BIENVENIDOS A SU DANZOTECA 5

Su amigo, Ing. Javier Rivera (Danzonero X), les da una cordial bienvenida a este nuevo espacio alternativo donde pondré el historial de documentos, textos y materiales relacionados con el danzón y sus circunstancias. Cualquier aportación será bien recibida.

jueves, 2 de mayo de 2024

LA VECINA

 Por Alejandro Cornejo Mérida 

Extracto del Boletín Danzón Club No. 171 (Mayo, 2024)

Hay circunstancias que, cuando menos las esperamos, se presentan en el camino de la vida; son hechos y acontecimientos que no podemos evitar; algunos son placenteros, generosos y los recibimos como una bendición del cielo; otros, vomitados por el averno, son amargos como el ajenjo, intolerables, tormentosos y deplorables; borrascosos y lastimosos que llegan a nuestra conciencia y nos hace infelices en todo momento; laceran y nos lastiman como una piedrecilla en el zapato. 

Algo parecido a esto ha estado sufriendo Jorge, el abogado de los pobres, mote que le gusta, y le agrada que así le nombren. 

La verdad, él ha comentado, que le avergüenza y le ruboriza que se conozca un hecho que le atormenta cuando lo recuerda. “No soy mojigato ni conservador en mí actuar”, lo confiesa y como algunos miembros de nuestra sociedad corrupta y perversa, también accede, de vez en cuando, a ponerse la careta de persona honorable, digna, íntegra y respetable. 

 Pero qué fue lo que le sucedió preguntarán ustedes, pues bien, lo que ocurrió y que le ha provocado un serio e infernal conflicto entre su yo físico y su yo interno, fue que un día de primavera, acudió a un café acompañado de una dama que conoció hace muchos años cuando era estudiante de la preparatoria. 

 Ella, de nombres Gloria, estudió medicina y el recuerdo de excelentes y afectuosos amigos, lo mantuvieron vivo en sus mentes y en el tiempo que todo destruye. Hizo contacto con la doctora gracias a un amigo que le proporcionó su número telefónico. Le llamó y convinieron en tomar un café para charlar un rato recordando los alejados años preparatorianos. 

 Al llegara al lugar de la cita y, al verse, a ambos se les inundó el corazón de alegría; se abrazamos y se besaron en la mejilla. Se sentaron en una banca del parque; allí, ella comentó que había terminado su carrera de médico y que era feliz ejerciendo su profesión. Después de una larga charla en que los dos platicaron y se contaron gran parte de sus vidas, decidieron ir a tomar café en un bonito restaurante que les quedaba cerca del lugar en que se encontraban. 

Ella, animosa y cordial lo tomó del brazo y así llegaron a la cafetería; cualquiera, al verlos, habría pensado que era un matrimonio o que se trataba de una pareja de novios. Se sentaron a la mesa y disfrutaron de un rico pastel de limón y café americano. La amabilidad, la actitud cariñosa y tierna siempre estuviesron de parte de ella quien al notar que en la mejilla de él había quedado la huella del labial producto del tierno beso obsequiado, procedió con su suave y sedosa mano a limpiarlo con una servilleta. 

Mientras lo hacía con la mano derecha, con la izquierda detenía la otra mejilla para que su rostro permaneciera firme. Esto ocurría cuando al lugar entró un matrimonio tomado de la mano, se trataba de una pareja de cierta madurez cuya edad rayaba entre los cuarenta y cinco y cincuenta años. Éstos tomaron lugar en una mesa cercana a la que habían ocupado Jorge y Gloria que continuaban en una agradable charla. 

La doctora notó que la pareja que acababa de entrar, principalmente la dama, la miraba con especial insistencia; el supuesto esposo también fijaba la mirada en ellos, pero con mayor discreción. Lo acontecido en ese momento fue tan notorio que la amiga de Jorge al sentir el peso de la mirada, comprendió que algo extraño estaba ocurriendo pues la observación que de ellos hacía la mujer, hacía suponer que conocía algunos de los dos. Esa contemplación tan marcada motivó que Gloria, en voz baja dijera a Jorge: 

 ─ No sé por qué esa señora me mira con insistencia, nos ve como si nos conociera. Jorge, prudentemente volteó a verlos, pero no le dio importancia a ese hecho, pues estaba más interesado en la charla que sostenía con su amiga de la adolescencia. 

