PAULINA ÁLVAREZ, LA EMPERATRIZ DEL DANZONETE Tercera parte y última
Por Dr. Jorge de León Rivera, Cronista del Danzón.
Extracto del Boletín Danzón Club No. 182 (Abril, 2025)
Paulina y Barbarito Diez, la voz de Cuba
Como el arrullo de palmas
Caballero del danzón,
reina tu acento sonoro
cual melódico tesoro
en arca de inspiración.
Cantas y la admiración
presente de plaza en plaza
sigue rondando tu casa
mientras esta frase aflora:
Barbarito Diez tu hora
ni se marchita, ni pasa.
NANCY ROBINSON CALVET
Existen calificativos que definen la gente, la vida, las cosas, porque se instalan en el imaginario popular y comienzan a formar parte de su historia. Nos referimos a la historia musical cubana y de América en su conjunto, ya que el fenómeno en muchos casos trasciende fronteras así ha ocurrido con Paulina Álvarez y Barbarito Diez, artistas que cultivaron muchos géneros, y sin dudas caracterizan el baile nacional.
De la Emperatriz del danzonete y La Voz de oro del danzón siempre habrá que hablar en presente, aunque físicamente desaparecieron en décadas pasadas. La calidad de sus interpretaciones, voces, proyección escénica y actitud hacia el arte y en la vida los ha tornado iconos imperecederos.
Paulina, con una voz potente, bien timbrada, envuelta en una delicada altivez, puso siempre por delante la auténtica cubanía con un estilo personal. Barbarito solo unía a su presencia las caricias de una voz inigualable y no necesitaba nadamás para encantar al público más exigente. Ambos cantaron muchas veces a dúo y fuera de los escenarios cultivaron una bonita amistad desde muy jóvenes, sus relaciones, según Barbarito, siempre fueron cordiales.
Muchos se preguntarán cómo acoplaron dos personas con características tan diferentes: una mujer siempre risueña, conversadora, amante del baile. Tanto en su vida cotidiana como en los escenarios establecía el intercambio con su público, y un hombre que proyectaba seriedad inamovible, aunque interpretara música bailable. La respuesta, a nuestro criterio, radica en la sobriedad innata que ambos poseían, matizada por su personalidad, compartían iguales valores éticos y morales cristalizados en una amistad signada por el respeto y la admiración mutuos. que trascendía a sus familias, al transcurrir caracterizados y manteniendo un trabajo sostenido por dignificar desde su arte, su color de piel y sus orígenes, el danzón, y la modalidad del mundo nombrada danzonete; sin abandonar otros géneros de la música cubana, apoyados en un repertorio de excelencia.
Ahora nos referiremos al surgimiento del danzonete, su Emperatriz, su vida, Nacida en Cienfuegos en 1912, Paulina Álvarez se traslada a La Habana siendo aún una niña, se presentaba en los actos escolares y veladas benéficas organizadas por sociedades de instrucción y recreo como la Unión Fraternal, el Centro Maceo, en los teatros Martí, Campoamor y el Palacio de los Torcedores.
Estudió música en el Conservatorio Municipal de Música de La Habana, Debuta como profesional en la radio 2PC y su popularidad aumenta rápidamente. Desde muy joven tuvo presentaciones en la llamada Feria de Los Precios Fijos y en diversas estaciones de radio. Paulina fue la primera mujer que cantó con una orquesta típica de manera permanente, en este caso la Elegante, lo que constituyó un hito en la historia de la música popular cubana y abrió el camino a las cantantes femeninas de la época, que comenzaron a presentarse con orquestas masculinas motivadas por su popularidad.
Compartió su voz con las orquestas de prestigiosos directores como Everado Ordaz, Obdulio Morales, Cheo Belén Puig, Neno González y Luis Castillo. Posteriormente fundo su propia orquesta, en 1938. En 1940 forma una segunda agrupación, con esta última, dirigida por el violinista Armando Ortega, su compañero en el arte y en la vida. Ofrecen el primer concierto de música popular en el exclusivo escenario del teatro Auditorium, hoy Amadeo Roldán, Realizó una amplia labor artística en centros nocturnos como Tropicana, Sans-Souci, Montmartre, Autopista Club, y Casino de Sevilla, entre otros
Fueron exitosas las presentaciones en los teatros Martí, Payret, América, Nacional, Mella, Campoamor, Auditorium y Gran Teatro de La Habana, por sólo citar algunos. Su importante trabajo en espacios de la radio y la televisión, unido al hecho de que brindó su arte por toda Cuba en fiestas patronales, sociedades, campamentos agrícolas, centrales azucareros, hospitales.
