Por Alejandro Cornejo Mérida
Extracto del Boletín Danzón Club No. 173 (Julio, 2024)
Las nuevas generaciones quizá pocos han escuchado acerca de Antonieta Rivas Mercado. Esta célebre mujer que fue actriz, escritora, poeta, luchadora social y defensora de los derechos de la mujer; se sabe que incursionó en la política y sobre todo fue un mecenas reconocido por su inquebrantable apoyo a escritores de la talla de Andrés Henestrosa, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Gilberto Owen, Roberto Montenegro y otros más cuyos nombres se registran en las páginas de la literatura mexicana. Además, participó activamente en el Patronato para la formación de la Orquesta Sinfónica de México que dirigió el maestro Carlos Chávez.
Esta distinguida dama de vida efímera y apasionada, nació en la Ciudad de México el 28 de abril del año de 1900. Fue hija de Matilde Castellanos y Antonio Rivas Mercado, el arquitecto preferido del régimen porfirista y miembro de esa élite privilegiada que rodeaba al dictador. El arquitecto Rivas Mercado, nacido en la ciudad de Tepic, Nayarit en el año de 1853, fue quien diseñó La Columna del Ángel de la Independencia inaugurada por don Porfirio Díaz en septiembre de 1910 para conmemorar el Centenario de la Independencia de México; también hizo el diseño del Teatro Juárez de la ciudad de Guanajuato, bello recinto donde cada año los amantes del baile fino del danzón acuden a los encuentros nacionales de ese majestuoso ritmo creado en 1879 por el músico de Matanzas, Cuba, Miguel Faílde; el arquitecto Rivas Mercado fue profesor en la UNAM y director distinguido de la Escuela Nacional de Bellas Artes.El nombre completo de la altruista dama fue María Antonieta Valeria Rivas Mercado Castellanos. Cuando apenas contaba con 13 años de edad, su madre abandonó a la familia para seguir a un amante del que se había enamorado.
A los 18 años contrajo nupcias con el inglés Albert Blair, hombre sobresaliente con quien tuvo un hijo nombrado Donald Antonio Blair Rivas que fue motivo de enconados enfrentamientos y disputas después de su fracasado casamiento. El señor Blair era un hombre de muchas influencias pues era amigo cercano de los familiares del asesinado don Francisco I. Madero. Su matrimonio lo consideró un gran error de su vida, por ello rodó velozmente al fracaso y al divorcio; la vida le fue tormentosa y llena de amargura. Esa desventura hizo una pausa en su existencia para después de que pasaran algunos años volvieran las penurias ya que en 1927, para su desgracia, fallece su admirado y querido padre, acontecimiento que le causa un gran dolor y le invade de tristeza su torturado corazón. Busca consuelo en una nueva pareja sentimental y es cuando se enamora apasionadamente de un conocido pintor de nombre de Manuel Rodríguez Lozano, de quien al poco tiempo se decepciona después de enterarse que el referido artista resultó ser indiscreto homosexual.
Medita y reflexiona sobre el infausto tiempo que le ha tocado vivir. No decae y piensa que vendrán tiempos mejores, que su vida habrá de encontrar el camino de la ansiada felicidad.
Dos años más tarde la pasión amorosa entra nuevamente a su corazón; su pecho nido de ternura y de ilusiones abre amplio espacio para dar cabida a la ficción de un amor irrealizable como fue el que tuvo con don José Vasconcelos a quien conoció en 1929; intelectual y eminente académico que fue nombrado rector de la UNAM en 1920 y quien posteriormente aceptó ser candidato a la presidencia de la república, teniendo como contrincante a Pascual Ortiz Rubio. Los biógrafos del ilustre personaje que diera el lema Por mi raza hablará el espíritu a nuestra querida Universidad Nacional Autónoma de México, movió las sensibles cuerdas sentimentales de Antonieta Rivas Mercado, quien con un encendido amor se envuelve en una candente relación amorosa que ninguno de los dos pensó que sería una conexión amarga y fatal. Esto, seguramente, debido a que el filósofo y místico autor de Ulises criollo y La raza cósmica era un hombre casado y con muchos serios compromisos.
