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Su amigo, Ing. Javier Rivera (Danzonero X), les da una cordial bienvenida a este nuevo espacio alternativo donde pondré el historial de documentos, textos y materiales relacionados con el danzón y sus circunstancias. Cualquier aportación será bien recibida.

viernes, 29 de marzo de 2024

UN “TAXI DANCER” EN EL DANZON

 Un cuento corto por Leonardo Rosen “El Brujo del Danzón

Extracto del Boletín Danzón Club No. 157 (Marzo, 2023)

Me llamo José Luis Serdán Prats, pero mucha gente me llama “Pepe Pies”, tengo 52 años, estoy divorciado y no pienso en casarme otra vez. Soy ingeniero en sistemas y gano bien, mi pasatiempo favorito es bailar danzón, con muchos años de experiencia en esta disciplina y, a decir verdad, lo bailo muy bien. En el mundillo del danzón me llaman “Pepe Pies” y soy hombre de pulcritud y buen gusto, tal vez hayas visto mis fotos y videos en Facebook, siempre muy limpio y bien vestido, bailando con una y otra dama en eventos de danzón tanto en la CDMX, como en otras ciudades.

Por costumbre solía ir solo a los eventos y pedirles a las damas (no acompañadas) a bailar el cadencioso danzón. Muchas parejas asistían, pero, siempre había algunas mujeres solas y me divertía mucho el desempeñar el papel del gran caballero.

En la segunda década del siglo XXI, se notaba un cambio, la disminución creciente en la cantidad de hombres que participaban en el danzón, muchos bailadores maduros y experimentados se retiraban de esta actividad, y no llegaban sustitutos, entonces, en marzo de 2020, el Covid-19 lo aplastó todo, pero, a la reanudación de la actividad danzonera, a finales de 2021, se notó ostensiblemente una creciente carencia de hombres,la cual, ya era un problema grande, tanto, que hasta las damas me pedían con bastante frecuencia bailar con ellas. Con menos y menos hombres, se ponían en competencia para bailar conmigo, así como, con otros hombres experimentados y buenos para bailar danzón.

Entonces, sucedió algo imprevisible, una mujer me ofreció un incentivo monetario para bailar unos danzones con ella, yo habría podido fácilmente rechazar su dinero, ya que no lo necesitaba, pero mi vanidad triunfó sobre mis escrúpulos, ¡Yo era una estrella!, con más y más damas sin pareja de baile, me llegaban ofrecimientos de dinero para bailar con ellas, esto, yo lo encontraba irresistible. Al principio, esas mujeres me pagaban para bailar una tanda de tres a cinco danzones con ellas, luego, me pagaban mucho más para bailar todo un evento con una sola mujer, es decir, pagaban el precio de la exclusividad.

Aunque nadie hablaba abiertamente sobre este tema, yo observaba que había otros hombres en la misma situación, éramos “Taxi dancers”, veamos, “Taxi dancer” es un término en inglés que quiere decir un bailador (a) pagado (a). En EuUu durante gran parte del siglo XX, en los salones de baile había más hombres que mujeres, y algunas mujeres trabajaban como “Taxi dancers”. Había una canción popular, “Ten Cents a Dance” (“Diez Centavos un Baile”). Ahora, no sólo en el danzón, sino en el baile social por lo general, la situación es al revés, porque hay muchas más mujeres que hombres. En Buenos Aires, Argentina, usan “Taxi dancer” en su inglés original para describir a los/las de este oficio que trabajan en las milongas del tango. Por discreción, no menciono la cantidad de mis honorarios como “Taxi dancer”, aquí en la CDMX, además, no quiero compartir esta información con mis competidores.

Ya se imaginarán, en poco tiempo, empecé a recibir ofertas más jugosas que incluían todos mis viáticos además de bailar para acompañar a esas damas en eventos de otras ciudades, especialmente a las “Muestras Nacionales de Danzón” con sus indispensables “bailes de gala”, hasta llegué a compartir la habitación de hotel, era como un “paquete todo incluido”. ¿mi trabajo iba más allá que simplemente bailar en estas contrataciones?, soy caballero, pues no se lo digo ¿Podrían adivinar? En todo caso, me acostumbraba a la ganancia y la diversión de ser orgullosamente un “Taxi dancer” y a veces, algo más.

Entre mis clientes más fieles son las auto inventadas “Reinas del Danzón”, muchas de ellas, inexplicablemente sin pareja de baile, pero eso sí siempre quieren tomarse fotos y videos con la “flor y nata” del danzón, y pensaban que yo era miembro de ese club exclusivo.

