Por: Luis Pérez “Simpson”
Extracto del Boletín Danzón Club No. 32 (Octubre, 2012)
Muchas
veces me he preguntado sobre el lenguaje
en torno al danzón y su interrelación
entre bailadores y orquesta como fenómeno viviente en un Salón de Baile o en una Plaza
Pública que son el verdadero hábitat del danzón. Primeramente, para abordar
el tema, considero necesario hacer una justa separación entre lo que es el danzón música y lo que es danzón baile, ambos totalmente
entrelazados por una magia embriagante y seductora.
Partiendo
del concepto general de que el lenguaje
es un medio para sostener una comunicación
y que está a su vez significa "poner
en común", es decir, compartir con los demás, trataremos de visualizar
(sin profundizar en cuestiones lingüísticas y sociológicas) este fenómeno en el
que estamos inmersos.
DANZÓN MÚSICA:
Musicalmente hablando el danzón es un género de música bailable que aunque ha ido evolucionando en su estructura, su esencia permanece inmaculada y con reglas bien definidas. Su lenguaje es interactivo, comunicativo e interpretativo entre músicos, cantantes, instrumentos, partituras y hasta elementos propios de la improvisación. De hecho, aunque parezca inverosímil, existe un Lenguaje Orquestal que data de tiempos remotos anteriores al danzón, podríamos decir con cierta precisión que este lenguaje tuvo sus inicios en la Escuela Vienesa de mitad del siglo XVIII y ya en la época del romanticismo este lenguaje orquestal se enriqueció con una gama de timbres, matices sonoros y también de un enorme potencial dinámico.
Como un
elemento esencial tenemos la partitura
que representa ese lenguaje musical escrito y que a la vez indica la forma de
interpretarse una composición musical a base de signos musicales sobre un
pentagrama. Como verán es un lenguaje bien definido y con sus propias reglas,
mismas que no vamos a describir en este espacio, lo que sí es importante saber
es que las hojas que están en lo atriles de los músicos se llaman comúnmente “particellas” y que corresponden a cada
instrumento. Por supuesto que se puede ejecutar el danzón sin partituras ó sin
instrumentos musicales como ciertos grupos utilizan las cuerdas vocales, es
decir a capela imitan la complejidad de todos los instrumentos de una orquesta.
La interrelación instrumental en la danzonera, charanga u orquesta resulta muy interesante, basta con observar desde una óptica exógena a la Danzonera y fácilmente podemos apreciar la parte salvaje y africana que le aportan los timbales junto con el bombo, el güiro, la clave, las tumbadoras, las pailas el cencerro y por otra parte tenemos la parte refinada y sutil que llegó de Europa con instrumentos como los violines, el piano, el clarinete la flauta transversa y es esto en su conjunto él un verdadero crisol donde se genera ese mágico coctel que llamamos danzón y me vienen a la memoria estas sabia palabras del gran músico cubano Chucho Valdez que dijo lo siguiente, “Una cosa es escuchar un disco y otra cosa es escuchar a un músico y ver lo que hace y cómo lo hace”.
La
orquesta también se comunica con los bailadores a través del lenguaje hablado mediante sus locutores, muchos de ellos aparte de
anunciar el siguiente danzón nos proporcionan un breviario cultural sobre el
compositor y otras veces nos narran cierta anécdota referente al danzón en
turno. Estos locutores merecen un reconocimiento por su importante labor al
proporcionar un ingrediente adicional al danzón.
DANZÓN BAILE:
Dentro de este ámbito, es indudable que su lenguaje es esencialmente corporal, esto como respuesta inmediata a un estímulo auditivo; nuestro oído es el intermediario entre la música y el baile. No hay música si no existe un oído que escuche, por más que la música de la orquesta toque fuerte.
Ahora, antropológicamente
hablando podemos decir con toda certeza que la humanidad utilizó primeramente el lenguaje corporal que el lenguaje
hablado.
En el danzón baile, no existe partitura y es por naturaleza improvisación y capacidad interpretativa al ritmo en cuestión, de hecho y hasta la fecha, no se ha logrado establecer dentro de los bailes de salón una partitura dancística y afortunadamente las características del danzón baile lo impiden, esto, a pesar de los intentos impotentes de algunos profesores y “coreógrafos” de quererlo enjaular como espectáculo teatral eliminando su esencia que es la libertad, improvisación, sensualidad y lúdico por excelencia.
