Por Alejandro Cornejo Mérida
Extracto del Boletín Danzón Club No. 114 (Agosto, 2019)
Quiero levantar mi voz
Con un acento rotundo
Para que lo sepa el mundo
Con este verso veloz
Y con ánimo precoz
Que un tributo se enciende
Solamente a quien transciende
En esa dulce labor
Que nos inflama de amor
Y exalta, si bien se aprende.
Un diamante del danzón.
Un samurai del montuno
Ídolo como ninguno.
Con fuego en el corazón
Cuando se luce el rondón.
Con el saber de Daniel
Aprendimos a granel,
El danzón se hizo más rico
Y su enseñanza la aplico
Porque pocos como él.
Es incansable viajero
Maestro del buen bailar,
Buen tacto para enseñar,
Bailador hecho de acero
Impoluto caballero,
Gloria y honra del Danzón,
Ternura en su corazón,
Un mago en la bailada
Con amor en su mirada
Del floreo, un faraón.
De una agradable actitud,
Con una gran distinción
Propia de un señorón
De una elogiada virtud.
Aplaude la multitud
Tus valiosas enseñanzas
Arco iris de esperanzas
Para una vida mejor
De dicha y de esplendor
Que aprendemos sin tardanzas.
En el mundo del danzón
Tenemos joyas valiosas.
Entes que adoran las diosas,
Águilas de mucha altura,
Altivas por su figura,
Que cautivan al volar
Y enriquecen con su andar.
Mereces “profe” Daniel,
La diadema de laurel,
Naciste para brillar.
Señor de dulce elegancia,
De nobleza y gallardía,
Que derrochas alegría
Con tu estilo de fragancia;
Tú, derramas abundancia
En placentera enseñanza
Que siembra la confianza
De ser bailador de nivel
Superando a todo aquél
Que en tu contra se lanza.
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