“EL CONTAGIO IRREFRENABLE DEL VALS”
Por Luis Pérez “Simpson”
Extracto del Boletín Danzón Club No. 181 (Marzo, 2025)
El título de este escrito es una picaresca frase que se popularizo a finales del siglo XVII en Europa con motivo del magno impacto que causó este singular “revolucionario baile contagioso”, y cómo no habría de serlo, si fue el primer baile donde hombres y mujeres se encontraban unos en brazos de otro girando en la misma dirección.
Es de imaginar que la proximidad de los cuerpos junto con los giros provocase un sensual vértigo desencadenando irremediablemente el “éxtasis” amoroso. No es casualidad que la sensualidad del vals, aunado a su elegancia y gracia ha seducido corazones y “embriagado” almas durante siglos dejando una huella indeleble en la historia de la música y de la danza.
“La valse à Mabille”, obra del pintor August Barry dando una referencia histórica al vals en 1870.
Es preciso decir que la aparición del vals escandalizó a los espíritus conservadores y puritanos de la época a quienes en nada les agradaba el contacto estrecho entre danzantes, ya que en los bailes que le precedieron como el minueto, la proximidad máxima entre ambas partes era la toma de manos. Para darnos una idea, hasta en el diccionario Oxford English Dictionary de 1925 se definía el vals como “un baile desenfrenado e indecente”.
A pesar de todas las severas críticas e infundios hacia esta nueva forma de bailar, la gente por el contrario, se aficionaba cada vez más, claro, la emoción de tener un contacto más estrecho con la pareja no tenía punto de comparación con los bailes precedentes de “manita sudada”.
La importancia del vals en la historia del baile radica en que es universalmente considerado como el primer baile de salón de pareja enlazada como ya dijimos, “uno en brazos del otro” y ha servido como modelo para la creación de muchos bailes de salón ya que cambió y definió el baile social para siempre.
El origen del vals en su “forma primitiva” se remonta en la Europa del siglo XII, pero, la época más aceptada es en el siglo XVI donde se pueden encontrar escritos sobre la existencia de un baile de tres tiempos que llamaban “volte” o “volta”, siendo una tradición folclórica de origen campesino en la región de Baviera, Alemania y Austria.
En aquella época el vals se conocía como "Waltz" o "Walzer", que proviene del idioma alemán “walzen", que significa "girar" o "dar vueltas". La palabra “vals” nació en el siglo XVIII, cuando este baile se introdujo en la ópera y en el ballet.
Sobre los registros del siglo XVI, se encuentra la descripción que hizo el filósofo francés Michel de Montaigne (28 de febrero de 1533, 13 de septiembre de 1592) en 1580 sobre un baile que vio en Augsburgo, “…los bailarines se abrazaban tan estrechamente que sus rostros se tocaban”.
Otro testimonio de esta misma época nos lo da Kunz Haas que escribió “El vigoroso bailarín campesino, siguiendo un conocimiento instintivo del peso de la caída, utiliza su energía sobrante para presionar toda su fuerza en el ritmo propio del compás, intensificando así su disfrute personal en el baile. "
No podría omitir este singular testimonio de un viajero alemán en el siglo XVIII donde describió la manera como bailaban el vals en una aldea, “Los bailarines sostenían las faldas de sus compañeras y se envolvían con ellas encerrando ambos cuerpos; y así seguían girando en las posiciones más impúdicas; la mano del varón sostenía la falda de ella y al mismo tiempo se apretaba contra sus senos ejerciendo una presión lasciva a causa del movimiento del baile. Las muchachas parecían trastornadas y a punto de desvanecerse”.
Estos testimonios y muchos otros que no se mencionan en este escrito sugieren que el vals fue el primer baile “cachondo”, ideal para el cortejo, creando magníficas oportunidades para el emparejamiento.
El vals en sus orígenes en el medio rural se bailaba con pequeños “saltitos”, pero cuando fue adoptado por los salones de la nobleza y burguesía europea. estos saltitos fueros sustituidos por pasos deslizados, los pisos ya no eran de tierra sino de madera encerada y obviamente los zapatos que usaban las parejas eran más livianos que les permitían hacer rápidos movimientos giratorios y fluidos.
Obviamente durante su bella y larga historia el vals ha desarrollado variantes en forma y estilo: El Vals lento que se caracteriza por su elegancia dentro de un rimo lento, El Vals rápido: caracterizado por un ritmo más rápido y enérgico. El Vals vienés: caracterizado por un ritmo lento y elegante, con un estilo más formal. El vals asimétrico de 5, 8 u 11 tiempos. el paso de vals, se bailan apoyándose, alternativamente, en cada una de las piernas permitiendo, así, una ligera elevación que acentúa los giros.
Un dibujo sobre los famosos y multitudinarios bailes de vals en Viena con el Danubio azul, como hit del año 1867.
El vals tuvo tanto impacto que fue el pionero impulsor en la construcción de miles de salones de baile en toda Europa, ningún otro ritmo en el mundo ha tenido esta particularidad y distinción.
