Por Enrique Guerrero “Aspirante Eterno”
Extracto del Boletín Danzón Club No. 118 (Diciembre, 2019)
Estimados amigos: A modo de una predicción de las de Rasputin o de los Mayas que predicen el fin del mundo para el 2012, hago también lo mismo, más con cosas menos dramáticas, y es que también para el mismo año, desaparezca la imagen del bailador de Danzón a la usanza de su época de oro de los años veintes, en que las indumentarias eran escogidas con sumo cuidado, tanto por las damas como por los caballeros, y como describe don Jesús Flores y Escalante en su libro Iconografía del Danzón en México, relata y muestra como los clientes del salón Renacimiento o de la Mantequilla, en la catedral del Danzón, se presentaban portando finos trajes cortados a la medida, complementados con una serie de adminículos como el sombrero de paño, y la leontina, así como lustrosos zapatos de charol, considerados zapatos de baile, mientras que las damas lucían espectaculares telas y diseños que resaltaban sus bien formados cuerpos, todos ellos provenientes de la burguesía de esos tiempos. Mientras que en contraste se pueden observar a los clientes del salón Maya, o salón de la Manteca por ser en su mayoría, oficinistas o dependientes de las tiendas departamentales, por lo tanto su poder económico no les alcanzaba para lucir igual, por lo que recurrían a las prendas y calzado de segunda mano provenientes de las tiendas de ropa del famoso barrio de la Lagunilla, pero eso sí muy bien lavadas y remendadas, de ahí que quienes les seguían hacia abajo en la categoría socioeconómica, les llamaran “rotos”, pues estos personajes últimos, los asiduos asistentes al salón Azteca, popularmente bautizado como del Sebo, preferían vestir para bailar de manera casual, o informal, sin rebuscamientos, tal como lo hacían en su vida diaria y hasta con ropa de trabajo. Eso si al momento de tomar algo refrescante todos se conjuntaban en el cuarto salón, llamado Tianguis, en donde se encontraba el quiosco central, expendio de cervezas y cócteles, junto con los refrescos de esa época, en que el más popular era el Orange Crush.
La modernidad ha acabado con todas esas costumbres, pero lo más inquietante es la actual tendencia a hacer de la vestimenta del Pachuco, el icono de un bailador de Danzón, como me comentó Luis Pérez que ocurrió en un evento de Danzón dentro del I. P. N. en que los organizadores presentaron a un personaje de éstos, ejecutando una coreografía de danzón ante muchos jóvenes, quienes se ven sumamente influidos en su percepción de que el Danzonero debe de vestir de ésta manera para serlo. De la misma forma podemos ver a varios de los bailadores sabatinos en la Ciudadela, tal como los presenta en su Danzoteca el Ing. Javier Rivera, en que se puede apreciar a un grupo de edad heterogénea, portando prendas con colores, que agreden a la vista. Y me atrevo a decir que pronto será difícil distinguir una pista de circo de la de un salón de baile ya que la composición visual de la escena, cromatográficamente es idéntica, capaz de confundir a los observadores.
Nota (1).- Escrito por Enrique Guerrero “Aspirante Eterno” para el boletín DANZÓN CLUB el 3 de junio de 2011
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