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Su amigo, Ing. Javier Rivera (Danzonero X), les da una cordial bienvenida a este nuevo espacio alternativo donde pondré el historial de documentos, textos y materiales relacionados con el danzón y sus circunstancias. Cualquier aportación será bien recibida.

martes, 13 de abril de 2021

HÁBITOS QUE DAÑAN LA IMAGEN DEL DANZÓN

 HÁBITOS QUE DAÑAN LA IMAGEN DEL DANZÓN

Por Alejandro Cornejo Mérida

 Extracto del Boletín Danzón Club No. 44, Octubre, 2013

Inmersa en el Cosmos del encanto y la perfección, encontramos destellando fascinantes luces, la actividad dancística que es una de las expresiones más altas y puras de la belleza; en ella vemos cómo armonizan la música y los movimientos corporales de los bailarines. Esta divina seducción muchas veces la notamos opacada por los malos hábitos de quienes ejecutan un baile, rutina o coreografía.

Existen muchos hábitos negativos (fumar, tomar aperitivos, sonar la boca al comer, etc.) que son mal vistos e inaceptables por las personas que se inclinan por lo artístico y se preocupan por tener una presencia que agrade los sentidos de quienes las observan. Los malos hábitos no se heredan, son adquiridos en el medio en que nos desenvolvemos, como son: la casa, el taller, la oficina, la escuela o convivencia con los amigos.

En la práctica del baile fino como lo es el Danzón, también observamos hábitos que dañan y le restan belleza a la ejecución de este ritmo elegante. Antes de comentar esa mala práctica que algunas personas, después de razonarlas habrán de agradecer, quiero señalar un hecho que está muy relacionado con lo que explicamos y, a la vez, me permite hacer referencia a un uno de los pasajes más hermosos para transitar a pie, como lo es la calle Madero ubicada en el corazón de la ciudad de México. Caminar por este lugar es bellamente recreativo, pues encontramos una forma placentera de invertir el tiempo. Disfrutas viendo aparadores de tiendas de ropa tanto de damas como de caballeros, magos, danzantes, músicos, estatuas vivientes, personas disfrazadas de personajes cómicos, héroes de películas y revistas de cómic como Superman, Batman, Robin, Hombre araña, Máscara verde, Capitán América, Pirata del Caribe, etc. Además, encontramos una enorme variedad de restaurantes donde podemos disfrutar de suculentos y variados platillos. Todo es bello y delicioso en esa calle, pero “nunca falta el negrito en el arroz”; lo triste y desabrido del ambiente es ver que el piso del atractivo andador, que originalmente era amarillo mostaza, y por el que transitan diariamente miles y miles de personas, ahora se encuentra transformado con un aspecto altamente desagradable, por los abundantes e incontables lunares negros que existen en el pavimento, ocasionados por los chicles que son tirados inconscientemente en el lugar, hecho que lo denigran y le restan belleza.

Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que en la ciudad no existe una sola banqueta  que no sea mudo testigo del mal hábito de masticar chicle y después, sin la mínima consideración es arrojado al piso. Y como si eso fuero poco, la goma de mascar aún da más de que comentar: muy cerca de una base de microbuses, existe un árbol en el que las personas que por ahí transitan, van pegando sus chicles de diversos colores, y lo hacen de tal manera, que el pobre árbol no sólo da mal aspecto sino que da náuseas al verlo cubierto de  tanta inmundicia. 

Nunca imaginé que mascar chicle, además de proyectar mala imagen de la persona que lo hace, tuviera serias consecuencias como lo es la descalificación en algunos espacios dedicados a la actividad danzonera. En efecto, he logrado información de que en un concurso de Danzón, una pareja que bailaba magistralmente, con gracia, simpatía y precisión, fue descalificada porque el caballero danzoneaba con el saco desabotonado y la dama masticaba chicle sin recato y de manera indiscreta.    

         La palabra chicle proviene del vocablo náhuatl tzictli y se refiere a una goma de masticar que desde tiempos remotos, antes de que llegara a tierras de Tenochtitlán, el sanguinario y perverso Hernán Cortés, usaban los antiguos mexicanos y, que sin pretenderlo, lo aportaron al mundo como algo muy mexicano; ahora, industrializado, se ha extendido por toda la tierra. Su enorme fama sólo es comparada con el Tzilli, que era el nombre con que originalmente los naturales, de lo que ahora es México, daban al alimento que todos conocemos como chile.

