Por Alejandro Cornejo Mérida
Extracto del Boletín Danzón Club No. 55 (Septiembre, 2014)
Está comprobado, el danzón es un
excelente eliminador de estrés emocional y de las preocupaciones que, según los
expertos, pueden acelerar el proceso del envejecimiento. Mucho se le agradece
al maravilloso ritmo el que nos indique la senda hacia el bienestar, la
bonanza, el júbilo y la complacencia, sentimientos nobles que no se adquieren
con los bienes materiales y las buenas finanzas. Con la hermosa actividad
danzonera se desintegran y eliminan nuestras angustias y congojas, se adquiere
la paz, la tranquilidad y la serenidad que se necesita para que se nos abran
las puertas de la meditación que muchas
veces nos da luz y claridad para descifrar nuestras aspiraciones y saber qué es
lo que deseamos en la vida. Y es así como descubrimos que la belleza dancística
nos motiva para participar en los eventos de danzón ya sea en sus coreografías,
rutinas, colectivos o libres, logrando penetrar a las muy amadas regiones del
mundo del placer.
Es glorioso ver cómo esa música nos
alienta para participar en las reuniones locales y nacionales, donde todos los
bailadores tienen la oportunidad de lucir sus elegantes y mejores pasos,
saludarse e intercambiar opiniones y experiencias relacionadas con el rey de
todos los ritmos. No sólo nos alegra y nos inyecta vida las notas danzoneras,
sino que nos hace viajar alegremente a
diversos lugares siempre siguiendo los pasos de ese idolatrado ritmo peregrino
que se conoce como su Majestad el Danzón.
Escuchar los instrumentos que divulgan
nuestra música favorita, instrumentos en las que se fraguan las deliciosas
notas que saturan de ternura nuestras almas y sentimientos, significa una
magnífica terapia que alivia muchas de nuestros males físicos y psicológicos.
¿Quién puede negar que las ricuras del danzón no sean una verdadera
terapia? Cómo negarlo, si hemos experimentado, que con el baile se alejan y se
olvidan las angustias, complejos, rencores, aversiones, ansiedades, tirrias,
enconos, resentimientos, penas, desesperanzas, tristezas, odios y mal humor.
El danzón, amor y seducción de muchas
generaciones, es el género musical que previene y contrarresta no pocas enfermedades,
pero además, es una efectiva forma de quemar calorías. Los expertos en salud
dicen que el baile, más que ser un entretenimiento es una manera ideal de
ejercitar el cuerpo y la mente pero a través de una sana diversión.
Otra bondad de este estilo musical, es
que muchas personas que carecen de audacia o que son introvertidos, el baile
los desinhibe y les hace perder la timidez porque los instructores forman
grupos en los que auspician y apoyan la
comunicación y la convivencia. Todo esto ocurre con la interacción practicada
en el danzar, contribuyendo además a que los opacados y pusilánimes modifiquen
su actitud haciéndolos decididos y comunicativos.
El poder de la música, como
instrumento de curación existe desde los tiempos más remotos. La Biblia, en
Samuel 1, 16, 23 establece: “Cuando el espíritu de Dios atormentaba a Saúl,
David tocaba el arpa y Saúl encontraba calma y bienestar, y el espíritu malo se
apartaba de él”. El Dr.Mitchell L. Gaynor, en su valioso libro Sonidos que
curan, enseña que la música ayuda mucho a personas que tienen problemas
motrices, oír un ritmo, dice, hace que un sujeto “pase de pensar, a moverse”.
La terapia musical tiene un efecto que va más allá de lo que podamos imaginar,
ayuda en el quirófano en todo tipo de cirugías; controla el ritmo cardíaco y
ataca el mal de Parkinson; nos proporciona calidad de vida y se dice que nos
ayuda a morir en paz cuando lamentablemente uno se encuentra en etapa terminal.
Un gran motivador para muchas personas
indudablemente que lo es el adorable danzón. A algunos los motiva el trabajo,
el dinero, el profesor en la escuela o facultad, el arte, el deporte, la
investigación, la ciencia o el gran amor que se siente por alguna persona. Pero
no podemos negar que su Majestad el Danzón, nos motiva también a ser pulcros, a
vestir con elegancia, a ser puntuales, ser caballerosos con las damas, a usar
aromática loción, a sonreír, adoptar una postura agradable y a usar un lenguaje
respetuoso. Hacer todo esto y bailar bien, es una práctica que nos ayuda a
liberan tensiones, permitiéndonos así la transformación de nuestra persona en
un ente positivo.
