DANZÓN SUBLIME DANZÓN
Por Alejandro Cornejo Mérida
Extracto del Boletín Danzón Club No. 54, Agosto, 2014
Un proverbio es un mensaje que explica una experiencia nacida del pueblo, tiene la tendencia de aplicarse reiteradamente a casos concretos, es un conocimiento popular que también se le conoce como adagio o sentencia. Referida sobre el caso de las penas, entendida ésta como tristeza, dolor o sentimiento corporal, existen muchos apotegmas, uno reza así: Cantando, cantando, las penas se van olvidando; es cierto, pero también consideramos que las penas se olvidan o mueren cuando bailamos un delicioso danzón. En efecto, cuando nos enamoramos de ese bello ritmo y lo aceptamos, pasa a formar parte de nuestra vida y es cuando encontramos el olvido a las tristezas, la congoja y el dolor, pero además descubrimos en él un rosario de sublimes bondades que nos hace la existencia agradable y placentera.
Una acción bondadosa es aquella que se genera en los buenos corazones y la realizan las personas que tienen el sano propósito de hacer el bien no sólo a los humanos, sino también a los animales y a la naturaleza. Bondad, según el diccionario es aquello que tiene calidad de bueno. Por extensión consideramos lleno de bondad todo lo que se relaciona con la benevolencia, humanidad, clemencia, dulzura, amabilidad, indulgencia, mansedumbre, compasión y generosidad. Todos estos sustantivos bien caben, y armonizan de manera admirable en el Danzón, esa bella creación inspirada por la musa Euterpe que dio fama y gloria a grandes personalidades como Miguel Faílde y otros iluminados compositores como José Urfé, José María Romeo, Amador Pérez Torres “Dimas” gloria de Oaxaca y creador del danzón de danzones : Nereidas.
El Danzón, igual que el Tango y otros géneros musicales, es considerado como de los que, de manera intensa, engendra las más altas pasiones, conduce al frenesí, nos encadena dulcemente y nos cautiva; como los buenos vinos de Francia, Italia y Portugal su poder nos seduce; tiene el más agradable tinte de dulzura que hayamos imaginado. Sus bondades son tantas que no alcanzan los dedos de la mano para contarlas. Una de sus benignidades más importantes que debemos mencionar es que al bailarlo o al escucharlo, nuestro corazón se llena de felicidad porque esa música nos inyecta un estado de ánimo que nos hace experimentar un regocijo y una satisfacción difícil de encontrarle comparación; no tiene paralelo porque es una actividad sana que enternece y eleva nuestro espíritu.
El ser humano desde sus orígenes, siempre ha buscado la felicidad; ésta es tan importante en la vida que sobre ella se han compuestos muchas canciones y escrito cientos de libros. Se dice que el destino del hombre es la felicidad, es cierto, pero debemos entender que ella no proviene del exterior, no es un objeto que se pueda comprar; es un error pensar que el tener bienes en abundancia nos hará más feliz; la felicidad hay que trabajarla dentro de nuestro ser; se cultiva con esmero, con delicadeza, con inversión del tiempo, con franqueza y con un alto grado de fidelidad; se siembra como las orquídeas, las rosas y las flores en general, como las frutas y las verduras que nos dan salud y buena calidad de vida. Ese bienestar, esa satisfacción se estimula y se genera dentro de cada ser y se lleva como una bendición en el interior de nuestra persona.
La felicidad proviene, según se dice, de una lejana raíz conocida como la palabra fe, que significa producir. Ese estado de ánimo no cae del cielo, su nacimiento se origina o se produce como consecuencia de nuestros pensamientos y actitudes. Nuestra mente es la cuna productora de nuestras acciones, esas que a diario realizamos, y ese pensamiento es tan poderoso que puede hacer del paraíso un infierno y del averno un anhelado cielo.