Mi relación con mis colegas en este oficio es cordial y hasta amigable, porque hay bastante de este negocio para todos, sin embargo, con todo mi éxito y toda mi vanidad, tuve que aprender una lección muy dura para continuar con este modo de vivir. Recibí una llamada de una mujer que había conseguido mi tarjeta de otra cliente, me dijo que su nombre era Gabriela Ríos Cabrera y, quería contratarme para la “Muestra Nacional de Danzón en el puerto de Veracruz”, cuatro noches y tres días completos con todo pagado: vuelos de ida y vuelta CDMX-Veracruz, comidas, todos los eventos de la muestra, cualquier otra actividad o tour de su preferencia y, compartir habitación muy buena en uno de los hoteles más famosos de la ciudad, justo frente a la Plaza de Armas. Llegamos a un acuerdo muy satisfactorio sobre mi honorario, y ella depositó un buen anticipo en mi cuenta bancaria, ni hablar, me sentía muy bien con este asunto.

Un día antes de la inauguración de la muestra, un jueves al mediodía, nos reunimos en el aeropuerto para esperar nuestro vuelo saliente a la 1:45 pm. A primera vista, Gaby me impresionó mucho, ella tenía unos 45 años, con facciones muy atractivas y se veía elegante, aun en ropa casual. Nos presentamos y ella era claramente una persona muy culta y muy bien hablada. Yo no podía recordar si la había visto en algún evento del danzón, tal vez no. Abordamos y tomamos nuestros asientos. Durante el breve vuelo platicamos de varias cosas, pero ella evitaba el tema de su vida personal, al aterrizar en el aeropuerto de Veracruz, tomamos un taxi a nuestro hotel. Nuestra habitación era muy amplia y de la mejor clase, observé que había una sola cama, “King Size”. Después de desempacar y lavarnos las manos y la cara, bajamos para comer algo ligero en el restaurant del hotel. Posteriormente, dimos un paseo por el malecón, y así empezó nuestra aventura.

No es necesario describir a detalle todas las actividades de la “Muestra Nacional de Danzón”, porque son siempre las mismas. Bailamos en “colectivos”, en “bailes de gala”, en plazas de la ciudad y ella bailaba muy bien, realmente, a mi nivel. Su atuendo para bailar era siempre elegante, igual que el mío. Comimos muy bien, lo mejor de marisco y pescado, excelentes cortes de bistec y tomamos las mejores marcas de vino y licor. Nuestra plática siempre era muy viva porque teníamos sentidos de humor muy parecidos. Al llegar muy noche a nuestra habitación, Gaby y yo nos juntábamos deliciosamente al mero centro de esa cama “King Size”. Siendo caballero, no elaboro. Yo vivía un sueño fantástico y hermoso hecho real, de verdad, esta vez sin darme cuenta, yo me estaba enamorando de esta mujer divina, y así lo pasábamos hasta el lunes por la mañana, el día de regreso a la CDMX. Parecía que los dos éramos felices, como un par de jóvenes amantes. Bajamos para tomar el último desayuno en el restaurant del hotel, yo estaba todavía en mi sueño increíble, y pensaba que ella también estaba en lo mismo, yo no quería dejar Veracruz, pero todo tiene su final.

En el taxi al Aeropuerto de Veracruz, casi no hablamos, cada uno a solas con sus pensamientos, pero cada uno con una pequeña sonrisa. Después de la documentación, caminamos a la puerta de salida tomados de la mano, tampoco platicamos durante el vuelo. Al llegar, en silencio fuimos a recoger nuestro equipaje, y llegó el momento para tomar taxis a diferentes destinos, por lo que le pedí que esperara un momento, porque quería decirle algo, y ella dijo que estaba por escucharme. Le dije que realmente tenía sentimientos fuertes por ella, que nunca había conocido una mujer como ella y que quería seguir viéndola en un contexto muy diferente en la CDMX. De repente, Gaby me miró fríamente y me dijo, “Ni lo sueñes, soy mujer casada y, lo que hicimos en Veracruz fue un trato comercial, nada más. Ya he depositado el resto del dinero en tu cuenta bancaria. Adiós.” Ella me besó ligeramente en la mejilla y se fue. Estuve devastado emocionalmente y reflexioné que no había sido nada más su prostituto.

Sin embargo, a pesar de este duro golpe, en poco tiempo recuperé mi autoestima y aprendí una lección muy dura: “en el negocio, cualquier negocio, es un error fatal involucrarse emocionalmente con un cliente, o en mi oficio, una cliente”. Después de este amargo episodio, no he repetido ese error y nunca lo voy a hacer.

Espero que la carencia de hombres en el danzón continúe por mucho tiempo. ¡Sigo siendo el Rey!

Nota: Cualquier semejanza a personas verdaderas, o vivas o muertas, es pura casualidad.

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INSCRIPCION A LA ASOCIACION MEXICANA DE DANZONERO

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