Por: Enrique Guerrero “Aspirante Eterno”
Que difícil era en los años 80s decir la última parte de la frase antes
citada, el Danzón era tan desdeñado, desconocido, y sobre todo denigrado por
las sociedades de las diferentes ciudades de casi toda la república, y sabemos
que solo en Veracruz y parte del sureste lo tenían y lo tienen como tradición
sana, exceptuando a la ciudad de México que lo tuvo como parte de su vida
nocturna, de su identidad, lo que los hizo caer en la exageración del uso de
los colores en sus indumentarias y de sus actitudes al momento de ejecutar el Danzón.
Recuerdo mi encuentro con el ambiente del Danzón en el inicio del año 2000, después de una fuerte
reticencia de mi parte y de mi conciencia provinciana para adentrarme en él, y
lo sorprendido que me dejaban los diferentes bailadores de Danzón tanto del
Distrito Federal, como del mismo Veracruz, y en Puebla en donde ya se mostraba
su arraigamiento, al momento de sus
presentaciones en los bailes en donde inicie aprender del Danzón, me dejaba
perplejo, desde su carga de arrogancia por el dominio del baile de forma
académica, y sobre todo el aspecto de ausencia de placer auténtico por bailar,
denotado en sus rostros, tensos, llenos de una carga de angustia por no fallar
en lo que les habían dicho que era necesario hacer, o sea, hacia donde moverse o
caminar en donde pararse, en qué momento debían de iniciar y de terminar y
sobre todo cómo terminar.
Desde ahí me hice el propósito de
NO hacerlo igual, de que si he de bailar, lo haré por gusto, claro
siguiendo el ritmo y de acuerdo a la cantidad de compases que contuviera cada
línea melódica y sobre todo ser espontáneos en nuestros movimientos, y si no
ejecutábamos las síncopas intermedias o finales, no habría problema, ya
que me decía “Nadie se ha muerto por que le falle el remate” y esa fue mi primera
consigna, además la de hacernos una promesa personal, “nunca entraremos en ningún tipo de concurso de baile” .
En seguida les comparto comentarios después de haber sostenido una amena
charla acerca de nuestra afición por el Danzón con una compañera psicóloga
egresada de la misma Universidad que su servidor y me comentaba acerca de las
parejas bailadoras en el programa de
Radio y Televisión denominado HEY, FAMILIA… en donde me hacen el honor de
llamarme colaborador, y me lanzó la frase lapidaria “veo por la pantalla en
general a personas enfermas de un SINDROME DE DEFICIENCIA DE SENTIR PLACER que no
pueden sonreír o expresar gusto por lo que hacen, y más me lo confirman cuando
corren hacia la posición más alta o se pelean por bailar en el tablado que se
encuentra en medio del estudio, lo que me dice que además, cursan por un
estadio de bajísima autoestima, y tratan subiendo ahí, de encontrar un
sucedáneo de realización personal que les haga aminorar esa angustia aunque sea
de forma momentánea”. Y más confirmó esta situación generalizada cuando le
mostré videos de grupos participando en una de las muchas Muestra Nacional de
Danzón tan común, no haciendo juicio acerca de la aplicación de la
academidicidad en el bailar, cuestión que le es ajena completamente, sino más
bien respecto a la actitud de los bailadores en general acerca de manifestar
gozo al estar bailando, en donde por supuesto hay excepciones. Es tal vez solo
una opinión, y también muy superficial, que para ser tomada en cuenta debe de estar
sustentada con una investigación más formal, con más elementos de juicio, con
mayor universo de parejas, pero tampoco deja de ser inquietante el saber cómo
nos ven gentes ajenas a el ambiente danzonero. Les agradezco su atención para
éstas letras y espero que hayan sido de su interés.
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