Por Luis Pérez “Simpson” Ciudad de México, junio de 2020
Extracto del Boletín Danzón Club No. 125 (Julio, 2020)
No es ninguna novedad escuchar la tan trillada frase “El danzón es un baile fino de salón”, lo curioso es que la gente la acepta “en automático”, sin ningún raciocinio de por medio, simplemente, porque esa “expresión” viene de personajes con cierta “trayectoria o fama” dentro del “medio danzonero”, pero, el hecho de ostentar esa dichosa fama, no garantiza que sean portavoces de la verdad, es más, a varias personas de esas “con trayectoria” les he preguntado ¿De dónde surge que el danzón es un baile “fino” de salón?, y créanme, ninguno, pero ninguno me ha dado respuesta con fundamentos, algunos mostrando nerviosismo y en coloquial “lenguaje cantinflesco” concluyen sin decir nada en concreto, otros, de plano “saliéndose por la tangente” responden “pues, se la escuché a mi maestro de baile” o “la escuche en un taller de danzón”, o, “Lo mencionaron en una conferencia, pero nunca se dijo el porqué”.
Antes de continuar, aclaro, que el contenido de estas líneas son reflexiones completamente debatibles y, ojalá alguien exponga un argumento convincente y definitivo, el cual lo aceptaré con mucho gusto y respeto.
Pero, mientras esto sucede, vayamos por partes, lo primero y conducente, tratándose de confusiones semánticas, es consultar el diccionario para saber con precisión el significado y alcance del adjetivo “fino”, que de manera general nos indica lo siguiente:
1.-Tratandose de cosas materiales, significa: delgado, estrecho, ligero, menudo, afilado.
Sus respectivos antónimos: grueso, ancho.
2.- Tratándose de personas, significa: selecto, refinado, elegante, distinguido, pulcro.
Sus antónimos son: basto, vulgar.
Como pueden ver, nada tiene que ver con el baile, que no es ni una cosa material, ni tampoco es una persona, por lo cual, de principio es un error aplicar el adjetivo “fino” al baile como elemento comparativo y distintivo. Por supuesto, que encontrarán varios blogs, páginas en facebook, videos, etc., donde aparece la expresión de “El danzón es baile fino de salón”, pero nunca dan una explicación, solo repiten como pericos lo que oyeron o leyeron sin tomarse la molestia de certificarlo.
Pero, suponiendo que el danzón tuviera esa “categoría” de “baile fino de salón”, entonces, tendríamos que considerar otra clasificación contraria o diferente, entonces, obviamente surgiría la pregunta ¿cuáles serían los bailes de salón “gruesos”, “anchos”, “ásperos” o, “vulgares”?. ¿Se dan cuenta de la mala aplicación del adjetivo “Fino”?, tan falso es, que en las Federaciones Internacionales del Baile no existe la dichosa clasificación de “baile fino de salón”, simplemente los nombran como se les ha llamado desde su aparición, es decir, “Baile de Salón”, ó, “Ballroom Dancing”, ó, “Danse de salón”, pero, lo más lamentable es el hecho de que nuestro amado danzón no aparece mencionado en sus catálogos de Baile de Salón, como si no existiera, ¿por qué?, he aquí una gran pregunta a resolver para los “fanáticos” del danzón.
Claro, con todo esto, se preguntarán, ¿entonces de donde surge eso de “baile fino de salón”?, y aquí viene algo que le va a dar más “sabor al caldo”, o, quizá nos aproxime al origen de esta dichosa expresión, tema de este escrito.
En el libro “IMÁGENES DEL DANZÓN Iconografía del danzón en México” de Jesús Flores y Escalante, en la pagina. 178 encontramos un artículo titulado “LOS CONCEPTOS DEL MAESTRO MANUEL M. ROSALES RESPECTO AL BAILE DE SALÓN”, del cual, cito fielmente algunos párrafos:
“Considero dos fases muy distintas del baile de salón, o baile social, porque es el que se usa en las fiestas. La primera involucra al ‘baile fino’, llamado así porque se requieren técnicas ya establecidas […] aquí consideramos ritmos como el tango, el vals, el pasodoble, el fox trot y el danzón. En la segunda fase, está el ‘baile popular’, es decir, aquel que no requiere tanto estudio para llevarse a cabo, como sucede con la cumbia, el rock, el mambo, la salsa y el chachachá […]. Cada una de estas fases son, como se podrá advertir, muy diferentes entre sí.”
Realmente, no entiendo lo que quiso decir el maestro Manuel. M. Rosales en su particular clasificación a los bailes de salón, en primer lugar utiliza la palabra “fase”, que según el diccionario tiene que ver con ciclos, etapas, periodos, cuestiones químicas, físicas, astronómicas e incluso eléctricas, pero, nada que ver como elemento de comparación dancística, ni con lo fino, ni con lo popular, menos aun relacionado con una técnica para bailar, pero, aparte de estas imprecisiones semánticas, me llama la atención la forma tajante en que segrega (según su criterio personal) los bailes de salón en dos grupos, el fino y el popular, esto, argumentando como factor de diferencia un nivel de “técnica establecida”, propia del ámbito académico, ojo, académico. En esta ocurrente “segregación”, saca al danzón, que era un baile con un indiscutible sello popular, arrabalero, cabaretero “cachondo” y hasta prostibulario, para incrustarlo en un grupo al que llama “fino”, según él en oposición a lo popular, me pregunto, que, ¿acaso los parroquianos de aquellos antros y salones de baile como el legendario Salón México específicamente en sus salones popularmente llamados El Sebo y La Manteca bailaban el danzón con una “técnica académica establecida” como la impartida por el maestro Rosales?, pues, claro que no, definitivamente no, esos “parroquianos” eran en su gran mayoría obreros, “clasemedieros” y proletarios. ¿Dónde está esa pomposa “fineza” del danzón?
Afortunadamente, hay muchos testimonios, literarios tanto en prosa como en verso, así como fílmicos y fonográficos, donde al danzón lo describen en su auténtico hábitat, con esa linda y auténtica estampa popular, “quintopatiera” y arrabalera, pero claro, estos maestros iniciadores y continuadores del “academismo dancistico”, siempre han tratado de “limpiar” esa “inmoral y mala imagen” del danzón aplicándole insistentemente el adjetivo “Fino”, además de convertirlo, entre otras cosas en un “remedo de ballet” y, en un artificial baile elitista
Si consideramos que “El Danzón es Cultura”, el lenguaje es fundamental en la correcta difusión de esa cultura, por lo que no podemos seguir utilizando “neologismos” sin fundamento, ni falsas clasificaciones de baile que en nada ayudan al danzón, hay que decir no a la práctica del engaño.
Finalmente, querámoslo ó no, la historia del danzón en México no miente y, solo quedará esa inquietante nostalgia de aquella popular época de oro del danzón, donde, para bailarlo no se requería asistir a ninguna academia de baile, ni ostentarse de tener una “técnica establecida”, ni modernas envolturas de falsas “finezas” y cosas peores, por eso, definitivamente me quedo con la imborrable imagen de “El vals de los pobres”, como puntualmente describió al danzón el escritor y cronista Carlos Monsiváis.
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