El ser humano está hecho para vivir en sociedad y en esa colectividad
en que se desenvuelve está presente la
comunicación que es fundamental y se realiza a través de un lenguaje que
se manifiesta de diversas maneras. Entre ellos está la música y la actividad
dancística. El danzón, induce al establecimiento de las relaciones humanas;
este acto lo notamos en la convivencia que tenemos con nuestros compañeros de
grupo, en los talleres y en los festivales donde con agrado vemos cómo se
cultiva una de las joyas más valiosas: la amistad. Ésta, no es otra cosa que un
sentimiento mutuo y desinteresado. Es una afectividad que al correr del tiempo
se convierte en un loable y especial cariño de mucha duración, capaz de
realizar cualquier sacrificio o acto difícil en bien de la conservación de esa
relación amistosa. Bien lo dijo la escritora de origen francés Madeleine de
Scudéry: La única rosa sin espinas es la
amistad.
Nuestro baile es una bendición del
cielo; es un dador de ternura, de amistad, de pasiones, de júbilo y de
sonrisas, pero sobre todo es un sembrador de amor que alegra el corazón y nos
transporta al paraíso. Ya lo decía el ilustre promotor del danzón Don Luís
Santiago: “BAILAR DANZÓN ES TOCAR EL CIELO PERO CON LOS PIES EN LA TIERRA” Por
todo, eso el danzón es considerado un excelso mundo de sublimes bondades.
Tengamos presente que cuando la
tristeza y el aburrimiento invade nuestros corazones, es el momento en que más
debemos bailar danzón, y cuando la alegría esté en cada uno de nuestros poros y
en cada molécula de nuestro cuerpo será el momento en que la actividad
dancística debemos acrecentar; no permitamos que los momentos nefastos asesinen
la dicha y el placer, porque es sabido que hoy somos y mañana no sabemos si
seremos, el futuro siempre será incierto y además impredecible. Gocemos hoy a
través del baile y no dejemos que sombras funestas arruinen la fragancia de la
felicidad, dulzura a la que todos tenemos derecho.
Alabamos la danza, en especial el
danzón porque es la representación de la vida, es parte importante de la
existencia; sus notas son pétalos hechos especialmente por las suaves manos de
Adonis para acariciar el alma de los súbditos del prodigioso baile; todo eso es
belleza y cultura refinada. Cuando vemos danzar a la creación más bella y
seductora del Eterno, el regocijo nos invade y nuestras miradas se deleitan
junto con la reflexión que nos hace comprender que en la mujer tenemos a la más
alta expresión de la perfección y del amor, despertando en el hombre el sentido
de la ilusión y de la ternura.
¡Oh! Danzón, dulce y hermoso,
encantador de almas alegres y joviales, danzón que con tus reflejos de
brillantes y luces de arco iris revitalizas el corazón de tus seguidores; qué
pena, que algún día tengamos que abandonarte. Sí, porque todo lo que principia
se acaba, todo lo que tiene un inicio también tiene un final. Un día llegará lo
inevitable: La muerte. Sí, y aunque ésta es parte de un proceso natural de la
existencia, aún así, nos duele aceptar su llegada porque sabemos que con ella
se extinguen las luces de la vida y se apaga el gozo de las cosas agradables
que nos hacen feliz.
La vida más que transitoria en este
mundo, es un relámpago, un chispazo o destello que se acorta en la medida en
que el tiempo empieza a vaciar de nuestro psicomático ser el dolor y felicidad.
Por lo efímero de nuestro paso por el huerto de la vida, centremos más nuestros
deseos y anhelos en todo aquello que nos hace dichosos y nos llena de
satisfacción.
Existen muchas maneras de morir, pero
muy pocos seleccionan la forma en que desean se les acabe la existencia.
Algunos, molestos de la vida buscan la solución saliendo por la puerta falsa,
es decir suicidándose, pero esto es difícil que ocurra entre los amantes del
danzón porque su mundo alegre y placentero jamás lo cambiarían por otro que es
a todas luces enigmático. Y aunque no falta quien diga que quiera “morir
cantando como muere la cigarra” hay también los que opinan convencidamente que
la muerte no anuncia su llegada, pero cuando arribe a ellos, piensan que lo
mejor es que los sorprenda haciendo lo que más les gusta: bailar.
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