Por Luis Pérez “Simpson”
Extracto del Boletín Danzón Club No. 102 (Agosto, 2018)
El baile social, no siempre se nos manifiesta como esa dulce emoción, o esa pasión desbordada que nos asalta día a día, ni tampoco ese “éxtasis” insustituible, que nos hacen pronunciar esas empalagosas frases que “deambulan” por el ambiente dancístico y que soltamos con frecuencia como “Un día sin bailar es un día perdido”, o “Mi vida por un danzón” –título de un danzón-, etc., sin embargo no todo en el baile se resume a los clásicos finales de los cuentos de hadas, desgraciadamente, también existe ese lado amargo, que es la frustración en el baile social, que bien se manifiesta de diversas maneras, desde esa imposibilidad de no mejorar nuestro desempeño a la hora de bailar, o de plano que cada vez sentimos que empeoramos y que avanzamos como los cangrejos. Estas sensaciones, bastante incómodas, que incluso en ciertos casos extremos pueden llevarnos a abandonar el salón de baile antes de lo previsto llevando consigo el agrio aroma de la frustración que en varios días no nos lo podemos quitar.
Sin temor a equivocarme, nosotros los bailadores hemos tenido y seguiremos teniendo ocasiones en las que, de plano, no somos capaces de bailar nada en absoluto habiendo experimentado una tremenda frustración sin darle explicación alguna.
Aunque nos resistimos a aceptarlo, gran parte de esta frustración se la debemos al “academismo”, donde la técnica, el catálogo interminable de pasos, las posturas, hasta los ritos se convierten en obstáculos, claro, hay que decirlo, el baile lo disfrutamos más cuando depuramos la técnica acompañada de la práctica, pero cuidado, esta sofisticación dancística nos lleva irremediablemente a identificar los errores y, consecuentemente la frustración nos viene en su acumulación de estos mismos, por ejemplo, en el “danzón académico”, lo percibimos en los fallidos y odiosos remates, también cuando no podemos transmitir correctamente el mando a la pareja, o la falta de sincronía con la pareja.
Con estas pequeñas “fatalidades” el panorama se empieza a oscurecer y es donde en poco tiempo notamos el comienzo de cierta dosis de antipatía con la pareja, ella comienza a ponerse rígida, nerviosa y desconcentrada, su semblante ya no es el mismo, quizá, es el momento de la añoranza cuando teníamos esa ingenuidad de novato en que bailábamos de forma intuitiva sin tantas reglas y protocolos innecesarios, oh, si se pudiera retroceder el tiempo, pero, ya es demasiado tarde y, caemos en la cruda realidad de estar inmersos en ese círculo vicioso del academismo exhibicionista y perverso, tan perverso es, que en cierta ocasión, estando en el legendario “Salón Los Ángeles”, presencié una lamentable escena digna del novelista naturalista Emile Zolá,.cuando una “bailadora arrogante” dejó en la pista al caballero con quien había comenzado a bailar, argumentando que el mentado señor “no sabía bailar danzón”, no se imaginan la cara de vergüenza y de frustración del caballero, de esas veces que uno se dice mentalmente “trágame tierra”.
Podemos citar, que existen muchos factores que influyen en la frustración dancística, sin embargo los más “traicioneros” son la inseguridad y el cansancio.
La inseguridad, esa especie de autoflagelación mental de decirnos “no se aun bailar bien”, posiblemente tenga causas psicológicas profundas, pero lo cierto es que nos lleva a bailar con temor al qué dirán, provocándonos una sensación de ansiedad, sudoración y obviamente la inoportuna frustración, mientras que el cansancio se manifiesta de una forma, digamos, circunstancial que nos impide reaccionar a tiempo y perder el compás llegando inclusive al tedio y lo, peor que hasta se lo podemos transmitir a la pareja como un daño colateral.
Cabe apuntar que esta frustración es tan infame que nos impide disfrutar del baile y, no crean que es exclusiva de los principiantes, al contrario entre más depurado y perfeccionista se encuentra el bailador, son más los factores que le pueden hacer caer en un estado de frustración y de perder el sentido y capacidad del disfrute dancístico.
Seguramente, hay un antídoto natural contra el círculo vicioso de la frustración dancística y, es estar consciente de que la única forma de disfrutar del baile social y avanzar en la técnica es conservar la calma y porque no, agregándole una pequeña dosis de “cinismo” pero, sobre todo, no crearse falsas y pretenciosas expectativas, pensando siempre que el baile social es una actividad que tiene que ser divertida.
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