El funcionamiento de la mente nos puede hacer dichosos o infelices, todo depende de cómo aceptemos el mundo externo que nos rodea. Se dice, y con mucha certeza, que si cambiamos nuestra manera de pensar entonces transformaremos la forma de sentir. Si todo esto lo relacionamos con el danzón, entonces encontraremos que ese bello género musical tiene sublimes bondades porque al escucharlo, sus notas penetran nuestro ser y palpan las fibras más sensibles del sentimiento, haciendo que vivamos la experiencia de la pasión, la vehemencia, el frenesí, la emoción y la generosidad. Las cualidades que observamos en esa música es la que genera en nosotros la dicha y felicidad.
A los jóvenes les despierta la sensibilidad, carencia existente en las nuevas generaciones, mismas a los que ya no les impactan las cosas espirituales. A los que hemos entrado al jardín de los otoños prudentes y que nos hemos vueltos maduros, sentimos que el danzón nos rejuvenece.
Para conservarse joven se han inventado muchos remedios. Desde tiempos ancestrales se ha buscado la fuente de la juventud, se han difundido fórmulas creadas por vividores y charlatanes que recomiendan pócimas mágicas para mantenerse sano y jovial, pero la verdad, creemos, está en las sugerencias de los especialistas actuales que no fallan cuando nos sugieren ejercicio, sana alimentación, evitar los conflictos emocionales y sobre todo aquello que nos causa estrés. Se ha difundido la recomendación de que para ser feliz y vivir alejado de las enfermedades es necesario “comer la mitad, caminar el doble y reír el triple”. Si los danzoneros nos proponemos comer menos pero nutritivo, conservaremos la buena figura; si agregamos el ejercicio que hacemos al bailar y la alegre convivencia con nuestros compañeros de baile, seguro que lograremos vigor, lozanía, longevidad y una vida feliz.
A todos por igual, el danzón nos motiva y hace que el corazón rebose de alegría, de placer y bienestar. Nos permite agrandar y afianzar nuestras relaciones, conquistando unos de los más bellos tesoros de valor incalculable, como lo es la amistad. Ese afecto de especial germinación es un sentimiento que genera los actos más hermosos y nobles que siempre permanecen vivos ante las fuertes vicisitudes de la vida.
El danzón, es una creación maravillosa porque pone en actividad nuestro cerebro, estimula la segregación de la serotonina de tal manera que nuestros neurotransmisores nos hacen vivir momentos placenteros, dándonos la oportunidad de tocar el cielo y abrirnos las puertas del paraíso terrenal.
Es un buen triturador de tristezas y melancolías; como si fuera un mago de muy alto nivel, hace que las angustias y los pesares desaparezcan cuando al bailar nos envuelven las dulces notas del danzón. Y es importante destacar que acerca los corazones acongojados y, como buen consejero y cómplice, los conduce al jardín del enamoramiento, ahí donde todo es ternura, donde tintinean bellamente las campanas de cristal y donde se respira la fragancia de la felicidad.
El arrobador ritmo nos despierta el gusto por la vida y enseña el arte por el buen vivir, disciplina de la que aún tenemos mucho que aprender, para que nuestro cuerpo y nuestra mente no sea víctima de la oxidación que provocan los apresurados años que se viven en las grandes ciudades.
El ejercicio que realizamos al ejecutar el danzón, ya sea en la clase o en cualquier otro evento, nos proporciona salud. Es una actividad moderada, libre de riesgo, que todos podemos realizar con facilidad y sin ninguna complicación.
Los ecos musicales que emergen de los instrumentos de las orquestas danzoneras constituyen una cadencia de movimientos y sonidos que cautivan plenamente por su exquisitez, que avivan con un alto placer nuestros sentidos. Es notorio que esa tierna resonancia ahuyenta muchas enfermedades como las molestias de la artritis, el reumatismo, la depresión, la obesidad, la arritmia y algunos otros males cardiovasculares.
