Por Alejandro Cornejo Mérida
Extracto del Boletín Danzón Club No. 158 (Abril, 2023)
El alma musical me impulsa para trovar,
por eso voy a lanzar loas a los cuatro vientos,
loas al baile bello, alabanzas con voces de contento,
con sentimientos engendrados de pasión
que tienen como destinatario
al más distinguido de los bailes: el danzón.
Ese ritmo que aloja en sus entrañas
la elegancia, la finura y la cadencia
virtudes que a los bailadores acompañan
para vivir gustosos y con presencia.
Danzón con piel de seda y aroma de gardenia,
caballero afable de excelso linaje
que para bailarlo no se requiere de su venia.
Danzón, a tu apostura fascinante me adherí;
y tu baile lo disfruto lo mismo en rutina, libre
o colectivo, porque al fin, todo lo impregnas de frenesí.
Eres, prodigioso danzón, la hormona del placer
que cautivas con tus detalles al hombre y a la mujer;
eres serotonina complaciente y afamada
que en mis neuronas viajas desenfrenada
incitando amor, ánimo, salud y aprecio,
riqueza única que no se le observa el precio.
Con tu armonía angelical a todo el mundo seduces,
y yo, lo digo con orgullo, te amo ritmo alegre y generoso,
por ti la vida me sonríe, por ti yo soy dichoso.
Me alegra verte con tu atuendo de esplendor;
saber que con ninfas, nereidas y doncellas
partiste de los mares griegos en brioso Pegaso,
conquistando, con la contradanza a los ingleses,
españoles, haitianos y franceses.
Y tras inicua e imprevista transculturación
te hiciste criollo, transformándote en danzón
para luego, de Cuba, llegar a mi región sin retraso,
con tu alegría y tu cargamento de amor
que nos trajiste del histórico Monte Parnaso.
Magnánimo danzón, que inspirado por los dioses
fuiste elegido por Calíope y Eratos
para darnos, sin discriminación, momentos gratos;
y con Euterpe, Polimnia y Terpsícore
se formó tu séquito sabio y cortesano
que le dio fulgor a tu majestuoso señorío,
y así obsequiarnos, con tu bondad de soberano,
la dicha y el aroma que se vive en tu danzar bravío.
Danzón de linaje conocido
que tienes la noble fuerza de la oración
convertida ya en recinto de pasión,
serás siempre el elixir que alivia mi corazón.
Danzón clásico, sagrado y divino,
tu toque musical, que no esconde lo bizarro,
fue bendición que me alejó del vino,
me introdujo en la poesía y en la elegancia;
y de mi mano, para siempre, me quitó el cigarro
y a cambio me dio gratos atuendos de fragancia.
Levanto mis ojos y doy gracias por tu divinidad,
por haberte conocido, majestad de todos los ritmos,
porque eres único, un verdadero coloso
rebosante de virtudes, bello, noble y cariñoso;
sembrador de amistad, de amor y felicidad.
¿Cómo no rendirte apasionada pleitesía
si eres el señor de la elegancia,
de la finura, de la seducción y la gallardía?
Como si fueras un santo, todos desean tocarte,
y así lo hacen los reyes de la trompeta,
los magos del teclado y del trombón,
los genios del contrabajo y los amos del saxofón.
La resonancia del clarinete, hermanada a los metales,
armonizan con el güiro y la belleza de los timbales.
Por gallardo y cortés te conocen, amable danzón;
resplandece tu buen prestigio que ya es universal
y en mi patria te aplauden en el sur, en mi costa tropical,
en el Altiplano, en el Bajío, en tierras norteñas
y en la atractiva costa occidental.
Débil y transitoria es esa flama que llamamos vida,
axiomática advertencia que no se olvida;
por eso, cuando llegue el final de la existencia,
pienso que será el momento oportuno
para expirar, bailando un alegre montuno.
o morir sin protección y sin parapeto
gozando Veracruz cumbanchero
o danzando El bombín de Barreto.
Danzón eterno de perfumada historia,
eres, por mandato divino, un cielo de gloria,
un hidalgo de prestigio en este mundo
que alegras y das aliento a mi alma de vagabundo.
El tiempo sin descanso, perennemente vivirá;
el Sol, para ti dulce majestad, siempre brillará
y desde el fondo del corazón con fuerza gritaremos:
¡El danzón, nunca, nunca morirá!
Porque eres una sustancia de amor
y de muchos males el gran sanador.
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