 Terminaron el café y el pastelillo; ella, cariñosa le acariciaba la mano, se le acercaba, lo miraba con ternura y sus labios excitantes y carnosos expresaban el deseo de estar cerca del rostro del joven abogado. 

Éste, dominado por las caricias provocativas de la dama, empezó a segregar testosterona en sus órganos Página 6 de 10 dando lugar a que perdiera el control de sus emociones y consistió en que sus rostros se juntaran y casi sin pensarlo se dieron dulces y tiernos besos. 

 Los instantes del romance se extendieron; el aroma del café orgánico de Chiapas los envolvió en un manto invisible que les provocó placenteros suspiros que no olvidaran con facilidad. Seguro que ambos albergaban el deseo de que las horas no se deslizaran con tenacidad, pero no fue posible porque el tiempo no se puede detener. 

 Los dos disfrutaron el encuentro, la charla y las superficiales caricias que se dieron. Mas, llegó el momento de despedirse; él la acompañó hasta su auto y luego abordó el suyo. Ya camino a su casa, Jorge detuvo su vehículo por un instante para revisar su mejilla, pues tenía el temor de que aún persistieran algunas huellas de los excitantes besos dados por Gloria. 

Su preocupación no era infundada pues tenía una esposa exageradamente celosa y con un sexto sentido que casi adivinaba todo lo que él hacía. Recordaba las recientes caricias de su amiga cuando en su mente aparecieron los rostros de las personas que en el café los observaban con insistencia. Después de una seria reflexión en los que revisó los archivos mentales, encontró que la señora le parecía conocida pero no la ubicaba dónde la había visto. Así que llegó a su casa asumiendo un comportamiento normal. 

 Al día siguiente, cuando el Sol empezaba a mostrar su rostro en el horizonte, en la calle del inquieto abogado pasó el camión recolector de basura, decidió tirarla él porque su esposa preparaba el desayuno. Y ahí donde se juntan los vecinos para vaciar sus botes con desperdicios y deshechos, vio que en la fila estaba la señora que los había observado con insistencia en el café. Apenado por saberse descubierto, en actitud que enfilaba hacia un desastroso adulterio, no quiso verla de frente y tan pronto como se deshizo de sus desperdicios se introdujo a su casa. 

 Todo ese día y los siguientes fueron de mucha intranquilidad; su preocupación era que la vecina, con pocos meses de haber llegado a vivir en la misma calle, le contara a su esposa que lo había visto en el café con otra mujer. Eso le angustiado en exceso. Así pasaron las semanas y los meses. Para fortuna de él, su esposa y la vecina no tenían amistad, si acaso cruzaban palabras sólo para saludarse. Después de aproximadamente cinco o seis meses de lo ocurrido en el café, Jorge aún vivía atemorizado y con la angustia de que la vecina pudiera delatarlo en cualquier momento. Pero llegó un día, en que Jorge para satisfacer su vicio de danzonero, acudió a un salón de baile. 

Disfrutaba el placer que inyecta el sabrosísimo danzón, y, cuando estaba en el centro de la pista bailando con una de esas damas que son asiduas visitantes de esos centros de diversión, vio que muy cerca de él se encontraba haciendo lo mismo, muy pegada, cuerpo con cuerpo, mejilla con mejilla, su vecina, persona que tenía conocimiento de que él no le era leal a su esposa. Ahora ella se encontraba en igual situación, pues el hombre con quien bailaba seductoramente, se presumía, no era precisamente su esposo. 

 Danzando prudentemente se acercó a ella con la intención de que lo viera, y, efectivamente llegó el instante en que sus miradas se cruzaron. Ella quedó sorprendida y le nació la preocupación porque igual que él, también andaba en la clandestinidad. Turbada y preocupada al sentirse descubierta, trató de saludarlo con una leve sonrisa que él supo corresponder de igual manera. 

 Dos días después, cuando por la mañana pasó el camión recolector de basura, Jorge salió con sus botes de desperdicios para tirarlos; lo mismo hizo la vecina y su esposo; ella, que siempre se había mostrado indiferente con sus vecinos, ahora a Jorge lo saludó con amabilidad y con una agradable sonrisa. 

 Cuando “El abogado de los pobres” regresó a su casa, se detuvo en el zaguán y respiró tranquilamente; se sintió liberado de la angustia y al mismo tiempo recordó el apotegma cristiano: “Quien esté libre de pecado que arroje la primera piedra”.

“EL SUBMARINO HUMANO” DE PABLO ZERQUERA

 Por Luis Pérez “Simpson”. 