Con decirles que en 1797 en la ciudad de Paris se contabilizaban 684 salones de baile destinados a bailar vals, sin embargo, la ciudad principal del vals fue Viena y lo sigue siendo hasta nuestros días con sus majestuosos bailes anuales.
Es muy importante destacar que en Viena durante las primeras décadas del siglo XIX la euforia y pasión por el vals motivó a los empresarios a abrir los ojos a este fenómeno dancístico y se apresuraron a construir enormes y majestuosos salones de baile, creando entre ellos una férrea competencia en beneficio de los “cálidos y apasionados” bailarines de vals.
Dentro de estos “palacios de baile” podemos destacar el famoso Salón Apolo, con capacidad cuatro mil bailarines donde podían bailar con comodidad, aparte que contaba con grutas artificiales, imitación de pequeños bosques y hasta una sala de billar para que los parroquianos se relajaran un poco.
Otro recinto fue el Salón Sofía que tenía la particularidad de su techo se abría dejando caer sobre los bailarines una lluvia de pétalos de rosa, esto es “glamour”.
No podía faltar el famoso Salón Odeón dos veces más grande que el Salón Apolo y tres veces más grande que el salón Sofía. Algunos de ellos contaban con salas especiales para que las mujeres embarazadas pudieran bailar con sus maridos, claro, por prescripción médica.
Cabe señalar que el gran antecesor a estos majestuosos salones vieneses, se lo debemos a la cantante lirica Teresa Cornelys, quién en 1759 se estableció en Londres y, con la inspiración del eufórico vals, el cual había visto en sus giras por Europa, fundó el Carliste House que sería el primer salón de baile público.
Por todas sus particularidades y sobre todo su sensual forma de bailarlo, este ritmo se globalizó rápidamente llegando al continente americano en donde tuvo una extraordinaria aceptación. Tan solo en su recorrido por Europa y América se tienen diferentes clasificaciones e identidades, pero todo conservando la misma idea y esencia: Vals vienes. Vals escocés Vals Inglés Vals francés Vals criollo Vals musette Vals mazurca Vals tango (de Argentina) Vals chilote (de Chile) Vals ecuatoriano Vals mexicano Vals peruano
El vals, con su reconocible compás de tres tiempos (un-dos-tres, un-dos- tres), es decir un ritmo ternario de 3/4 dividiéndose en tres tiempos por compás. Su ritmo es lento y solemne con un tempo que oscila entre 28 y 30 compases por minuto.
El primer tiempo se considera como un tiempo fuerte y los otros dos como tiempos débiles, aunque en sus diversas variantes puede tener forma binaria, terciaria o rondó.
La estructura musical del vals en algunos casos tiene variaciones, pero, generalmente se divide en las siguientes secciones: introducción, tema principal, variaciones y coda. Otro elemento es la armonía que es generalmente tonal utilizando acordes y progresiones armónicas para crear una sensación de resolución y finalidad. También hay que destacar la melodía utilizando figuras melódicas como la apoyatura y el trino para crear una sensación de ornamentación y elegancia.
En cuanto a sus grandes compositores no podríamos hablar de vals sin mencionar al que fue llamado “El Rey del Vals”, Johann Strauss hijo, así como su obra maestra y el máximo referente de este género “El Danubio Azul” que lo compuso en 1866 y fue estrenado en febrero de 1867. Tenemos también otros grandes compositores europeos de vals como: Johann Strauss (padre), Frédéric Chopin, Pyotr Ilyich Tchaikovsky, Maurice Ravel, Émile Waldteufel, Jean Sibelius, Dmitri Shostakóvich, José María Cano.
En el continente americano donde el vals tuvo un gran arraigo, tenemos al ilustre mexicano Juventino Rosas que compuso la joya del vals de este continente titulado “Sobre las Olas”, además de los compositores mexicanos como Ricardo Castro, Felipe Villanueva, Macedonio Alcalá, Abundio Martínez, Rodolfo Campodónico y Ángel J. Garrido.
El vals en México llegó a principios del siglo XIX, según un documento de 1810 escrito por el historiador y musicólogo tamaulipeco, Gabriel Saldívar S. donde califica al vals como “un baile pecaminoso e indecente”.
Un gran promotor del vals fue el emperador Maximiliano quién trajo a este país muchos valses europeos y tuvo gran apogeo en el periodo del presidente Porfirio Díaz ya que había mucho intercambio cultural entre México y Europa. Los valses europeos se bailaban en las salas de baile y en los teatros de la Ciudad de México.
En México se desarrollaron varios estilos: Vals mexicano, Vals Yucateco y Vals jaliciense. El vals en México tiene una apasionante historia y su influencia la podemos apreciar en la música folclórica mexicana y en la obra de muchos compositores mexicanos.
Bibliografía: Enciclopedia Británica, “El Vals Historia y Técnica” de José L. Navarro, “El Vals en la cultura popular” de José M, López, diario “El Clarín”, Nettl, Paul. "El Nacimiento del Vals", Bottomer Paul, “Waltz”. “Método de Baile” José Farga Font.
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