ANÉCDOTAS DANZONERAS (II) LA ZAPATILLA ROJA
Por Alejandro Cornejo Mérida
Extracto del Boletín Danzón Club No. 42 - Julio, 2013
Aunque ya han pasado varios años, la anécdota que me platicó Ernesto mi entrañable amigo, la recuerdo como si me la hubiera narrado ayer. Según me comentó, todo fue motivado por el agraciado y sonsacador Danzón; la pequeña historia comenzó un sábado por la noche en que se fue a divertir a un conocido salón de baile de esta bella Ciudad de México. Ese sábado, previo al inicio de una Semana Santa, él y su esposa habían planeado irse de vacaciones a las playas de Acapulco.
Desde muy joven, Ernesto fue más que un
fanático, un vicioso del baile, en especial del cautivador Danzón. Inventando
mentiras, para lo cual era muy hábil, con frecuencia se escabullía del trabajo
y de su hogar para poder asistir a los salones de baile y disfrutar la
actividad que más le apasionaba, la de bailar Danzón. Su esposa que también era
amante del baile, había dejado esa diversión por que así lo exigían las labores
domésticas y el cuidado de dos hijos que tenían. Esta situación la mantenía
arrepentida de haberse casado pues ya no podía divertirse como lo hacía antes
del matrimonio. Desconfiada y víctimas de los celos, cuando se enteraba de que
Ernesto acudía a los salones de diversión dancística, le reclamaba ese proceder
y reñían acaloradamente; amenazaba con demandar el divorcio si continuaba con
ese vicio del danzón; por esa causa él se evadía clandestinamente para
satisfacer su anhelo de danzonear, platicar y divertirse con las amistades de
esa comunidad.
En ese sábado mencionado, después de
bailar con sus amigas, aceptó la invitación de otro amigo para irse con dos de
ellas a otra fiesta que se efectuaba en una casa particular; allí, cenaron
bebieron y bailaron Danzón hasta el cansancio. Al terminar la diversión, se
sentía alcoholizado, por eso le pidió a su amigo que condujera el auto y se pasó al asiento posterior junto con una de
sus amigas, la otra chica ocupó un asiento de adelante y con el conductor iniciaron
una amena charla.
Eran como las dos de la madrugada cuando
salieron del fiestón. Habían acordado que primero dejarían a las chicas en sus
respectivos domicilios, luego al amigo y finalmente Ernesto conduciría el auto
hasta su casa para descansar un rato y luego iniciar su viaje al paradisíaco
Acapulco en unión de su familia. Durante el trayecto y debido al calor de las
bebidas ingeridas, se le despertó la lujuria, se le acercó a la amiga y
empezaron acariciarse encendiéndose las pasiones y el deseo de hacer el amor en
el asiento trasero del auto. Recordaba muy bien que en la etapa previa
al acto de la fornicación, quitó a la dama las zapatillas y otras
prendas íntimas. En ambos se encendieron las candelas de las incontrolables
pasiones y lo que tenía que pasar pasó antes de que la guapa muchacha llegara a
su domicilio. Ella, al descender del
auto, de una bolsa de plástico negra substrajo unos zapatos de piso y
diligentemente guardó sus zapatillas en la misma bolsa. Como lo habían
planeado, cada uno llegó satisfecho y alegre a sus respectivos hogares. Sólo
Ernesto, como era de esperarse, fue recibido con una cadena de reproches y
reclamos de los que no hizo caso, pues lo que deseaba era descansar y dormir la
“mona”. Al día siguiente, retrasado en la salida, pero ya medio descansado, inició
su viaje hacia la playa acompañado de su esposa, suegra y dos hijos que todavía eran unos niños.
Después de pasar la ciudad de Cuernavaca, notó que su esposa empezó a dormitar,
cosa que a le enfadaba bastante pues consideraba que el sueño del copiloto fácilmente contagia
al conductor, quien en este caso ya andaba algo desvelado. Se detuvo en la
primera gasolinera que encontró en la autopista y pidió a su esposa que se
pasara al asiento de atrás para que durmiera mejor sin que él se molestara. De esta
forma, la suegra pasó a ocupar el asiento del copiloto y ya más tranquilo
continuó el viaje al Puerto turístico más visitado del país. Encendió el
estéreo, colocó un disco compacto y empezó a escuchar los bellos danzones que
interpreta la muy aplaudida “Danzonera
La playa” que era una de sus favoritas.
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