BIENVENIDOS A SU DANZOTECA 5

Su amigo, Ing. Javier Rivera (Danzonero X), les da una cordial bienvenida a este nuevo espacio alternativo donde pondré el historial de documentos, textos y materiales relacionados con el danzón y sus circunstancias. Cualquier aportación será bien recibida.

sábado, 6 de abril de 2024

PESADILLA EN EL SALÓN

 Por Luis Pérez “Simpson”

Extracto del Boletín Danzón Club No. 161 (Julio, 2023)

Era una tarde soleada en el “Central Park” de la ciudad capital, Don Camilo, caballero elegante y pulcro solía como todos los días sentarse en una banca acompañado de un grueso libro y una bolsa llena de pedacitos de pan para dárselos a las palomas y pajarillos que habitaban en este arbolado parque.

Como casi todos los días, yo pasaba por ese sitio y, era ya una costumbre saludar a Don Camilo con un “buenas tardes” y continuar mi camino, pero, sucedió que en una de aquellas tardes calurosas me senté junto a Don Camilo y entablamos una muy amena y larga charla, me habló de su niñez y juventud, de su escuela de barrio que estaba a pocas cuadras del “Central Park”, al cual le tenía un especial cariño. 

La conversación se tornó interesante cuando emocionado me habló del baile, que fue una de las diversiones favoritas de su juventud y, sobre todo sus aventuras y desventuras en el legendario salón Neptuno, lugar donde conoció a una bella rubia que llegó a este sitio junto con un grupo de turistas europeos deseosos de conocer este afamado salón de baile y, aquí Don Camilo como un volcán en erupción me contó detalladamente este singular episodio: “ desde que vi a esa bella mujer entrar al Neptuno, sentí el ‘flechazo de cupido’ y, sin más preámbulo, el encuentro no se hizo esperar, me dirigí de inmediato y sobre todo con audacia hacia esa hacia beldad, con nerviosismo me acerqué a ella para invitarla a bailar usando gesticulaciones y un poco de mímica elemental, ella con discreta sonrisa aceptó y, bien recuerdo que fue justamente la melodía “Serenata a la luz de la luna” interpretada por la “Orquesta Majestic” donde se dio ese ‘choque de dos culturas’, fue desde ese preciso momento que la tomé de la mano para llevarla a la pista, tenerla ‘abrazada’, sentir su esbelta cinturita y ver de cerca sus hermosos ojos verdes, esto, es la magia del baile de salón, como decía mi padre ‘el baile es un gran pretexto para abrazar a las mujeres’. Continuó diciendo: “para suerte y sorpresa mía, la bella rubia hablaba un poco de español, aunque para el baile latino, parecía casi un “colchón”, cosa que realmente no era importante en ese mágico momento. Bailamos casi toda la tanda de esta orquesta y tres danzones con la ‘Danzonera del Chino Gestas’, tiempo suficiente para saber que se llamaba Marlene Küng y que vivía en la ciudad alemana de Westfalia, además que estaba por terminar sus estudios de filosofía además de un diplomado sobre literatura castellana, pero, lo más importante, me dio su dirección dándome a entender que le daría mucho gusto que fuera a visitarla. Tristemente, llegó la hora de despedirse ya que su grupo y el guía que las llevó tenían que regresar al Hotel para que al día siguiente muy de mañana tomar el vuelo hacia el otro lado del atlántico.

Desde aquel día no dejaba en pensar en Marlene, pero, no dejaba de asistir con la misma regularidad al Neptuno. Me gustaba ese salón de baile por su elegante decorado, ahí tocaban las mejores orquestas y Danzoneras, además era un lugar plagado de jóvenes bailadores, recuerdo muy bien que tenía una pista enorme y en su periferia había una serie bancas donde se sentaban preferentemente las señoritas, por lo regular los jóvenes y caballeros permanecían de pie al asecho para solicitar el baile a una damita. También recuerdo que no vendían bebidas alcohólicas y había una pequeña sección donde estaban colocadas pocas mesas, como todo un verdadero salón de baile se le daba prioridad al baile a diferencia de los cabarets donde la pista era pequeña y el área para mesas era mucho mayor”.