Como colaboradora del maestro Odilio Urfé en el Seminario de la Música Popular, en 1960 se presentó en congresos y eventos de diferentes organizaciones, y festejos por los aniversarios del triunfo de la Revolución, en escenarios como el Aula Magna de la Universidad de La Habana, la Plaza de la Catedral y el teatro Amadeo Roldán, entre otros escenarios.
Poseía un extenso repertorio apoyado en sus condiciones vocales, que le permitió abordar los más diversos géneros, pero fue el danzonete, variante del danzón, el que la coronó con el título de Emperatriz del danzonete, a partir de su interpretación de Rompiendo la rutina, también interpretó un amplio espectro de la música cubana y ritmos extranjeros de moda en su época, como el cuplé, el tango y la milonga.
Paulina tuvo una gran popularidad y se le dedicó, a criterio de muchos, el mayor homenaje ofrecido a un artista en los Jardines de la cervecería Polar, en 1939. Afiliada a la Unión Sindical de Músicos de Cuba desde su fundación, esta organización (una de las pioneras del movimiento obrero en el país), le concedió en 1957 la Orden al Mérito. Otros hechos, no menos importantes, son desconocidos por las generaciones más jóvenes de artistas de las distintas manifestaciones y el pueblo en general.
Paulina falleció en La Habana el 22 de julio de 1965. Su vida fue relativamente corta, pero su intenso bregar propició la confluencia con muchos músicos y Barbarito fue uno de ellos. Al igual que Paulina, Barbarito no vivió mucho tiempo en su natal Bolondrón, en la provincia de Matanzas, hecho por el cual no pocos sitúan en Manatí su lugar de nacimiento, del cual se traslada, apenas cumplidos los veinte años, cuando su quehacer musical lo acerca a La Habana como cantante de distintas agrupaciones.
En la capital de la República estrecha sus vínculos amistosos con Paulina, por intermedio de otros músicos y sus habituales presentaciones en el Progreso Cubano, hoy Radio Progreso, Los dúos de Barbarito más recordados con La Emperatriz se realizaron a partir de 1937 cuando este integra la orquesta de Antonio María Romeu, llamada Orquesta Barbarito Diez. tras la muerte de su fundador. Los duetos de la Emperatriz del Danzonete y La Voz del Danzón, acompañados por la orquesta Aragón, se reproducían regularmente en la radio y la televisión, alcanzando su clímax entre los años 1955 у 1965.
Las interpretaciones a dúo de Paulina y Barbarito fueron siempre motivo de deleite para el público, por el goce que transmitía escuchar sus voces, el empaste perfecto, la lograda afinación: el disfrute experimentado por los cantantes y el movimiento escénico siempre exteriorizado por Paulina. Ella, con sus ademanes, paso a paso, creaba una atmósfera; hasta lograr que Barbarito hiciera lo que él nunca quería: bailar, y mucho menos en escena. Muchos aseguran que Paulina fue la única que logró bailar en un programa televisivo con Barbarito.
El decía que ella lo choteaba porque él no bailaba bien y, paradójicamente, fue la última persona que bailó con Paulina. Ocurrió el 18 de mayo de 1965, en el programa Música y Estrellas, de la televisión cubana. Allí le confesó, comentaría Barbarito: «Negro, tú sabes que este va a ser mi último programa porque voy a ingresar. Y así fue. Apenas dos meses después, el 22 de julio, se apagaría la voz de Paulina y solo así culminó aquella amistad y sus inolvidables y maravillosos dúos que protagonizaron durante algo más de un decenio, la Emperatriz del Danzonete y la Voz de Oro del Danzón.
BIBLIOGRAFÍA: Carlos Tamayo Rodríguez y Félix Ramos Acosta. Zenobio Hernández Pavón María Victoria Olive
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