hacían filas como formando un cordón de brillantes, que en líneas paralelas descendían de tus lindos ojos, fuente de ternura, que llenaron de felicidad mi humilde existencia. Tus lágrimas también me conmovieron; fue ese momento único y especial, el espacio y el tiempo, creados por Dios, fueron testigos de que nuestras manos se entrelazaron, tu cuerpo y el mío se acercaron igual que nuestros labios amorosos que sin lujuria y sin morbo, si acaso con una sana y pulcra pasión, nos impulsaron a que selláramos con reiterados besos el compromiso de amarnos por siempre con fidelidad y respeto. No fue necesario hablar tanto, ya estaba entendido nuestro sublime amor, no era necesario decir que nuestro compromiso sentimental funcionaba ya como un icono de cariño nacido del ensueño y la realidad; fue algo tan especial que no es común notarlo en la gente, porque lo nuestro es un amor nacido limpio y tierno, tórrido y apasionado; y, si existe un interés en él, el interés es de permanecer siempre unidos y amándonos uno al otro.

“Gracias amor, por los momentos divinos que me has regalado y que me han hecho sentir importante; ya te he dicho, y te lo reitero con profundo cariño, que ningún trono de rey o emperador vale lo que tu amor significa para mí.

“Esa noche del 24 de diciembre del año que siempre recordarás, estuve embelesado contemplando tu rostro, acariciando tus cabellos y bebiendo el sano líquido de tus abrillantadas lágrimas que humedecían también el fondo de mi corazón.

“Que Dios te dé, y de manera especial, todo lo bueno y bello que pueda dar a las personas de nobles pensamientos como los tuyos, que aman y sólo piden ser amadas también para lograr la felicidad. Yo, tú lo sabes bien, sólo aspiro entrar a tu corazón y ganar tu divino amor. Te amo, te adoro y te quiero. Que mis Besos y los tuyos tengan siempre la pasión y la ambrosía de ese 24 de diciembre”.

Siempre tuyo sinceramente

Armando

Cuando terminé de leer la amorosa carta, miré el rostro de la dama enamorada, de sus bellos ojos destilaban sentidas lágrimas de afecto, lágrimas que desdibujaban los embellecimientos hechos por el rímel y otros cosméticos; Armando, le acercó un pañuelo desechable para que absorbiera los cristales que humedecían las mejillas de la ejemplar mujer, luego le tomó la mano derecha y en el morenito dorso, que aún conservaba el placer de la fragancia, la besó varias veces, la abrazó con delicadeza, y un suspiro de Armando quedó atrapado en el bello fleco seductor que cubría su frente angelical; y después acercó sus labios al oído de su adorada pareja y muy quedito le dijo: “Muñequita mía, te amo; eres única, mi gran tesoro. Ningún amor podrá ser tan valioso como el tuyo”.

¿Por qué tanta complacencia, dicha y beatitud? ¿Por qué tanta ventura y satisfacción? Es casi seguro que, como a los dos los movió la buena fe en su relación sentimental, sus almas lograron conectarse con la presencia y la aprobación del Eterno. Y en esa atmósfera amorosa que envolvía las almas apasionadas de los amantes del baile elegantes, sin importar mi presencia, se escucharon del entusiasmado caballero las reiteradas, gustosas y BELLAS PALABRAS DE AMOR: “Muñequita mía, te amo; eres única, mi gran tesoro. Ningún amor podrá ser tan valioso como el tuyo”.

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INSCRIPCION A LA ASOCIACION MEXICANA DE DANZONERO

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