BIENVENIDOS A SU DANZOTECA 5

Su amigo, Ing. Javier Rivera (Danzonero X), les da una cordial bienvenida a este nuevo espacio alternativo donde pondré el historial de documentos, textos y materiales relacionados con el danzón y sus circunstancias. Cualquier aportación será bien recibida.

sábado, 6 de abril de 2024

EL INCULPADO

 Por Alejandro Cornejo Mérida

Extracto del Boletín Danzón Club No. 165 (Noviembre, 2023) 

Cuando a un amigo se le estima, no siempre resulta agradable comentar sus infortunios y funestos momentos que la vida le tiene asignado. Pudo ser el destino o como se dice coloquialmente la mala leche de una nefasta mujer que de manera irreflexiva culpó a mi camarada de algo que no hizo.

El protagonista de este acontecimiento fue Raúl, el joven de los ojos claros y de cabello ondulado. Aquel que gustaba del danzón pero que no sabía bailarlo.

Todo ocurrió en la celebración de la fiesta de carnaval de Veracruz; en este tipo de festival siempre ocurren muchos acontecimientos, algunos buenos y otros muy desagradables.

La mayoría de la gente se alegra cuando se aproxima esa gran fiesta. Con anticipación las grandes empresas preparan los carros alegóricos; las personas se organizan para darle esplendor a las llamativas y estructuradas batucadas; los adictos a esa fiesta se mandan confeccionar ropa especial para los recorridos y muchos preparan sus disfraces. Los candidatos a “Rey Feo” llamados también “Rey de la Alegría” y los comités de las candidatas a reinas se las ingenian para vender el mayor número de boletos y recaudar la más alta cantidad de dinero a fin de conseguir el trono.

Los vistosos y alegres desfiles, con su ritmo y colorido costeños, son el preámbulo de la fiesta grande. Los comerciantes ambulantes preparan su mercancía y se acercan a las autoridades a fin de que les asignen los mejores lugares para hacer buenas ventas; las cantinas y bares se abastecen de cervezas y diferentes tipos de licor para complacer los gustos exigentes de los adoradores del resucitado Baco.

Hoteleros y restauranteros con anticipación organizan las nuevas tarifas que habrán de imponer a los turistas que buscan diversión y esparcimiento. Ante la aproximación de ese torrente de alegría, la gente se prepara para gastar en mil cosas que le ofrecerán los comerciantes locales y los que llegarán de otros lugares.

Uno de los eventos llamativos del inicio de esa gran fiesta que dura más de una semana es la quema del mal humor; también resulta atractivo el desfile de los pequeños con sus bellos disfraces; la coronación de los reyes infantiles; les siguen otros eventos importantes como los desfiles de los adultos, el cómputo de votos, la asignación de la corona tanto para “el Rey Feo” como para la Reina de la belleza.

En uno de esos acontecimientos en que la gente se desborda y llena el zócalo principal de la ciudad buscando diversión y alegría, ocurrió otro evento al que a mi buen amigo Raúl llenó de vergüenza; fue tanta la pena que sufrió en ese momento que quiso desaparecer o al menos ser avestruz para esconder la cabeza debajo del suelo. Ni él, como tampoco su agregado camarada, tuvieron la menor idea del porqué lo vieron como el gran sospechoso.

Empezaba a oscurecer cuando el jubiloso desfile llegaba a su fin; la gente abandonaba las gradas que se habían colocado para ver mejor la espectacular marcha, para luego encaminarse hacia el zócalo y presenciar la coronación del “Rey Feo; después de esto, empezaría el gran baile. Todo mundo estaba contento y radiaba felicidad. Raúl y su amigo ya habían llegado a la plaza principal, lugar de la fiesta. Ambos estaban contentos porque habían encontrado un par de amigas, una de las cuales le caía muy bien a Raúl y pretendía hacerla su novia. Entre toda la gente, los cuatro platicaban contentos y amigablemente cuando a una de ellas se le ocurrió decir que deseaba estar más cerca de donde se efectuaría la ceremonia; así que se introdujeron más entre toda la concurrencia. Era mucha la asistencia, no se podía avanzar ni tampoco retroceder; el calor era sofocante y no había persona que no se le notara correr el sudor por la frente o la mejilla; todos tenían la ropa humedecida por la constante transpiración. Sudor y más sudor era lo que provocaba el intenso calor. De nada había servido el fuerte “norte” y la lluvia del día anterior; el sitio era algo así como la antesala del infierno.

Atiborrado el parque resultaba ya difícil permanecer ahí; los molestos empujones y la intromisión de algunos jóvenes léperos y vulgares provocaron pisotones sin que nadie pidiera la menor disculpa; esos hechos hacían que la alegría se empezara a transformar en estados de mal humor.

