CAMBIO DE
PERSPECTIVAS……….
Por Enrique Gerrero “Aspirante Eterno”
Extracto del Boletín Danzón Club No. 49, Marzo, 2014
Saludos cordiales
Esta ocasión me dio por tratar el asunto
comparativo entre la perspectiva de la población acerca del Danzón de los años
50s en nuestra ciudad, la cual es muy posible sea muy parecida a la de varias ciudades más en
lo que es el centro del país. Dentro de las fuentes documentales que he usado
me encuentro que en nuestra ciudad no había
el gusto por bailar Danzón, tal vez propiciado por el estigma con que el
cineasta español, Juan Orol, que en
sus películas de mafiosos y de tugurios de baja estofa, la presencia del Danzón
se presentaba de manera infaltable en
sus escenas. Revisando los carteles musicales de los bailes tradicionales en nuestra ciudad,
como fueron los de la Coronación de la
Reyna Universitaria en noviembre, la de los Charros en septiembre, la del
Patronato de fiestas en Navidad en diciembre, la de la Escuela de Ingeniería en
julio y hasta ahí hubo bailes en nuestra ciudad de forma pública. Lo
interesante es que en ninguno de estos eventos se contrató a alguna de las
danzoneras que aún existen, como la de Acerina, la de Dimas, La México, y totalmente desconocidas las de Felipe Urbán o la de Sebastián Cedillo, mucho menos la de José Casquera. Las orquestas de
renombre que amenizaban eran las Juan
García Medeles, Los Violines de
Villa Fontana, Los Románticos de Cuba, Los solistas de Lara, Carlos Campos ,
Francisco Pimentel, y sobre todo Juan Torres, quienes interpretaban música de moda, como swing,
foxtrot, pasos dobles, valses, mambo, cha cha chá, polkas, twist, rock and
roll, etc. Más no se atrevían a interpretar Danzón por no ser del gusto de la
concurrencia, que mayoritariamente eran gente de la burguesía, y su perspectiva
del Danzón era de que ese baile y su música pertenecía a las clases bajas,
reforzada la idea por su constate resonancia en la entonces zona roja lugar en
donde campeaba el ritmo cubano. En alguna ocasión se atrevieron a presentar a
Gamboa Ceballos y en otra a el mismo Dámaso Pérez Prado. En contraste en las
fiestas familiares de la clase media y de clase baja, económicamente hablando, ahí
si se tocaba el Danzón en los aparatos reproductores utilizando discos de
acetato, más de forma muy esporádica.
Así mismo en la perspectiva que del Danzon
se tenía en la ciudad de México, como lo
podemos leer en los libros de Don Jesús
Flores y Escalante tal como Salón
México, y en Iconografía del Danzón
en México, y que hace una fuerte
crítica a los bailadores técnicos de
estos tiempos llamándoles “snobistas” por la tendencia de convertir al Danzón
en clasicista y sobre todo de estar deformando el sentido de bailarlo con
ropajes caros, y hasta exóticos.
Otra fuente de la misma
perspectiva clasemediera, se encuentra
escrita en el libro imágenes del Salón México de la sra. Mónica Lavin. Es cierto que alguna
parte de la alta sociedad de ésta ciudad
se daba cita en algunos salones, como menciona don Simón Jara en su libro De Cuba con amor… a México, de manera
incógnita o bajo las sombras pues no se atrevían a mostrarse públicamente por
temor a la discriminación de los de su misma clase. Con la proliferación de los
salones de baile como el Colonia, en plena Colonia Obrera, o el de los Ángeles
en la Colonia Guerrero y no se diga del Salón México enclavado en un barrio, se
reforzaba la idea de que el Danzón era “chancletero” como lo nombra el Sr Flores
Escalante.
Actualmente la imagen entre la población en
general, es de que el Danzón ahora es Aburguesado,
ya que lo que pueden percibir de los bailadores en cada exhibición en los
aniversarios o en las muestras en las plazas públicas de los grupos actuales
les confirma desde la manera de conducirse, la vestimenta de las damas y de los caballeros, el arreglo
personal de ambos y la misma ignorancia del porqué se detienen las parejas en
ciertos momentos, y con todo ello inhiben a las personas a unirse al baile.
Al parecer es contraproducente esta actividad de hacer exhibiciones o muestras para los fines de promoción del motivar a la personas a integrarse a algún grupo de baile ya que para ellos existe una declarada necesidad de vestir igual a los participantes, lo que implica una inversión monetaria, que quienes gana apenas para su subsistencia nunca se animen a hacer semejante gasto.
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