A
diferencia del danzón música, el danzón
baile no cuenta con reglas escritas, su lenguaje corporal es espontaneo, mismo
que responde a costumbres, maneras, estilos, regionalismos y hasta ciertos códigos
interpretativos. En este ámbito, el bailador hace la libre interpretación a
este género musical dándole forma, sentido, lo adapta, lo moldea y hasta lo
modela.
Los sentidos juegan un rol importantísimo para comulgar con este “ritmo que nos mueve el corazón” y a través de ellos el lenguaje corporal se transforma en visual, adiposo, gesticular y por qué no, hasta aromático.
Hay que
tener muy presente que el danzón como todo baile
de salón es un baile de pareja,
donde la sensualidad, seducción, cruzamiento de miradas conforman un lenguaje,
una comunicación; el simple hecho de estar la pareja entrelazada produce un
lenguaje. Extender la mano para invitar a la dama a bailar, es el principio de
una comunicación y quizá el prefacio de una pequeña aventura dancística, numerosos
romances se iniciaron con este simple acto de valentía y digo valentía por el
hecho de que aun en estos tiempos, no es raro encontrar personas con marcado temor
al tacto, es decir el acto de tocar
y ser tocado en lugares del cuerpo que no sean las manos, más sin embargo, el
sentido del tacto es complejo y fundamental como parte del lenguaje corporal.
El tacto nos transmite información sobre el grado de empatía dancística entre la
pareja en turno, además de que a través de este sentido convertido en un “El timón de mando” le indicamos a la
pareja los movimientos dancísticos a seguir. Este “Timón de mando” (El mando),
es una de las características de los Bailes de Salón, misma que desaparece en
las rutinarias coreografías teatrales.
No menos
importante resulta el sentido de la vista, dicen que “De la vista nace el amor” a pesar de que nos exponemos a que los
sentidos nos engañen. Mediante la vista seleccionamos con quien queremos
bailar, así como efectuar el rito del cruzamiento de miradas que en algunos
casos vale más que mil palabras. La mirada es un lenguaje primitivo pero
efectivo, arma letal de seducción, no en vano algunos investigadores
científicos en el campo de la neurociencia han llegado a la conclusión de que “ver es una forma de tocar”, que tiene
su equivalente en el dicho popular “Echarse
un taco de ojo”.
Pues bien, con todos estos ingredientes nos volvemos a ubicar en La pista de baile, que es el espacio donde los bailadores “académicos” y “no académicos” se entremezclan en lúdico convivio dancístico y en perfecta comunicación con los músicos. En la pista podemos fácilmente apreciar que también nosotros los bailadores producimos sonoridad, claro, que es poco perceptiva en comparación con la propia de la orquesta. No olvidemos dos elementos naturales que forman parte de este lenguaje y que son el aplauso y el silbido, ambos como fenómenos sonoros con una similitud directa a los instrumentos de percusión y de viento respectivamente, mencionando que tanto el golpeteo con las manos y el silbido son manifestaciones mucho más ancestras a los instrumentos musicales.
Por si
fuera poco y mezclado con todos los factores anteriormente descritos, tenemos indiscutiblemente
el lenguaje de la vestimenta que es
parte intrínseca del lenguaje corporal. La vestimenta, como cualquier lenguaje
maneja signos y símbolos, mismos que
a primera vista transmiten información, es más, cuando te encuentras cara a
cara con la pareja ya hubo un intercambio de información, el cuerpo y la ropa
hablaron antes de que tú hayas hecho. Desgraciadamente en los bailes es común
encontrar personas que con el fin de impactar visualmente caen en el egocentrismo al disfrazarse (algunos de
verdaderos payasos) de personajes que no corresponden a su estilo de vida y
están perversamente engañando a la gente. La vestimenta como cualquier lenguaje
puede ser utilizado para el engaño y bien dice el refrán “El habito no hace al monje”.
Hay
también otro medio de comunicación que se manifiesta dentro de este lenguaje
corporal y que lamentablemente se ha casi perdido, me refiero al lenguaje del abanico, herramienta
imprescindible en el coqueteo amoroso y que contenía una serie de “códigos secretos” para una comunicación
no verbal entre la dama y el caballero. Es importante saber que este lenguaje
del abanico es anterior al surgimiento de los bailes de salón. Ahora el abanico
generalmente lo usan como accesorio de
lucimiento en coreografías y otras veces usado en los bailes, aunque hay
damas (no todas) que inmisericordemente y sistemáticamente lo utilizan haciendo
con él movimientos similares al soplado de anafres.
Como verán, hay una gama de lenguajes que se manifiestan entre bailadores y orquesta en el Salón de baile o en la Plaza Pública y no dudo existan más lenguajes que no se incluyeron en esta fugaz reflexión.
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