Extracto del Boletín Danzón Club No. 171 (Mayo, 2024)

No cabe duda que la Historia del Danzón cuenta con una interminable lista de composiciones de las cuales encontramos títulos que son verdaderamente curiosos, uno de ellos es “El Submarino Humano” y, por más que me esfuerzo no me puedo imaginar esa imagen, a no ser de un ser mitológico como Neptuno. 

En 1918 el músico, cornetinista, compositor y director de orquesta, Pablo Zequera Súarez, compone su primer danzón titulado, “El Submarino Humano”, claro que, después una serie de danzones de su autoría, además composiciones de otros géneros musicales, tal y como veremos más adelante. 

Pablo Zequera Súarez, nació el 1 de junio de 1886 en Sagua la Grande, Cuba, y. desde su niñes destacó en el ámbito musical. En 1893 cuando tenía siete años, se inició como guitarrista y timbalista en la Banda Infantil dirigida por el músico Antonio Fabré. 

Al año siguiente, en 1894 a la edad de 8 años da un gran salto, integrándose a la orquesta de Manuel Valle tocando el güiro. En 1902 y con el fin de continuar su carrera musical, el joven Pablo fue enviado a La Habana, donde tomó estudios de solfeo, armonía, composición y la técnica del cornetín con el maestro Aurelio Ceballos, quién era trombonista e integrante de la Banda Municipal de Música que dirigía Guillermo M. Tomás. 

Ya con el dominio del cornetín, en 1907 el joven Pablo ingresa como cornetinista en la Banda de Artillería dirigida por José Marín Varona donde tuvo una permanencia efímera ya que solo duró un año. 

En 1909 el joven cornetinista Pablo Zerquera decide aprender contrabajo con el maestro y director de orquesta Buenaventura Rosello y en 1911 se integra a la Orquesta de Pablo Rosello como cornetinista debutando en los Bailes de Boloña. Para 1913, Pablo Zerquera se integra la compañía teatral que dirigía Raúl del Monte donde tuvo dos giras internacionales, primera el 17 de mayo a Santo Domingo, República Dominicana, y la segunda el 14 de julio a Puerto Rico. 

Posteriormente, formó parte de varias orquestas Típicas, hasta que, por fin, en 1918, decide formar su propia orquesta con los siguientes músicos: Pablo Zerquera director y cornetinista, Antonio Pérez, primer clarinete, Santiago Cardenas, segundo clarinete, Adolfo Agüero, primer violín, Antonio Pérez, hijo, segundo violín, Julio Carmona en el contrabajo, Magdaleno Pelletier en el trombón, Felipe Toscano en el figle, Ramón Peláez, en el timbal y Jesús Delgado en el güiro. 

La orquesta de Pablo Zerquera tuvo una segunda etapa con diferentes músicos la cual estaba integrada de la siguiente manera: Pablo Zerquera, director y cornetinista, Rogelio Solís, contrabajo, Eleno Herrera en el trombón, Jesús Goicochea en el figle, Francisco Morales e Isaac Fernández en los violines, Eduardo Goicochea Arrieta y Avelino Sis Gutiérrez en los clarinetes y Santiago Sandovalcomo timbalista. 

Con esta nueva orquesta se presentó varios años en el famoso parque de diversiones “Havana Park” y, este lugar fue la inspiración para que Pablo Zerquera compusiera en 1924 su danzón, el más famoso titulado “Havana Park” Cabe destac
ar la genialidad de Pablo Zerquera en lo concerniente a la composición musical creando muchas obras, sobre todo danzones como: “El submarino humano” (1918), “A gozar mujeres”, “Havana Park” (1924), “Antonia mía”, “Cosas de Ponce”, “El olvido”, “Homenaje al danzón” “Las dulzuras del baile”, “María Teresa, “Mercedes”, “No lo creo”, “Notas de mí son”, “Óyeme bien primero”, “Pregonando”, “Teodorina”, “Un beso quisiera”. “Agua de Coco” y “Cruz de Mayo”. También compuso sones como: “Fernandina de Jagua” en 1947; la canción: “Canción marinera” en 1955 y en 1961y una guaracha: “Logros del 26”. 

Finalmente, llegó lo inevitable, en 1966 Pablo Zerquera fallece a la edad de 80 años en la ciudad de la Habana, Cuba. 