Don Camilo, retornó súbitamente al tema de la bella rubia alemana, me comentó que tuvieron un intercambio epistolar durante dos largos años hasta que por fin decidió ir a visitarla a Westfalia y, como si fuera un cuento de hadas, se casaron y vivieron muy felices en esa ciudad, aunque puntualizó, que al principio no fue nada fácil acostumbrarse a vivir en aquel remoto lugar, pero, el amor por Marlene superaba cualquier adversidad y continuó diciendo: “Algo que me sorprendió fue el hecho de que en aquellas tierras no conocían el Danzón, en las tiendas de discos tampoco encontrabas algo de danzón, bueno, en las pocas escuelas de baile de salón nada sabían de este ritmo hasta me preguntaban ¿Qué es eso?, no lo podía creer, lo peor para mí fue que hasta a Marlene no le agradaba del todo el danzón, ella prefería el Tango, La Rumba, El Swing” y por supuesto la tradicional Polka, así que decidimos tomar clases de tango los sábados, ya que, de lunes a viernes ella trabajaba dando clases en La Universidad y, yo conseguí un modesto trabajo en una fábrica de jabones”.

De pronto Don Camilo en tono triste me relató que duraron 45 años de una dulce vida matrimonial, hasta que llegó la fatalidad con el fallecimiento de Marlene debido a complicaciones en el sistema respiratorio, me decía “Sin Marlene la vida era casi una imagen de la muerte” y, sin dudarlo decidió regresar a América, precisamente a su ciudad natal y administrar dos propiedades que le heredó su finado padre.

Ya empezaba a oscurecer y yo no dejaba de prestar atención a esta historia de amor y baile, de repente, volvió a tomar fuerza la narración y en tono emotivo dijo “figúrese usted, me enteré que el salón Neptuno todavía existe y, que el día de mañana habrá un grandioso baile con cinco Danzoneras, por lo que pienso ir, es una gran oportunidad y a la vez una tentación irresistible volver a encontrarme con mi Neptuno, pero, quizá por esta emoción y unos taquitos de suadero que cené ayer, tuve una ‘horripilante pesadilla’, verá: soñé que llegaba muy a tiempo para ese dichoso baile pero al llegar al Salón Neptuno había una enorme fila de personas con boleto en mano para ingresar al salón, no me explico por qué tenían a las personas en la calle, entonces, me dirigí a la taquilla, donde me dijeron que el precio había subido por no haberlo comprado con anticipación (vaya barbaridad del marketing). Por fin entre al Neptuno, podría decir que la decoración era la misma, pero, muy descuidada, ya habían desaparecido las bancas corridas en la periferia de la pista, también habían reducido irracionalmente la pista de baile a menos de la mitad de su superficie, esto debido a la colocación indiscriminada de mesas incluso en la sacra pista. La gente seguía entrando, fue muy difícil encontrar un lugar, todas las mesas estaban ‘reservadas’, pero seguía llegando gente, parecería que ya habían rebasado el cupo reglamentario, mi temor era que llegara un inspector y clausurara el lugar. Así como llegaba la gente llegaban también las viandas, el olor del salón era similar a un mercado de comida, había guisados, carnitas, chilaquiles, chicharrón hasta en algunas mesas tacos de canasta, en fin, todo lo que se pueda imaginar, pero eso sí, estaba prohibida la entrada de toda clase de bebidas. A propósito de bebidas me di cuenta que ya vendían bebidas alcohólicas, también me pude percatar que la gran mayoría de los asistentes eran personas de la tercera edad, muy pocos jóvenes, esto ya me aterró, nada que ver con aquellos tiempos. 

