Por Alejandro Cornejo Mérida
Extracto del Boletín Danzón Club No. 115 (Septiembre, 2019)
Cuando aún sangraban las heridas de una nefasta y brutal conquista; cuando todavía se recordaba con tristeza cómo la mano perversa del invasor arrancaba del camino la bella flor que simbolizaba el desarrollo de una cultura muy nuestra y que, a pesar de haber sido frenada por la dominación española, aportó valiosos conocimientos de todos tipos a otras culturas del mundo actual. Se acercaba el fin del sometimiento, de aquella barbarie iniciada hace 500 años, cuando se terminó la construcción de lo que hoy conocemos como La Ciudadela (1807); obra que diseñada por un militar adquiere la imagen de una fortaleza y en 1816 se convierte en Parque General de Artillería y fue cuando adoptó el nombre con el que ahora se le conoce. La edificación ha sido testigo de diversos acontecimientos históricos: fábrica de puros y cigarros, cuartel, cárcel de personajes importantes así como escenario de sucesos relevantes de la independencia y de la Revolución de 1910. Actualmente está convertida en una va-liosa biblioteca. Se le ubica entre las calles de Balderas y Enrico Martínez en la alcandía Cuauhtémoc, centro de la Ciudad de México; alrededor de ella se encuentran instalaciones importantes como el Mercado de Artesanías que diariamente es visitado por turistas nacionales y extranjeros para adquirir ropa, juguetes y curiosidades típicamente mexicanas. También por ahí se ubica la Escuela de Diseño y Artesanías y el Jardín Morelos. Todo esto tiene valor histórico, pero eso no óbice para soslayar un espacio transcendental e interesante para los bailadores urbanos, principalmente para los que habitamos la Ciudad de México, me refiero a la ya prestigiada Plaza del Danzón, cuna de excelentes danzoneros y Mecenas de ese ritmo como lo son Jesús El Comandante Terrón y los esposos Rosy y Javier Roa.
Este significativo lugar, que yo lo nombro la Meca del Danzón, empezó a utilizarse como espacio recreativo a través de la danza desde hace 24 años aproximadamente; esto ocurrió, según infor-mes recabados, allá por los meses de octubre o noviembre de 1995; en esos tiempos, todos los sábado de cada semana, personas expertas en el Danzón como el apreciado maestro Jesús Uvalle, y posteriormente Julio Antonio Gómez Jiménez con Jorge García iniciaron las clases para que todo interesado aprendiera a bailar el ritmo cautivador, el ritmo elegante, el de las elevadas élites y de las clases populares también. Pero fue el 27 de enero de 1996 cuando las autoridades de la entonces Delegación Cuauhtémoc, oficialmente dieron inicio a los eventos sabatinos de baile en la bautizada Plaza del Danzón con el programa “En la Cuauhtémoc se baile así”. Desde entonces la gran familia danzonera se reúne en el legendario lugar para disfrutar, unos bailando otros escuchando y viendo el vaivén de la cadencia que provocan las notas de los danzones clásicos que invade de alegría los corazones de los asistentes que elegantemente ataviados, y con sonrisas contagiantes expresan el regocijo de que la vida los puso en el paradisíaco sendero del Danzón, ritmo al que aman porque enaltece, causa frenesí, delirio y es amorosamente acogedor. Actualmente en esa plaza se con-tinúa con la amable tradición de seguir difundiendo el adorable y fortalecido ritmo que merecidamente se ha convertido en parte de nuestra riqueza cultural. Es justo señalar que a la célebre plaza acuden maestros y campeones de Danzón de dorado prestigio nacional convertidos ya en verdaderos ídolos. Es de justicia mencionar que entre los fundadores de los renombrados y famosos eventos sabatinos del baile fino fueron los maestros Jesús Uvalle, Roberto Salazar El Chale y el cronista mayor del Danzón Dr. Jorge De León Rivera, entre otros. Es importante indicar que la referida Plaza del Danzón es constantemente visitada por damas y caballeros de varias partes del país que gustan del cadencioso ritmo que llegó a México para echar raíces y quedarse en el buen gusto de los mexicanos.
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