Por Alejandro Cornejo Mérida
Extracto del Boletín Danzón Club No. 97 (Marzo, 2018)
Continuación
X
Gracias, doy gracias al cielo
por tu presencia afable
y tu gracia interminable
que a mí me da consuelo;
por bailar contigo muero
y loco de emoción,
espero la ocasión,
que me obsequies la bailada
para sentir tu mirada
que me quita lo tristón.
XI
Tus manos yo quiero sentir
y enlazarte cariñoso
aunque se enoje El Sabroso*
yo te voy a perseguir,
pues no me quiero morir
sin tus dulces labios probar,
sabiendo que son manjar,
que a mi sangre bien la llama
y así encender la flama
que al cielo me ha de llevar.
XII
Tu danzar es un edén
que lo alumbran los cocuyos
agrandando los murmullos
que enaltecen tu vaivén;
tus cadencias, almacén
que a los santos enloquecen
y a las monjas enfurecen
porque no saben del gozo
prefiriendo el calabozo
donde las dichas fallecen.
XIII
Ni esa Rosa de Francia
ni las hijas de Nereo
que en mis fantasías veo,
tienen la noble fragancia
que llevas en abundancia
junto a tu humildad,
beatitud y castidad.
Tu virtud, aviva celos
que nacen como flagelos
infectados de maldad.
XIV
Pregonando tu belleza
los céfiros van contentos
nunca pierden sus acentos
al cantarte, bella alteza;
tu donaire es pureza
cualidad certificada.
Deidad por todos ansiada
por tu divino embrujo
de los mortales un lujo
tener sólo tu mirada.
XV
Te respetan y te admiran
por ser dama distinguida
con virtudes y cumplida;
Ninfa que por ti suspiran
los danzoneros que aspiran
el cielo de tu danzar,
gracia enorme como el mar,
divino y especial salero
que derrochas con esmero
el cual pretendo alcanzar.
XVI
No corriges, no regañas
ni presumes tu saber;
eres virtuosa mujer
que alegras y nunca dañas;
de atributos te acompañas
y el aplauso no te llama
ni te enciende la flama
de la soberbia venal,
porque sabes que está mal
y lleva a la mala fama.
XVII
Me acusan de ultrajante
y también de pecador
porque en ti miro el honor
y de Dios estoy distante
como inicuo danzante,
que se olvida del Señor
por un hermoso amor;
pero en ti miro la gloria
y aunque fuera transitoria
yo la acepto sin temor.
XVIII
Tus campanas elevadas,
cáliz de bendito amor,
copa que ahuyentan dolor,
mar de olas encrespadas,
bellas, dulces y almendradas,
muros de apegos divinos
que como los buenos vinos
activaron mis deseos
que en dulces aleteos
embellecen los caminos.
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