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sábado, 25 de noviembre de 2023

CRÓNICA DE UNOS PIES DANZONEROS - 2

 Por Alejandro Cornejo Mérida

Extracto del Boletín Danzón Club No. 101 (Julio, 2018)

Segunda parte

Nunca podré olvidar aquella hermosa tarde, que aún cansados por recorrer las céntricas y concurridas calles de la Ciudad de México, todavía me llevaron sin protestar al Monumento a la Revolución, para participar en el Guinness del Danzón, donde cientos de bellas damas vestidas todas de blanco, con abanicos rojos y flor de igual tono en sus cabelleras, lucieron con sus parejas, de pantalón negro y guayabera blanca, los gallardos pasos que inspira el Danzón Nereidas de Amador Pérez Torres “Dimas”, interpretada magistralmente por Acerina y su danzonera.

Sería una ingratitud de mi parte omitir el comentario sobre la Noche de Primavera del 21 de marzo de 2009 en que cientos de bailadores se dieron cita en la calle de Tacuba, llenando la Plaza Manuel Tolsá y sus alrededores, para bailar a ritmo de Felipe Urbán, Acerina, Dimas y Danzonera Tres Generaciones, que llegó del bello Puerto de Veracruz para darle esplendor al magno evento; esa noche vimos exhibiciones de los más destacados maestros del Danzón como Maru y Freddy, Alicia y Miguel Ángel, Juan Daniel, Jesús Uvalle, Leonel y muchas otras luminarias del baile fino. Bien recuerdo que en esa anochecida fecha bailé con mi pareja, igual que todos, sobre un piso disparejo y cobijado por la gélida oscuridad, que en ningún momento fueron motivo para que dejara de danzar el precioso ritmo que no envejece; mis vigorosos pies no protestaron y me permitieron bailar hasta altas horas de la noche a pesar del aire frío que me invitaba a estar más conectado con mi dulce compañera.

Mis pies de trotamundos me han llevado a diversos lugares donde he conocido ritmos y bailes diferentes a los de mi preferencia. Los he tenido también disfrutando la suave arena de la playa, bañándose entre las tibias espumas de las olas del mar tropical; han gozado el idílico masaje proporcionado por las sedosas manos femeninas. Como no les gusta el frío, cuando llegan los gélidos inviernos, desesperados, buscan el agradable calor de los pies de mi amorosa dama.

Mis heroicos pies danzoneros han bailado noche y día en maratónicas jornadas; entre más danzan más ligeros e intrépidos se vuelven, y aunque no saben sonreír, los percibo gustosos y joviales a pesar de la madurez que les han dado el correr de los años. Errantes y animosos me llevan a célebres lugares, santuarios del Danzón, donde acuden los apasionados idólatras del ritmo que subyuga y cautiva con su divina cadencia.

Los amagues, contrapasos, giros y el sonido puntual del abanico que la dama maneja en sus adornados remates, hacen que mis pies se sientan dichosos y favorecidos de la vida.

Los pies de mi familia danzonera tendrán sus propias historias; los míos alojan vivencias únicas, placenteras y difíciles de olvidar; de todas esas experiencias encantadoras, las que más agrado han causado a mis inquietos pies, han sido las que nacen de la danza, las que florecen al contacto con la dama y del movimiento cadencioso que motiva el “soberano Danzón”, ese que se aprende con inteligencia y disposición, el que suministra grandes dosis de jovialidad y alegría para el que baila, el que observa y también para el que escucha. Ese ritmo paradisíaco es tan especial que beneficia la mente y a todo nuestro organismo, pues al bailar, nuestro cerebro libera la prodigiosa endorfina que pone en acción especial al sistema respiratorio con lo cual se provoca un estado de sana animación e inocultable gozo.

Es importante que aprendamos a ser felices; asimismo, es deseable que acerquemos al mundo del bienestar a los que sufren, a los que sólo saben de penas y desdichas; para lograrlo existen muchos caminos, uno de ellos, es aproximarlos a la danza. Aprender a bailar (también a sonreír) es una magnífica terapia; por eso debemos siempre exhortar a la gente a que se incorpore a esa sana actividad; quienes tengan esa capacidad para motivar serán personas apreciadas, queridas y continuamente recordadas.

El infortunio se doblega ante la presencia del bienestar fecundado por la danza. Mi ser, al bailar se impregna de felicidad; la gracia seductora me conquista y la sonrisa natural aflora para contagiar de gozo a las personas que están cerca de mí. Si el trabajo y las cotidianas tareas que imponen los deberes hacen que mis pies pierdan energía y pidan unos instantes de reposo, ese cansancio desaparece cuando mis sentidos perciben las vibraciones de esas fascinantes notas emergidas de alguna danzonera; cuando eso ocurre, mis pies no tienen estorbo ni barrera que les impidan danzar; es así como gozan conmigo en una atmósfera deliciosa y exquisita, convertida en festividad solemne donde, como una bendición, reina la elegancia, la seducción y el regocijo. El Danzón es vida, dicha y encantamiento sublime; es un paraíso que no está en el cielo, sino en la tierra, muy cerca de nosotros. Lo encontramos en los salones de baile, en los talleres, plazas públicas, en las exhibiciones, en reuniones de amigos y familiares. Mis pies conocen el camino y saben conducirme al mundo del Edén; ahí, enfundados en zapatos blancos, algunas veces, y otras en charol negro o colores combinados, ejecutan vistosos pasos de Danzón, acompañados de unos pies femeninos que acaparan piropos al lucir sus excitantes medias y atractivas zapatillas que acrecientan las delicias del baile fino.

La controvertida sociedad reserva espacios para dar vida a la cultura urbana y en ella siempre escucharemos halagos para las habilidosas manos creativas que hacen maravillas en el terreno de las artes, eso está bien, pero no seamos injustos y reconozcamos que con los pies también se hacen genialidades, de manera especial en la danza, donde apreciamos la modelación de figuras efímeras que arrancan aplausos y que hacen trepidar de ternura a los corazones más duros e insensibles.

Los triunfos en las competencias deportivas, los éxitos en algunas tareas impuestas por las obligaciones laborales, así como la gloria alcanzada en diversas actividades dancísticas, se logran y consolidan gracias a nuestros aliados: nuestros nobles y magnánimos pies. ¡Son un tesoro! Cuidémoslos, no seamos ingratos.

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INSCRIPCION A LA ASOCIACION MEXICANA DE DANZONERO

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