Antes de comentar la llegada del funesto día de la fatalidad, debemos señalar que la ilustre Antonieta, amantes de las artes en las que se incluía el ritmo la danza, entra en sociedad con don Isidoro Arreola, inquieto empresario y amante del danzón que buscaba un espacio para establecer un salón de baile; tuvieron pláticas de socios y convinieron y crearon en 1927, en las calles de San Jerónimo el famoso salón de baile conocido como el Smyrna, que el pueblo bautizó como El Esmeril. Este recinto famoso tuvo gran éxito y prestigio desde su creación en 1927 hasta el año de 1952 fecha en fue cerrado; el famoso salón de atractivos detalles moriscos fue cuna de grandes bailarines como Resortes, Cobos Calambres, José Luís Valdez apodado El Trosky y conocido también como El Ruso, Daniel Berriel El Calcetín y otro afamado de nombre Jesús Ramírez alias El Muerto,
Además, resulta importante señalar que el referido lugar fue punto de reunión de escritores que han dado gloria a las letras mexicanas como Salvador Novo, Carlos Fuentes, Xavier Villaurrutia, Octavio Paz y otros que también gustaban de la divertida actividad de bailar. La relación de María Antonieta con los ilustres escritores se debió a que ella también tuvo el don y la formación que le permitió una valiosa producción literaria en la que a través de su ágil pluma expresa con fuerza y coraje su inconformidad con las injusticias, sus anhelos, sueños, ambiciones, amores y también sus sufrimientos y dolores que le causa la ingrata vida. En su obra literaria queda de manifiesto su dominio de los diversos géneros de la escritura ya que trabajó acertadamente el cuento, la novela, obras de teatro, ensayo, poesía, crónica y su diario personal. Algunos trabajos los firmó como Valeria Mercado y en todos ellos mostró ser poseedora de un excepcional talento y una amplia cultura digna de imitarse. De sus obras mencionaremos sólo algunas como La campaña de Vasconcelos, El que huía y Un espía de buena voluntad. En el año de 1926 crea en las calles de Mesones el Teatro Ulises que fue dirigido por Xavier Villaurrutia y Salvador Novo.
La célebre dama, dando una exhibición de baile, inauguró el salón Smyrna en el año de 1927; ese popular y prestigiado lugar dio alegría y momentos de felicidad durante 25 años a toda la gente que ha gustado de la danza; cuando dicho salón dejó de funcionar fue extrañado por toda la gente que considera al baile como una actividad sana que da alegría y felicidad.
Las nuevas generaciones de bailadores y todos los que deseamos conocer la historia de nuestra Ciudad de México debemos saber que el recinto que ocupó el mencionado centro de esparcimiento, propiedad de Antonieta Rivas Mercado, estuvo ubicado en las calles de Izazaga, teniendo a sus espaldas la calle de San Jerónimo, lugar que fue convento de las monjas Jerónimas, donde hizo su noviciado la Décima Musa, Sor Juana Inés de la Cruz. Ese recinto hoy es ocupado por la Universidad que lleva el nombre de la monja que consideramos orgullo y honor de las letras mexicanas.
A escasos dos años de inaugurado el referido salón de baile, Antonieta conoció a José Vasconcelos y siendo ya candidato a la presidencia comenzó el romance en el que ella se entregó en cuerpo y alma a tal grado que apoyó con toda su fortuna las actividades políticas del oaxaqueño; además, lo acompañó en giras, comidas, mítines y todo tipo de propaganda que favoreciera a su amado candidato a quien finalmente le hicieron fraude quedando derrotado y teniendo que salir del país debido a la persecución política en contra de los vasconcelistas, a quienes consideraban una amenaza para la estabilidad social del país.
En el año de 1931, ella se entera de que el derrotado candidato había estado en la ciudad de Nueva York, quien después se trasladaría a la ciudad de París. Impulsada por la pasión y el gran amor que le profesaba, se trasladó a esa Ciudad Luz y ya estando con él en la habitación del hotel y demostrándole un inmenso y tierno cariño, se cuenta que le preguntó que si en verdad la necesitaba y ante la fría respuesta del letrado y derrotado candidato de que “ningún alma necesita de otra”, ella se sintió decepcionada y desencantada de esa relación en la que había puesto su destino, sintió que la estrella que daba luz a su vida se le había apagado y que ya no valía la pena vivir. Al día siguiente, 11 de febrero de 1931, se traslada a la célebre y famosa Catedral de Notre Dame, ahí ocupa un asiento, reflexiona y de su bolso extrae una pistola propiedad d
e Vasconcelos, coloca la punta del cañón a la altura de su corazón y se da un disparo. Así puso fin a su triste y dramática vida, que como dijo el célebre compositor chiapaneco Esteban Alfonzo No debió de morir; danzón al que después Tomás Ponce Reyes rebautizó con el nombre de Juárez,
Para muchos, así lo veo también, Antonieta Rivas Mercado, fue una mujer admirable que tuvo la mala suerte de encontrarse en su camino con un hombre que, si bien fue una figura destacada en el mejoramiento de la educación en México, jugó cruelmente con los sentimientos de esta generosa mujer que creyó en un pernicioso enamorado que resultó ser un simulador en el amor; ella puso el corazón y sus bienes al servicio de un hombre intelectual que realmente no lo merecía.
Pero lo más triste para María Antonieta Rivas Mercado y sus admiradores fue que la concesión del espacio para su tumba fue sólo por cinco años. Cumplido este término, y toda vez que nadie reclamó sus restos, éstos fueron exhumados y enviados a una fosa común.
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