BIENVENIDOS A SU DANZOTECA 5

Su amigo, Ing. Javier Rivera (Danzonero X), les da una cordial bienvenida a este nuevo espacio alternativo donde pondré el historial de documentos, textos y materiales relacionados con el danzón y sus circunstancias. Cualquier aportación será bien recibida.

martes, 12 de diciembre de 2023

MISIVA DE GRATITUD II

 Por Alejandro Cornejo Mérida

Extracto del Boletín Danzón Club No. 112 (Junio, 2019)

Segunda parte

… Todos estos detalles deben estar siempre penetrados de sentimientos generosos, nobles y altruistas; en esa tarea se fortalecen gratas virtudes como lo es el respeto, la dignidad, la superación, puntualidad, honradez, responsabilidad, gratitud y afecto por nuestros compañeros de la clase.

Las buenas clases de danzón que imparten los laureados maestros de excelencia inquietan y se disfrutan desde antes de sus inicios. Los alumnos deseosos de aprender, felices, dignos y gallardos se apresuran para llegar al recinto; sus oídos se muestran anhelantes de escuchar danzones; los pies se ponen ávidos y ansiosos de entrar en acción; los ojos inquietos, joviales y gentiles afinan sus pupilas para recrearse y admirar las nuevas figuras hechas por los maestros para que las aprendan los alumnos.

Las manos esperan el contacto de la pareja que habrá de dejar la huella fascinante del aroma de la divina fragancia femenina. Ante esta tierna emoción, emergen del corazón tibias vibraciones que se dispersan en los sentidos para aceptar con júbilo los componentes de la sana recreación: la música, el ambiente y los bailadores. La elevada estima y aprecio que se le tiene al ritmo nos lleva a sacrificar otras diversiones y deleites que subyugan, envician y atrapan, pero por encima de todo está el cadencioso baile distinguido cuya finura lo hace amoroso, delicado, sensible y dulcemente cautivador.

Es verdad que el danzón se baila en todos los estratos sociales, desde la más alta aristocracia hasta el más humilde trabajador urbano; también es cierto que en las clases de danzón converge gente de todos los niveles; algunos provenimos del barrio, de la vecindad, de la colonia proletaria con nuestra alma de plebeyo; pero también acuden personas de la clase media y de la alta sociedad. Justo es reconocer que precisamente en la enseñanza del baile fino es donde el buen maestro y el ambiente danzonero muchas veces nos pule hasta hacernos asimilar algunas reglas de urbanidad que nos transmuta en dignos caballeros, de esos que tratan a la dama con gentileza, decoro y cabal respeto, dándole las gracias y llevándola amablemente a su lugar al terminar de bailar una tanda. Es bueno decirlo, aunque a algunos no les parezca, que el maestro también nos induce a vestir con elegancia; sugieren constantemente que llevemos los zapatos bien lustrados, pues ellos mismos dicen, y con mucho acierto, que cuando se baila con distinción, coordinación y sincronía, la mayoría de las miradas se dirigen a los pies de los ejecutantes que deben deslizarse con gallardía y con diáfana perfección. Por todo, esto muchos alumnos viven agradecidos y valoran las indicaciones que reciben desde las primeras clases; rápido se saturan de gracia, donaire y gallardía. Al bailar esparcen la felicidad que les provoca el sabroso ritmo y con ello recrean a la gente que los miran ejecutar los bellos pasos que han aprendido.

Tomar clases del baile elegante es algo maravilloso que me ha sucedido; mis reflexiones e ideas relacionadas con el danzón, se arremolinan en mi mente, bajan a mi pecho y en un lugar muy especial de mi corazón se fraguan las palabras que ya articuladas emergen para decir: ¡Gracias, maestros, por todo lo bello que nos han enseñado! ¡Gracias a todos los maestros directores de las danzoneras por impregnar mi vida de danzón! ¡Gracias al maestro Miguel Faílde, por la magia hermosa y siempre divina de su herencia musical!

¡Qué hermoso es el danzón! ¡Qué bella es la vida si se adereza con ese bendito ritmo! Tantas bondades tiene esta música y tantos placeres engendra en nuestros corazones, que hace que ese órgano que llamamos cerebro, el que alberga muchos miles de millones de neuronas, se ponga en actividad y genere mayor cantidad de endorfina para llevarnos, extasiados y narcotizados por la divina cadencia, al extremo del paroxismo. Este dulce y sublime conocimiento no tendría existencia si no contáramos con la valiosa ayuda de los maestros de danzón. Por ello insisto en manifestar mi eterna gratitud a quienes nos han enseñado el camino de la ventura y el bienestar.

Pregunto: ¿Qué nos impide asistir a una clase o baile de danzón? ¡Nada! Nada ni nadie nos detiene cuando de bailar se trata. La adicción es tan fuerte que es capaz de derribar cualquier obstáculo por grande que sea. Es tan voluminosa la emoción y tan crecida la pasión que despierta el bienaventurado ritmo, que ha inspirado composiciones afamadas y dulcemente bellas como: Mi vida por un danzón, interpretada de manera cautivadora por Danzonera Dimas.

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