Por Alejandro Cornejo Mérida
Extracto del Boletín Danzón Club No. 60 (Febrero, 2015)
Para muchos bailadores la palabra danzón es sinónimo de alegría, felicidad, éxtasis, delirio y ensoñación; esto porque existe coincidencia al pensar que ese ritmo es mágico, poético, seductor, fantástico, elegante y de una belleza cósmica que inunda a las almas de colores y luces pigmentadas de placer.
Sin más brújula que los deliciosos comentarios de las estrellas del firmamento danzonero y de las cuidadosas programaciones que se elaboran con clara anticipación, los adoradores del majestuoso ritmo acudimos a casi todas las citas. Otra guía que nos impulsa es el deseo de encontrar complacencia y diversión; la orientación correcta nos la proporciona el inconfundible y atractivo aroma del danzón. Con nuestras andanzas no sólo se abren los caminos que nos permiten conocer y disfrutar puntos geográficos importantes que son atractivos por su historia, belleza, tradiciones y gastronomía, sino que, también nos da la oportunidad de incursionar, con ánimo, por los preciosos colores del arco iris, atmósfera agradable por esencia; nos complacen sobremanera los ecos primaverales emergidos de las notas del reverenciado danzón.
Las andanzas motivadas por el ritmo de origen cubano, siempre dejarán en nuestra memoria recuerdos que consideramos virtuosos; sublimes añoranzas que morirán sólo cuando se apaguen nuestras vidas, porque el danzón es una actividad que fenecerá ─lo siento difícil─ sólo en el momento en que ya nadie, nadie lo recuerde. Quien se enamora profundamente del danzón se convierte en un andante, caminante o andariego, no como el de la canción El andariego del genial Álvaro Carrillo que dice: Yo que fui del amor ave de paso, ¡No! el andante del danzón no es ave de paso en ese ritmo, dura en él si no toda la vida, por lo menos varios lustros; ese tipo de música nos cautiva, nos encadena y aunque pareciera que los eslabones de hierro limitan nuestra libertad, defendemos los grilletes porque a nuestro ser lo llena de felicidad. Claro que es hermoso ser libre y tener la valentía de poder decidir hacia dónde encaminamos nuestros pasos; pero como nada es eterno en esta vida, puede suceder que un día, después de muchos años de danzar, cuando la serotonina segregada a causa de ese ritmo dejara de producirse y, por casualidad llegara el momento en que otra actividad o arte coqueteara con nosotros y pudiera atraernos o cautivar, entonces es bueno tener la audacia y la fuerza de poder cambiar y entregarnos a los nuevos gustos sin dolor y sin ninguna complicación, saber desapegarse es de gente inteligente. Estas actitudes son muestras claras de la pujanza que poseemos para alcanzar la liberación, pues la libertad también es considerada como la pista que nos conduce a la felicidad. Liberarse de las obligaciones, del celular, del reloj, de las preocupaciones y del insomnio es encontrar la paz espiritual y el bienestar que nos provoca alegría y salud en el corazón.
¡Oh! Bellas andanzas que me inundan de felicidad, benditas andanzas que por ventura están a mi alcance y me permiten conocer lo hermoso de la vida y me enseñan a ser feliz. Vagancia sublime, que gracias a ella he conocido las más grandiosas y prestigiadas danzoneras como La Playa de Paso de Ovejas, Ver., dirigida magistralmente por el apreciado maestro Gonzalo Varela Palmeros; la inconfundible y siempre majestuosa SierraMadre, de Monterrey, N.L.; y si hablamos de imágenes musicales que atraen, que atrapan y cautivan, de inmediato pensamos en La Danzonera joven de México y su director Alejandro Aguilar Torres en la que destacan las voces melódicas del piano del joven maestro, compositor y arreglista, Alejandro Aguilar Alcántara, quien es considerado una valiosa promesa en la composición. Y algo de lo que no puedo dejar de comentar, por escucharla con frecuencia, es la Danzonera de José Casquera; de igual manera, siempre han estado en mis oídos la música de quien fuera nombrado por mucho tiempo El príncipe del danzón: Felipe Urbán y su danzonera, que al morir nos legó bellísimos danzones que aún disfrutamos.
¿Quién no ha escuchado, no una sino muchas veces, a Acerina, La primera Danzonera de América? Ella, con sus interpretaciones, ha alegrado durante muchos años el alma de un elevado número de sus apasionados seguidores. Algo imperdonable sería omitir organizaciones musicales de altos vuelos, prestigiadas por ser de muchos quilates como la Danzonera Tres generaciones del Puerto de Veracruz; Danzonera Dimas, Danzonera Yucatán, del maestro Pablo Tapia; la gloriosa y muy solicitada Danzonera Aragón, del Caballero de la Trompeta, maestro Silverio Fuentes; La Internacional Danzonera México del hombre amable y siempre muy respetado Dr. Daniel Guzmán Solís; Danzonera Alma de Veracruz, del Puerto Jarocho, Danzonera Cuitláhuac, Danzonera del trópico, Danzonera de Sebastián Cedillo, Danzonera Veracruz de Vicente Labastida, La Nueva danzonera de Santa, Danzonera Bonanpak, Danzonera Nuevos Aires del danzón del maestro Felipe Fuentes y otras más que sin ser danzoneras interpretan magistralmente los danzones, me refiero a Manzanita y su son cuatro, Dinastía Oaxaqueña y La Banda de Santa Cecilia de Teotitlán del Valle, Oaxaca. Obvio que me falta mencionar otras organizaciones de ese género musical que, en este instante en que escribo, lamentablemente escapan de mi memoria.
Continuará….
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