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miércoles, 7 de febrero de 2024

INCIERTO PANORAMA DE LOS SALONES DE BAILE EN LA CIUDAD DE MÉXICO

 Por Luis Pérez “Simpson”

Extracto del Boletín Danzón Club No. 136 (Junio, 2021)

La Ciudad de México aparte de ser la capital del danzón, es a la vez la ciudad de los salones de baile, afortunadamente aun se conservan dos de los más tradicionales e icónicos de esta gran urbe, El Salón “Los Ángeles” y el “California Dancing Club”, le siguen otros que sin pertenecer a esta clasificación han seguido el ejemplo de los salones de antaño como: “La Maraka”, “El Forum”, “El Gran Salón”, “El salón Caribe”, “El salón Candela”, “el Salón Hidalgo”, “el Salón Versalles”, el más reciente “El Foro San Rafael” y muchos otros más que han cumplido con brindar un espacio para el sano esparcimiento y el encanto de bailar.

Ya casi son 14 meses de confinamiento y, por consiguiente de no poder asistir a un salón de baile a “raspar la suela” en esta, la ciudad de de los salones de baile. Todo pareciera que el tiempo se detuvo y que solo nos queda en mente los alegres momentos vividos en esos mágicos inmuebles, algunos de ellos lamentablemente cerrarán sus puertas para siempre, como muchos otros negocios que no resistieron el cierre obligado por las disposiciones sanitarias ante la propagación del covid19.

Las preguntas siguen en el aire ¿cuándo abrirán los salones de baile?, ¿Cómo será esa posible reapertura?, ¿a cuántos de los asiduos bailadores y bailadoras ya no volveremos a ver jamás?

Sin embargo, a decir verdad, mucho antes de la pandemia, ya se veía una cierta crisis de asistencia a los salones de baile en la CDMX. La época dorada de estos inmuebles ya pasó, llegaron nuevas opciones de entretenimiento y no surgieron nuevos e impactantes bailes de salón que encendieran a la juventud poniendo una nueva moda. Otro aspecto que influyó en la disminución de asistentes a estos salones de baile lo advirtió oportunamente décadas atrás Don Simón Jara, refiriéndose al surgimiento de las plazas públicas donde se baila de manera “gratuita”.

Podemos decir que este confinamiento fue “la gota que derramó el vaso” y fue hasta entonces cuando se encendieron los “focos rojos”, los propietarios tuvieron que hacer replanteamientos de supervivencia para estos recintos del buen bailar, una tarea nada fácil, tener que reconfigurar el concepto tradicional y adecuarse a la nueva circunstancia.

Surgieron muchas formas ingeniosas, como ceder parte de su espacio a otras actividades como: instalar un bazar, dar servicio de cafetería y “snack bar”, montar exposiciones, alquilar el inmueble para hacer filmaciones, también para ofrecer “cenas-concierto”, otros definitivamente tuvieron que cambiar el concepto y reacondicionar el espacio como antro tipo “lounge”, otros más plantearon la posibilidad de utilizar su espacio como Centro Cultural, o convertirlo, de plano en un improvisado restaurante-bar.

Sin embargo, en medio de tantas adversidades, hay cierto optimismo en la pronta reapertura de los salones de baile, pero, esto se dará quizá de una manera paulatina, claro, lo ideal y razonable sería que esta ansiada apertura se diera después de que todos estén vacunados contra el covid19, y que el organismo humano haya generado sus propios anticuerpos ¿se aguantarán los propietarios de estos salones y los promotores independientes de eventos?, yo creo que no.

Según autoridades de la CDMX al momento de escribir este texto, estamos a décimas de que llegue el esperado color verde del semáforo epidemiológico, por lo que, no dudo que surjan visos de apertura y propaganda para bailes, es más, se tiene conocimiento que aun estando el mentado semáforo en naranja o en amarillo se han dado algunos bailes de manera “semi-clandestina” realizados por promotores voraces e irresponsables, claro, aprovechando esa inmensa sed e bailar ofreciendo un “oasis”, pero, con un alto riesgo de contagio.

Una cosa si es segura, el baile de salón en espacios cerrados será de las últimas actividades en retornar y, que todo va a cambiar en la “pronta reapertura” de los salones de baile, desde cupo limitado en algunos casos con previa reservación vía internet, ya en el salón tendremos invariablemente, el filtro de chequeo verificando temperatura corporal, la aplicación de gel antibacterial en manos, o un “sofisticado roció sanitizador” a todo el cuerpo, sin discusión el uso obligatorio de cubrebocas, la sana distancia, quizá hasta reducción en el horario que se tenía acostumbrado y posiblemente un aumento en los precios de entrada.

Todo esto nos lleva a plantear ciertos cuestionamientos y reflexiones:

¿Los salones de baile estarán adecuados para mantener el distanciamiento físico?,

¿Contarán con personal adicional para que se cumplan las medidas sanitarias?

¿Habrá algún monitoreo por parte de las autoridades sanitarias?

Sabemos que la pandemia no se termina por decreto, como si fuera un café instantáneo, aun vacunados podemos ser portadores del virus y contagiar a otros, pero cabe preguntarnos,. ¿Cómo evitar el contacto físico?

Mientras son peras o son manzanas, a pesar de que nos digan y aseguren que respetarán todos los protocolos sanitarios, irremediablemente se presentará el factor miedo, es decir, muchos de los asiduos bailadores de salón lo pensarán dos veces para ir al salón de baile, sobre todo del bloque que representa a la tercera edad que son la mayoría de los asistentes a los salones donde se baila danzón, bolero, tango y los demás bailes de pareja enlazada.

Si, ya de por si es complicado mantener la sana distancia entre parejas con otras parejas, me pregunto, ¿Cómo aplicarla en una pareja enlazada a 5 centímetros de distancia o menos?, o como coloquialmente decimos “bailar de a cachetito” y, he aquí el principal obstáculo, el baile en pareja con sus dos vertientes, las parejas que son pareja de baile y además sentimental, que viven juntos, casados o “arrejuntados”, para este grupo, teóricamente no representan mucho riesgo de contagio entre ellos en el acto de bailar siempre y cuando respeten la sana distancia entre las demás parejas ,tanto en la pista como en el área de mesas, pero, viene el otro grupo, (el más peligroso epidemiológicamente hablando), los que llegan solos y acostumbran bailar con varias personas ¿Quién se arriesga? ¿Cómo saber si estás realmente bailando con el “enemigo”?, cosa muy difícil de identificar, máxime cuando estamos “poseídos” por la emoción de volver a bailarr.

Finalmente, no hay duda de que todos los bailadores tenemos inmensas ganas de volver a bailar, a socializar, a ser felices como lo éramos antes de la pandemia en estos mágicos recintos del buen bailar, pero, ¿Qué necesidad hay de adelantar los tiempos, o de pasarnos cínicamente el semáforo epidemiológico?, más vale esperar a que las condiciones sean realmente garantes de nuestra salud, protegernos y proteger a los demás.

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