La costumbre de mascar chicle consideradas buenas para unos y muy desagradable para otros, es un hábito de muchos años arraigado en algunas personas y permanecido en nuestra cultura a pesar de ser repelido por muchos al ser considerada prácticas de mal gusto; y es así como vemos en: oficinas, talleres, centros comerciales, escuelas, transporte público, en la práctica de algunos deportes y  hasta en las iglesias, que la gente de todas las edades tiene la costumbre de exhibirse masticando el famoso chicle.

No es necesario ser experto en proyección de imagen personal ni conocedor de los manuales de urbanidad para entender que el masticar chicle es mal visto por las personas de actitudes y gustos refinados. Imaginemos, todos los que gustamos del Danzón, danzando en un baile de gala, en un distinguido y suntuoso  salón, luciendo finos smokings y nuestras damas bellas y hermosas por naturaleza luciendo sus vestidos de noche, deslizándonos, acariciando el piso con los zapatos al compás de las celestiales notas del bello Danzón ”Serenata de Shubert”, pero todos, sin reserva e imprudentemente masticando chicle; creemos que con esa actitud presentaríamos un cuadro verdaderamente desagradable; eso, sería algo así como ponerle sal, limón y salsa picante a un panqué igual que al sabroso y espumoso chocolate caliente. Pero la antiestética actitud no solo se apreciaría por estar en un suntuosos salón o por los atuendos elegantes de los bailadores, la desagradable presentación sería sin duda por la actitud de consumir la goma mascar, que en cualquier lugar, sea la calle, plaza pública, vecindad  o un sencillo salón de baile  resta presencia, finura y elegancia en cualquier lugar que estemos. A los bailadores profesionales que se exhiben en los teatros y en lugares de buen nivel, nunca los vemos masticar chicles. Tampoco  los hombres públicos y mujeres encumbradas en la política o en alguna profesión se ocupan de usar esa goma de mascar que muchos la aceptan de buena manera.

Cuando se toca el tema del chicle hay quienes hablan virtudes de él, y es así  como escuchamos decir que quita el hambre, calma la ansiedad, controla la tensión, reduce las ganas de fumar, que tiene una acción limpiadora de la dentadura, etc. Otros opinan que masticarlo puede causar  severas caries, aparición de úlceras estomacales, desgaste del esmalte de los dientes, provocar gases y acidez, así como irritación intestinal. Todo esto que se dice puede ser cierto pero ese no es el tema a tratar. Lo que deseamos analizar, desde el punto de vista estético, es saber cómo nos vemos masticando chicle.

Para proyectar una buena imagen en el baile, trabajo o en la calle, no sólo basta usar ropa que esté acorde con nuestra persona y combinarla adecuadamente, sino que los atuendos deben ser apropiados al lugar donde realizaremos nuestra actividad, cuidando ciertos detalles como la pulcritud y evitando mostrar hábitos que los expertos en imagen sugieren debemos suprimir. .

Los errores más comunes que cometemos al bailar Danzón, suelen ser el no cerrar bien en los pasos tres, seis, nueve y once; levantar los pies en vez de deslizarlos acariciando el piso, no sonreír, no mirar el rostro de la pareja y no rematar con precisión. Estas fallas a veces pasan desapercibidas para el público, pero lo que nunca puede ocultarse para nadie es la molesta y fastidiosa manía de masticar chicle, hábito que en mucho daña la imagen del Danzón.

La diosa de la danza, Terpsícore, ¿qué nos diría si nos viera masticar chicle? Seguramente reprobaría esta actitud pero además nos aconsejaría que en vez de adorar a la goma de mascar que en mucho contribuye a que proyectemos una imagen atroz y repulsiva, mejor reverenciáramos y exaltáramos  la bien amada figura de su Majestad el Danzón, que mucho nos ayudaría a mejorar nuestra imagen.

Y la seductora Afrodita, diosa de la belleza y del amor, siempre deseosa de inculcar  en los humanos la idea de lo sublime, de la grato y lo hermoso, nunca aceptaría ni asociaría el acto de mascar chicle con la belleza, porque esa actitud rompe la distinguida armonía y tuerce el camino que podría llevarnos a la perfección y consecuentemente a lo notable y al deleite.

Como muchas personas durante un largo tiempo busqué la felicidad, la encontré esporádicamente en alguna actividad, pero descubrí que ser bien aceptado por los demás también proporciona satisfacción, placer y dicha. Todo eso conjugado con la práctica del Danzón nos conduce a una felicidad plena e integral. La elegancia en el vestir sumada a una seductora y radiante ejecución de un risueño Danzón no debe ser oscurecida por la costumbre de mascar un ordinario y fatídico chicle.

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INSCRIPCION A LA ASOCIACION MEXICANA DE DANZONERO

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