Nota: Datos obtenidos de las siguientes fuentes, “Diccionario Enciclopédico de la Música en Cuba”, Giro Radamés, así como, de. “CENTENARIO DEL DANZÓN, Homenaje al XX aniversario de la Revolución Cubana” y del portal “Ecured

DANZON TEJANO


 Por Leonardo Rosen “El Brujo del Danzón” 

Extracto del Boletín Danzón Club No. 171 (Mayo, 2024)

En 2014, la doctora Claudia Llanas Puente y yo, llegamos a un hito en nuestra trayectoria en el danzón. 

Tuvimos por primera vez la oportunidad de actuar el danzón en los Estados Unidos de Norteamérica. 

Todo comenzó cuando vimos un anuncio de la muy destacada maestra del danzón en Monterrey, NL, Maru Ayala, sobre un evento del danzón en Austin, TX. El evento era para presentar y lanzar el libro, "Danzón: CircumCaribbean Dialogues in Music and Dance", de los doctores Robin Moore de la Universidad de Texas y Alejandro Madrid, entonces de la Universidad de Cornell, libro que tardó varios años para su traducción al español. Todo esto nos motivó para conocer Austin, la capital del Estado de Texas y también la Universidad de Texas, por lo que, nos inscribimos para participar. 

No sabíamos casi nada del plan de este evento que duraría varios días. Llegamos a un hotel recomendado por los organizadores, ya que se ubicaba cerca de la Universidad de Texas. No sabíamos que la Universidad tenía el campus más grande de todo el país y era como su propia ciudad, esto, dio lugar a que nos encontráramos muy lejos del centro de Austin, ni modo, nos adaptamos para poder viajar en esa ciudad. Descubrimos que participarían grupos de danzón de Monterrey, NL, Reynosa TAMPS y la CDMX. De lo que nos dimos cuenta es que Claudia y yo éramos la única pareja independiente, es decir, no como parte de un grupo. 

El programa consistía en varios eventos terminando con un concierto mayor con la excelente Danzonera SierraMadre de Monterrey. El papel de nosotros como danzoneros fue acompañar a la orquesta, y no al revés como en las muestras nacionales. 

Ya que nuestra idea era conocer la ciudad de Austin, confieso que no asistimos a algunas conferencias sobre el libro y el danzón y aprovechamos el tiempo como turistas. Tomamos un tour de la ciudad en una camioneta. Especialmente impresionante fue el campus de la Universidad de Texas en toda su inmensidad con su famosa torre, su estadio grandísimo de futbol americano y la biblioteca del presidente Lyndon B. Johnson. También, visitamos el Capitolio del Estado de Texas, que es más alto que el Capitolio de los EeUu. Los tejanos lo hacen todo en grande. 

Vimos muchas cosas más, pero sólo menciono la estatua de Willy Nelson, el inmortal de la música “country”, quien todavía vive. Por supuesto, comimos el "barbecue" excelente en un restaurante que nos recomendaron. En el “Mexican-American Cultural Center” participamos en un taller de danzón impartido por el famoso profesor de la CDMX, Félix Rentería. Fue muy educativo y muy ameno. 

También, fuimos a una cena baile en un restaurante mexicano, misma que fue muy aceptable y de estilo típico mexicano y no "Tex-Mex". En la cocina "Tex-Mex", yo había probado lo bueno, lo malo y lo feo. En esta cena, tuvimos la oportunidad convivir un poco con los danzoneros de Monterrey, Reynosa y la CDMX, y también practicar para el gran concierto. La Maestra Maru nos había dicho que bailaríamos en el concierto con la Danzonera SierraMadre el danzón, "Número 13", en un "colectivo". Claudia y yo ya conocíamos la versión grabada por la Danzonera SierraMadre. Los grupos bailarían sus coreografías, pero había algunos "colectivos" para improvisar. 

El día del concierto, fuimos a un hermoso auditorio en la Universidad de Texas. Esperando entre bastidores, nuestros nuevos amigos, incluido el maestro Rentería nos preguntaron quiénes y de dónde éramos. Por fin, nos formamos en fila para entrar al escenario, y no hicimos caso por nuestra ubicación asignada, encontrándonos en segundo lugar del escenario derecho, la tercera de cuatro parejas. La Maestra Maru presentó a los bailadores y comenzamos. 

Claudia y yo recibimos muchos aplausos del público. Después de terminar, Maru nos dijo que habíamos "robado la cámara", por supuesto, se lo agradecimos, aunque en mi opinión, no éramos los mejores bailadores. Lo que hicimos fue bailar de manera más alegre y más informal que los demás. Claudia llevaba un vestido sencillo, pero elegante, de color morado oscuro y yo me vestía al estilo jarocho de color blanco de cabo a rabo con guayabera y sombrero "Panamá". 