Todo eso ocurría cuando Raúl, junto con sus amistades, pretendía alejarse del tumulto, lo cual resultaba una tarea compleja dado el exceso de la concurrencia. En esa situación estaba la mayoría de la gente, sufriendo el intenso calor y los apretujones; la atmósfera era asfixiante e intolerante. De pronto, en el ambiente ya contaminado, se empezó a percibir un olor fétido producto de un mal funcionamiento de estómago e intestinos; resultado quizás de una ingestión de nutrientes podridos, descompuestos, de mala calidad o digestión difícil como lo es la moronga, tamales con carne de cerdo, chicharrón, carne de res frita y recalentada, frijoles refritos con manteca de puerco, jamón serrano u otro alimento con alto contenido de ajo. Era difícil atinar cuál había sido la causa de ese gas pestífero; lo que sí se podía asegurar era que esa emanación era insoportable. Muchas personas se taparon la nariz, otros mejor se abstuvieron de respirar por unos instantes. No faltó la voz anónima que con su humor costeño dijera: “cuando coman zopilote quítenle las plumas”. Esos momentos se vivían cuando una señora de mediana edad, que al parecer iba acompañada de su hija, muy enojada y con una mirada inquisidora que clavó diabólicamente en la figura de Raúl, sin que mediara el mínimo razonamiento, con su rostro descompuesto por el hediondo gas que se respiraba, le dijo al pobre muchacho:

— ¡Cochino!, ¡marrano!, ¡indecente! Sálgase de aquí… ¿cómo se atreve a hacer eso?

Avergonzado, el hombre dijo a sus amistades que hicieran un esfuerzo por salirse del lugar, lo que lograron con una gran dificultad. Apartados ya del tumulto Raúl no hizo ningún comentario sobre lo ocurrido, pues el reclamo de la señora además de injusto había resultado humillante, aún así, su amigo le preguntó el por qué esa mujer le había echado la culpa, a lo que el ofendido respondió:

— ¡Maldita vieja! No sé por qué le gusté para hacerme el culpable. Entre tanta gente es difícil identificar al responsable.

— Es cierto —dijo su amigo—, la vieja actuó mal, pero peor para ti si te hubieras puesto a discutir. Su actitud fue inconsciente e irracional, creo que no vale la pena polemizar por una silenciosa emanación de un maloliente gas.

Después de ese incidente se fueron los cuatro a comer nieves y platicaron de otras cosas, pero a Raúl no se le olvidaba el mal momento que le hizo pasar esa mujer que lo culpó públicamente de algo que no había hecho. Él no dejaba de preguntarse por qué, en el zócalo, fue el único sospechoso de ese deshonroso y humillante acto. Era triste saber que ni el néctar de la sabrosa nieve que vende el Güero, Güero, ni la agradable plática que sostenía con la pretendida chica, hacían que se disipara la incómoda vergüenza de la que había sido víctima; se sentía lastimado en su ego, era algo tan horrible de cargar que lo hacía sentir como un apestoso sin serlo. El pudor que vivía era como un estigma fluorescente que lo exhibía por cualquier lugar que decidía transitar.

La chica sabía que el inculpado se sentía incómodo y en su afán de distraerlo le dijo:

— Si gustas vamos a la Plaza de la Campana, en estos momentos debe estar tocando La Danzonera Manzanita y su son cuatro.

Raúl consultó a su amigo y a la otra chica y todos convinieron en ir a ese lugar. Cuando llegaron estaban tocando esa linda pieza musical que se llama El manicero y de inmediato se pusieron a bailar; después de esa melodía tocaron varios Danzones, los que el inculpado muchacho bailó con gusto; aunque no bailaban bien, ambos se mostraban felices al danzar desde el momento en que comenzaron a tocar ese ritmo dulce y cadencioso, ya no se soltaron de la mano; las siguientes piezas las bailaron de cachetito, sin respetar los compases del ritmo. El calor que emanaba del cuerpo de la joven excitó la sangre de Raúl a tal grado que su miembro endurecido levantó el frente de su pantalón; como era de noche y había mucha gente él pensó que nadie se daría cuenta y por eso juntaba más su cuerpo hacia el de ella. Empezó, sin recato, el juego amatorio, él le restregaba el miembro en las piernas y ella bien lo permitía. Cuando él sintió que su fusil empezaba a gotear le pidió ir un rato al hotel y la respuesta de ella fue: “te lo voy a dar, pero primero quiero que aprendas a bailar danzón para que luego me enseñes”. Ese fue el momento en que los cuerpos se enfriaron y la situación cambió rotundamente. No necesitaron decirse que se caían bien o que se gustaban, los hechos y la actitud de cada uno lo expresaban claramente.

El joven que momentos antes había sido lastimado en su honor, ahora disfrutaba con especial alegría y sanamente ese momento, se notaba ufano y feliz. Cuando terminó de tocar Manzanita, los enamorados se fueron al malecón, luego al café La Parroquia; las chicas ordenaron plátanos fritos con crema y café americano; ellos sólo pidieron café con leche, canillas y banderillas. El mesero que los atendió, después de tomar la orden dijo:

— Tenemos también riquísimos tamales de masa con carne de puerco. ¡Están sabrosos!

— No, mi amigo —dijo Raúl—, después de lo que me acaba de suceder soy el menos indicado para comer esas cosas.

El imberbe mesero afianzó la mirada en su interlocutor, levantó levemente el rostro, e intrigado por el comentario que le hizo el comensal, quien momentos antes, en el zócalo, había sido acusado injustamente por la mentecata mujer, manifestó:

— ¿Acaso es usted la persona que andaba en el zócalo hace algunos momentos y lo corrieron por tener problemas serios de flatulencia? ¿No se le valla ocurrir hacer lo mismo en este restaurante?

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INSCRIPCION A LA ASOCIACION MEXICANA DE DANZONERO

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