Por Alejandro Cornejo Mérida
Extracto del Boletín Danzón Club No. 68 (Octubre, 2015)
Por su delicadeza y calidad despampanantes, siempre llaman la atención en la ejecución del danzón personas como Elena Lira y Leonel, Mercedes y Jorge; Maicoll Manero, Carlos Eduardo Vargas, el joven instructor Omar Martínez, Edith Osorio Peñaloza, Irma Angélica Luna, Erandi García Ruiz y Emmanuel, así como toda una cadena interminable de expertos que abrillantan el escenario del cosmos danzonero al grado de convertirse en ídolos de los aficionados que gustan del baile más elegante que se conoce: el danzón.
El tiempo imparable, percibido a veces raudo y en otras ocasiones retardado, pretende imitar las pausas del danzón y se detiene ilusoriamente con la toma de imágenes que hace la cámara fotográfica y los videos profesionalmente captados por nuestro amigo Abraham Parra Hernández, quien también ha contribuido en la difusión de nuestro gustoso ritmo.
Finalmente deseo manifestar que la actividad de promover este adorable danzar no sólo se hace con la ejecución del movimiento del cuerpo motivado por las notas musicales, sino también se contribuye con la pluma, como lo demuestran José Luis Araiza, autor del libro Danzón, ritual erótico; Simón Jara Gámez, Aurelio Rodríguez Yeyo y Antonio Zedillo Castillo autores de la valiosa obra De Cuba con amor… el danzón en México, CONACULTA, México 2001. Esta tarea también la han asumido varios bailadores que gustan de escribir temas relacionados con la cultura del danzón y bailes de salón, me refiero a Paco Rico, Enrique Guerrero R., Javier Rivera, Julián Velasco Ubilla, el prestigiado maestro Fernando Tapia Cortés, todos colaboradores del boletín Danzón Club, dirigido magistralmente por el arquitecto Luis Pérez “Simpson”.
La pasión está emparentada con el ardor, el frenesí, el calor y el amor, sentimientos atraídos por el fuego sublime del danzar, actividad que los danzoneros realizamos a través de las andanzas efectuadas en distintos puntos de la Ciudad de México y en muchas partes del país; esta ocupación nos eleva al cielo y desde ahí vemos, con el corazón lleno de alegría, cómo resbalan al abismo del olvido esas penas que a veces enturbian y arruinan la existencia de quienes gustamos del baile, ese bello danzar que nos lleva a las regiones más placenteras del encanto; esa ocupación de deslizamientos y floreos maravillosos es una inefable experiencia, un éxtasis especial que nos conduce a lo divino, actividad convertida en fuente inagotable de inspiración, causa y motivo de lo que estás leyendo, Danzón, Una senda al paraíso.
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