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domingo, 18 de abril de 2021

ELOGIOS PARA EL BAILE FINO

 ELOGIOS PARA EL BAILE FINO 

Por Alejandro Cornejo Mérida 

Extracto del Boletín Danzón Club No. 51, Mayo, 2014


El alma musical me invita al dulce trovar, 

por eso, con palabras voy a lanzar, 

loas con esmero a los cuatro vientos, 

elogios para el baile fino, voces de contento, 

con sentimientos modelados de pasión

 que tienen como destinatario 

el más bello de los bailes: el danzón. 


Ese ritmo que aloja en sus entrañas 

la elegancia, la finura y la cadencia 

virtudes que a los bailadores acompañan 

para vivir gustosos y con presencia. 


Danzón con piel de seda y aroma de gardenia, 

caballero afable de excelso linaje 

que para bailarlo nunca se solicita venia. 


Danzón, a tu apostura fascinante me adherí; 

y tu baile lo disfruto lo mismo en rutina, libre 

o colectivo, porque al fin, todo lo impregnas de frenesí. 

Eres, prodigioso danzón, la hormona del placer 

que cautivas con tus detalles al hombre y a la mujer; 

eres serotonina complaciente y afamada 

que en mis neuronas viajas desenfrenada 

incitando amor, ánimo, salud y aprecio, 

riqueza única que no se le observa el precio. 


Con tu armonía angelical a todo el mundo seduces, 

lo digo con orgullo, te amo ritmo alegre y generoso, 

por ti la vida me sonríe y por ti yo soy dichoso. 

Me alegra verte con tu atuendo de esplendor; 

saber que con ninfas, nereidas y doncellas 

partiste de los mares griegos en brioso Pegaso, 

conquistando, con la contradanza a los ingleses, 

españoles, haitianos y franceses. 

Y tras inicua e imprevista transculturación 

te hiciste criollo, transformándote en danzón, 

para luego, de Cuba, llegar a mi región, 

con tu elegancia, tu alegría y sin retraso 

con tu cargamento de fascinación que nos trajiste 

del histórico Monte Parnaso. 

Magnánimo danzón, que inspirado por los dioses 

fuiste elegido por Calíope y Eratos para darnos, 

sin discriminación, momentos gratos; 

y con Euterpe, Polimnia y Terpsícore 

se formó tu séquito sabio y cortesano 

que le dio fulgor a tu majestuoso señorío, 

y así obsequiarnos, con tu bondad de soberano, 

la dicha y el aroma que se vive en tu danzar bravío. 

Danzón de linaje enaltecido que tienes la noble fuerza 

de la oración convertida ya en recinto de pasión; 

serás siempre el elixir que alivia mi corazón. 

Danzón clásico, sagrado y divino, tu toque musical, 

que no esconde lo bizarro, fue bendición 

que me alejó del vino, me introdujo en la poesía 

y en la elegancia; y de mi mano, para siempre, 

me quitó el cigarro. 

Levanto mis ojos y doy gracias por tu divinidad, 

por haberte conocido, majestad de todos los ritmos, 

porque eres único, un verdadero coloso 

rebosante de virtudes, bello, noble y cariñoso; 

sembrador de amistad, de amor y felicidad. 

¿Cómo no rendirte apasionada pleitesía 

si eres el señor de la elegancia, de la finura, 

de la seducción y la gallardía? 

Como si fueras un santo, todos desean tocarte, 

y así lo hacen los reyes de la trompeta, 

los magos del teclado y del trombón, 

los genios del contrabajo y los amos del saxofón. 

La resonancia del clarinete, hermanada a los metales, 

armonizan con el güiro y la belleza de los timbales. 

Por gallardo y cortés te conocen, amable danzón; 

resplandece tu buen prestigio que ya es universal 

y en mi patria te aplauden en el sur, en mi costa tropical, 

en el Altiplano, en el Bajío, en tierras norteñas 

y en la atractiva costa occidental. 


Débil y transitoria es esa flama que llamamos vida, 

axiomática advertencia que no se olvida; 

por eso, cuando llegue el final de la existencia, 

pienso que será el momento oportuno para expirar, 

bailando un alegre montuno. o morir sin protección

 y sin parapeto gozando Veracruz cumbanchero o 

danzando El bombín de Barreto. 


Danzón eterno de perfumada historia, 

eres, por mandato divino, un cielo de gloria, 

un hidalgo de prestigio en este mundo 

que alegras mi alma de vagabundo. 

El tiempo sin descanso, perennemente vivirá; 

el Sol, para ti dulce majestad, siempre brillará; 

con el corazón y con fuerza gritaremos: 

¡El danzón, nunca, nunca morirá! 

porque eres sustancia de amor fragancia 

y esencia de pasión, generoso y bello; 

divina creación y de muchos males el gran sanador. 

con tus agraciadas melodías tu rico y tu sabroso montuno 

me inspiras para aclamar que ritmos como tú ¡ninguno!

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