Por:Ysela del Carmen Vistel Columbie
Extracto del Boletín Danzón Club No. 149 (Julio, 2022)
Nació en el año 1916, la trayectoria como intérprete y pedagogo del flautista Efraín Loyola, está muy unida a la Banda Municipal de Conciertos de Cienfuegos, aunque su mayor legado lo escribió con su propia agrupación. Pero antes de llegar a la fundación de su orquesta, haremos un pequeño recorrido por etapas que se han ido diluyendo en la memoria. Una de estas es la referida a sus inicios, cuando junto a un grupo de muchachos comenzó a tocar con instrumentos rudimentarios debajo de un árbol de naranjas, al fondo de un patio común. Así, Loyola formó parte del primer momento de la agrupación que hoy conocemos como “Los Naranjos".Estudió, en lo que fue una de las instituciones cardinales de la sureña ciudad de Cienfuegos, la Banda Juvenil de los Bomberos, donde muchos jóvenes adquirieron también su formación. En junio de 1933 decidió probar suerte en la capital, donde rompió con la costumbre que tenían los flautistas de hacer sus solos sentados. Él prefería hacerlos de pie y mover el cuerpo al ritmo de la música. De ahí le vino el apodo de “El Moro Eléctrico”.
Durante su estancia en la capital, en la década de Mil 930, Efraín Loyola hizo suplencias en varias agrupaciones, junto a figuras de renombre como Cristóbal Paulín o Antonio María Romeu, tuvo la posibilidad de conocer a Barbarito Diez. En la emisora Radio Cadena Azul, trabajó con Rodolfo Reina y reemplazó a Fausto Mercado, flautista de Joseito Fernández; y también tuvo la oportunidad de tocar en la agrupación de su maestro, Dagoberto Jiménez, y suplirlo en presentaciones de la orquesta Anacaona, para la que colaboraban en la interpretación de los danzones.
Efraín Loyola, tras su fructífera experiencia habanera, regresó a Cienfuegos, su ciudad natal. En la Perla del Sur se integró a la centenaria Banda Municipal de Conciertos, en la cual tocó desde 1937 y en la que permaneció activo hasta poco antes de su fallecimiento en el año 2011. Sin embargo, nunca perdió su predilección por las charangas, las que integran uno de los capítulos más importantes de su vida. De hecho, formó parte de la gestación de la “Rítmica del 39”, que se convertiría luego en la emblemática orquesta Aragón, agrupación en la que se mantuvo durante catorce años.Luego de que la “Aragón” se estableciera en La Habana, la “Loyola y su Ritmo Propio”, sería la orquesta que continuaría vinculada al movimiento danzonero en Cienfuegos. De su quehacer y enseñanzas nacerían las agrupaciones que mantienen en su repertorio activo el danzón en Cienfuegos y su vínculo con el salón Minerva, principal espacio que acoge a las charangas en la sureña ciudad.
Al hablar del movimiento danzonero en Cuba, y particularmente en Cienfuegos, debemos mencionar la figura cimera de Efraín Loyola. Pero este sobresaliente músico tuvo también una destacada carrera como pedagogo. Fue, sin duda, “un maestro de juventudes”, pues preparó a varias generaciones con el propósito de que hoy se continúe bailando y defendiendo el danzón. Su hijo, José Loyola Fernández, extendió el legado, y se cuenta entre los máximos defensores del género en el país, además de ser uno los músicos nacidos en Cienfuegos con más lauros alcanzados.
Amigos, a Efraín Loyola, más que los estudios, la inteligencia se la confirió la experiencia. El Hijo Ilustre de Cienfuegos, merecedor de una Distinción Especial conferida por Miguel Barnet y Abel Prieto, tenía un don especial para reconocer y justipreciar al verdadero talento.Como ser humano destacó también por su maravilloso carácter y amor al terruño, el cual no abandonó ni ante la tentación mayor de continuar haciendo gloria junto a la orquesta Aragón, la cual integró desde su fundación en 1939 hasta el instante previo a su desplazamiento hacia la capital en 1953.
Flautista de la vieja estirpe, aurea de que transfundió su ser al instrumento, Efraín Loyola pasó ser una leyenda, institución y referencia del quehacer musical cubano.
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