Casi todos los demás danzoneros se vestían más formalmente, los hombres de color negro y las mujeres en vestidos más elaborados. Entonces, Maru nos informó que bailaríamos en el número final, también en un "colectivo", con el danzón de danzones, "Nereidas". 

Mientras nos formábamos para entrar en el escenario, una pareja nos dijo que no podríamos bailar otra vez en el centro del escenario y les pregunté, "¿Quieren ustedes bailar en el centro?", contestaron, "Nuestros profesores siempre nos dicen que la misma pareja no debe bailar dos veces en el centro." Les respondí, "Entiendo perfectamente, ustedes pueden tomar el centro, y nosotros nos ponemos en otro lugar, no pasa nada.", y así evitamos un problema. Tomamos el lugar al final del lado del lado izquierdo del escenario y otra vez recibimos muchos aplausos. 

La maestra Maru Ayala y maestro Félix Rentería formó la pareja al extremo del lado derecho, y ni hablar, bailaron con la máxima elegancia, por lo que, los respeto y admiro mucho. Después del concierto, platicamos mucho con el público, que consistía mayormente de mexicanos y "chicanos". 

Esas personas parecían muy interesadas en bailar danzón y dijeron que quer
ían aprenderlo. Claudia y yo teníamos la esperanza de volver para dar algunos talleres. Tristemente, hasta la fecha, esto no ha sucedido, sin embargo, esta visita a Austin y a la Universidad de Texas fue un gran episodio para nosotros en el danzón. 

En otra ocasión, intentamos con esta idea de compartir el danzón en un viaje a San Antonio, TX, pero esto, se los contaré en un artículo venidero. Para finalizar adjunto dos Enlaces en YouTube de dicho evento donde bailamos claudia y yo en el evento de Texas 

https://youtu.be/Ei9WSgfMnPY?si=GRMQ1DZFwdFc7QYN 

https://youtu.be/79xEKxhXZkU?si=vFJznqe1UKya1zXG


ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL TÉRMINO DANZÓN Décima segunda parte

 Por Dr. Jorge de León Rivera, Cronista del danzón 

Extracto del Boletín Danzón Club No. 171 (Mayo, 2024)

Y llegó el Danzón cantado Al analizar la evolución del danzón cubano en el periodo de 1900 a 1950, delimitaré dos etapas, la primera hasta finales de los años 20, se caracteriza esencialmente, por la asimilación de elementos soneros, la sustitución de la orquesta típica por la charanga francesa, el surgimiento del danzonete. El inicio de la segunda etapa está marcado por la aparición del danzón cantado, a partir del danzonete durante la época del 30. 

Dora Leana Torres “mantuvo los caracteres técnico expresivos fundamentales plateados en el danzonete”, sin embargo, lleva a su clima la importancia del cantante, al cual queda subordinada la orquesta, y no se estructura en la misma a forma que el danzonete, pues su rasgo principal consistió en llevar al contexto danzonero la parte cantada de diversos géneros de la música popular cubana, la guajira, el bolero y la guaracha. 

Torres igual menciona algunas importantes agrupaciones y solistas que se destacaron en la interpretación de este género, como el legendario Barbarito Diez, quien llegaría a los años sesenta con una voz definitoria, junto a la orquesta de Antonio María Romeu, la orquesta de Cheo Belén, Puig con Pablo Quevedo y la Orquestra Gris con Fernando Collazo, continua diciendo Torres “el danzón utilizó al cantante como vía de su preservación, de ahí que todas las charangas, incluyeran al cantante dentro de su conformación”. 

La forma del danzón cantando consistía usualmente en una primera sección instrumental, una sección cantada, el retorno a la primera sección y después un montuno ABAC, en ocasiones, debido a la necesidad de acortar el tiempo en las grabaciones se reducía a tres secciones ABC. El principal aporte del danzón cantado fue ofrecer cierta estabilidad al género que parecía agotado. Lo efímero del danzón cantado se pone de manifiesto a finales de la década de los 30, con la muerte de Pablo Quevedo en 1936, y de Fernando Collazo en 1939. 

Continuará

martes, 16 de abril de 2024

VIERNES DE DANZÓN

 Por Alejandro Cornejo Mérida

Extracto del Boletín Danzón Club No. 170 (Abril, 2024)

El ambiente estaba envuelto por un silencio sacrosanto, una mudez de respeto y de notable devoción. 

