Por Alejandro Cornejo Mérida
Extracto del Boletín Danzón Club No. 98 (Abril, 2018)
En un jardín danzonero
descubrí flores divinas
y por ser bellas y finas
me convertí en jardinero
para poder ser primero
en poderlas admirar,
porque su bello danzar
de Dios es un prodigio
que han ganado prestigio
con su fragancia de azahar.
El cielo veracruzano
abrió puertas y ventanas
para recibir con ganas
al danzonero hermano
que franco extiende la mano.
Viene elegante a bailar
para su corazón alegrar
con la brisa tropical
que alegra como el timbal
que a todos hace vibrar.
En el cielo hay tristeza,
muy desolado quedó;
el encanto se fugó,
ya no existe la belleza
y lo digo con certeza,
en tierra de sol y luz
que en disparo de arcabuz
las guapura viajaron,
y los garbos se llevaron
al danzón de Veracruz.
Puedo vivir sin cantar
aún sin una caricia;
pero vivir sin bailar
la vida se desperdicia.
Baila, baila sin cesar
con alegría y altivez;
la vida se va acabar,
la vives solo una vez.
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