Me quedé sorprendido como las parejas se apretujaban en la pista semejante a una lata de sardinas, esto por insuficiencia de espacio, otras parejas bailaban entre las mesas, en los pasillos esquivando el paso de meseros o de concurrentes que se dirigían a otro lugar. Algo inaceptable fue ver que parejas exhibicionistas se disputaban por bailar en el escenario destinado a las orquestas solo para inflar su vanidad y salir en el vídeo, pero, otra cosa que me horrorizó, fue la forma tan extraña de bailar el danzón, de inicio las parejas en la pista parecían robots ejecutando una especie de ridícula coreografía, un ritual sin sentido donde, al empezar cada danzón se ponían como estatuas de marfil para después de algunos compases (y hasta con vueltecita), comenzar a bailar, además aunado a esto, al terminar cada tiempo de baile, hacían unas grotescas figuras tipo ‘titanic’, que según un caballero ‘experto’ en la materia me explicó que se llamaban “remates” y que era ‘importantísimo’ hacerlos bien para no caer en ridículo (glup), además, las damas tenían que abrir su ‘indispensable’ abanico, todo esto me parecía un vil remedo de ballet, me preguntaba, ¿a esto se había convertido el sensual, arrabalero y cachondo danzón?

En cuanto a la música (puff), fue una enorme decepción, recuerdo vagamente la pobre actuación de la Danzonera, que daba la impresión de haber caído en la mediocridad y conformismo. Interpretaban un sinnúmero de “boleritos” que realmente distaban mucho de lo que era realmente el danzón, por si fuera poco, tocaron otro tipo de ‘danzones’ donde el locutor los anunciaba con ‘bombo y platillos’ como ‘de estreno’, pero, que definitivamente por más que uno quisiera no se sabía lo que estaban tocando, pero, eso sí, nada que ver con el danzón, además el mismo locutor pomposamente decía que se trataba de la ‘evolución del danzón’, ¡vaya descaro!, tener que decir esto para justificar la evidente ineptitud del ‘compositor o arreglista’, no me explico cómo los bailadores aplaudían estos espantosos cachivaches.

Pero, todavía a pesar de este ‘dantesco’ panorama, tuve la enorme torpeza de sacar a bailar a una señora que parecía ignorada por los caballeros bailadores y solo permanecía sentada moviendo su abanico en señal de nerviosismo o desesperación, imagínese joven, fui a invitarla a bailar, ella, aceptó haciendo mutis, pero, no sin antes preguntarme ¿Sabe usted bailar danzón?, le dije que sí y comenzamos a bailar, unos instantes duró el gusto, antes de que terminara el primer tiempo bailable, me soltó dejándome solo en aquella reducida pista, jamás me había pasado esto, me sentí tremendamente humillado, pero, aún hubo más y,obviamente no podía faltar ‘la cereza en el pastel’ cuando al voltear la mirada hacia otro lado de la pista, vi a Marlene bailando alegremente danzón con un caballero vestido de ‘pachuco’, lo que me provocó enormes celos, no daba crédito a lo que veía, pero, gracias a DIOS, en ese preciso momento desperté exaltado con sudoración y, quizá un poco de taquicardia”.

Ya anochecía y Don Camilo me dijo que “afortunadamente se trató de una amarga pesadilla y, que al día siguiente se reencontraría con su querido y nostálgico Neptuno”.

No sé cómo le iría a Don Camilo en su nueva aventura en el legendario salón Neptuno, hay tantas cosas que uno puede imaginar, el hecho es que, ya van dos semanas que no se aparece en el “Central Park” y siento cierta preocupación mezclada con curiosidad, por lo que he pensado seriamente hacer una visita al mentado “Neptuno” para al menos “raspar la suela”, claro, no sin antes practicar algunos pasitos de baile para que no me pase lo que a Don Camilo con aquella arrogante señora, ¡ah! y, otra cosa, de ahora en adelante, seguiré el noble ejemplo de Don Camilo dándoles un poco de pan a sus palomas, que seguramente ya lo han de estar enormemente extrañando. Y, colorín, colorado…

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