Nos permite, para bien, un cambio de vida y de gustos que nos abre amplios horizontes de actividades; asimismo, contribuye a la modificación de hábitos y vicios perniciosos que dañan la salud.
El aprender y crear nuevos pasos, así como el ensayo de frescas y recientes rutinas que son ejercicios de memorización, nos ayuda a entrenar la mente y así detener el avance del Alzheimer. Esta actividad despierta en el bailador la creatividad y la imaginación para inventar pasos, rutinas, entradas, remates y nuevos estilos en el baile.
A las personas que les agrada escribir, y que se sientes atraídos por la literatura y el gusto por plasmar en papel ideas convertidas en palabras que deambulan en los floridos jardines de la belleza, se ejercitan escribiendo poesía, cuentos, crónicas, artículos y novelas, todo esto relacionado con las personas que se mueven al ritmo de la música de su preferencia, que en este caso es el danzón.
Otra cualidad del reverenciado ritmo es que nos permite adquirir un estilo muy personal al bailar; además de hacernos sensibles, despierta en nuestro ser en sentimiento delicado y una intuición de lo que es la estética dancística, permitiéndonos mejorar la imagen y darle lucidez a nuestra presencia. Esto es bueno porque el bien actuar y vestir, no lo podemos negar, nos ayuda a alcanzar metas exitosas y a que seamos bien aceptados en el medio en que nos desenvolvemos.
Con la actividad a que nos somete el danzón logramos un sueño tranquilo y reparador. Dormimos despreocupados y plácidamente después de haber bailado en la clase, en una fiesta danzonera de las plazas públicas o en los salones de baile. De esta manera podemos asegura que el danzón es una magnífica terapia en contra del insomnio.
Lo sublime de este estilo musical es que con sus hechizos provoca que los corazones tristes, rotos, abandonados, adoloridos, enfermos, marginados, algunas veces despreciados, y olvidados de la diosa Afrodita o de Cupido, se acerquen a la música y a través de ella se entreguen y formen parejas sentimentales para que se ayudan mutuamente a sobrellevar el doloroso peso de la vida que se vive fuera de la línea danzonera.
El danzón transforma los rostros serios, adustos, angustiados, secos, severos, ceñudos y taciturnos en semblantes alegres, risueños y agradables. Asimismo, nos impone disciplina para ser puntuales en los ensayos, en las clases y en los festivales danzoneros. La disciplina es importante porque es el único medio por el cual alcanzamos las metas fijadas por nosotros mismos. El baile, para dominarlo nos exige constancia y perseverancia y ese es el camino que nos conduce al objetivo planteado y así obtener un excelente nivel como buenos bailadores.
El ritmo musical nos transmuta, porque debido a él, y en el afán de agradar a los que nos observan, nos preocupamos en cuidar nuestra imagen; nos interesamos por vestir mejor y por tener el calzado bien lustrado; esto porque adquirimos conciencia de que las miradas del público siempre se dirigen a los pies de los bailadores; no cabe la menor duda, es la danza y los buenos instructores los que contribuyen a que aprendemos a usar los atuendos adecuados para el baile de salón.
Gracias al danzón, cuidamos también de eliminar hábitos de mal gusto (perdón si mi comentario incomoda al lector) como lo es el masticar chicle al momento de danzar; o como el de oler a cigarro o despedir aliento alcohólico. Obvio que alejarse de esas desagradables costumbres resulta benéfico para la salud e imagen del bailador. Como es de notarse, el bello ritmo musical nos transforma, provoca un cambio positivo en nuestras vidas. Su influencia es tan acentuada que tiene la fuerza suficiente para que nuestras vidas se modifiquen. Así como un buen libro, una religión, un buen trabajo, una herencia, un premio de la lotería o un gran amor pueden hacer que se modifique un proyecto de vida, así el danzón tiene el vigor y la pujanza para darle un viraje a nuestra existencia.
CONTINUARÁ…
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