En ese instante no se escuchaba el menor rumor, susurro o murmullo, si acaso el leve suspiro de algunas damas que sabían el porqué de ese especial momento. Como pocas veces, el salón lucía totalmente iluminado, se miraba esplendoroso; las personas que de manera regular ocupaban las mesas, ahora estaban de pie y atentas, mirando lo que ocurría. Bien podía observar que al frente del estrado estaba la danzonera; abajo, tres damas que llamaban la atención por la manera en que iban ataviadas. Una de ellas, de la tercera edad, elegantemente vestida de negro y con un agradable maquillaje que la hacía más encantadora. Las otras dos, jóvenes y guapas, también con sus atuendos negros, atractivos y distinguidos. La finura, el garbo y una pequeña sonrisa las hacía lucir maravillosas. Había transcurrido cerca de un minuto, cuando el maestro de ceremonia, José Juan Tezozómoc, con su melódica y educada voz dijo a la concurrencia:

-- ¡Muchas gracias damas y caballeros!, así es como se le rinde homenaje a los ilustres danzoneros. Gracias por contribuir a este honroso minuto de silencio, en honor de nuestro compañero Rafael Maldonado Torres.

Ahora les quiero pedir, para el desaparecido amigo que se nos ha adelantado en el camino, otro minuto, pero este será un minuto de calurosos aplausos. Los asistentes aplaudieron con entusiasmo durante ese breve lapso.

Lo acontecido en esa fecha fue memorable para los que acostumbramos visitar ese bello lugar. Recuerdo bien esos momentos. Compré mi boleto y entré al salón; quedé impresionado al mirar lo que nunca antes había visto: la pista de baile despejada y la gente de pie alrededor de ella.

La concurrencia elegante y distinguida, como todos los viernes, había acudido en demasía.

-- ¿Quién fue él, por qué hacen esto? -pregunté a la persona más cercana.

-- No sé, acabo de llegar, -me contestó.

Me quedé inmóvil unos instantes, esperando que la incógnita se disipara. ¿Cómo olvidar ese viernes, si además de lo que ocurrió en el salón fue la ocasión en que estrené mi traje color hueso con rayas café oscuro y camisa color vino, corbata marfil y zapatos blancos con sus bigoteras y talón marrón? Me sentía todo un “gentleman”, pues dos días antes, me habían hecho un discreto corte de pelo y además estrené una exquisita y fresca loción que me regalaron el día de mi cumpleaños. Debo decir que cuando los adoradores del Danzón acuden al salón para bailar, casi la mayoría trata de lucir sus mejores prendas, no porque vayan de “conquista”, no, lo hacen porque están convencidos de que el vestir con elegancia es parte del ritual danzonero.

Respetuoso, como todos los demás, me coloqué a la orilla de la pista para observar lo que ocurría. En ese instante, el hombre del micrófono dijo que las damas que estaban frente a la pista –ya se habían puesto en pie- eran la esposa y las dos hijas del difunto, y agregó: “Nuestro amigo y hermano murió como él quiso morir: bailando el sabroso ritmo del Danzón”. Una de las hijas del desaparecido danzonero, sostenía entre sus manos una pequeña urna de madera, color caoba; en ella -se comentó-, se guardaban las cenizas del difunto homenajeado. En forma breve, el animador contó la historia de cómo había ocurrido el fallecimiento: fue un asiduo visitante al salón de baile, siempre puntual hasta en época de lluvia, pulcro, elegante, caballeroso y alegre. Tenía noventa años, cuando bailaba con una conocida dama del salón; en su figura se notaba la emoción, el gusto y la alegría que inspira la melodía y el delicioso montuno. Así, disfrutando el ritmo de su preferencia, lo sorprendió el infarto de miocardio. 

Fue un hecho doloroso pues las damas lo admiraban; muchas de ellas, siempre estaban deseosas de danzar con ese amable caballero, y él con gusto enseñaba a quienes querían aprender a bailar el sabroso ritmo. Cuando ocurrió el infarto, se sintió obligado a detener el baile, puso su mano derecha sobre el bíceps del brazo izquierdo que mantenía estirado, luego con su rostro transformado en sufrimiento, llevó sus manos al pecho diciendo que ahí le dolía y se desplomó; la gente que vio la triste escena se alarmó de tal manera que clamaron ayuda para el enfermo; la danzonera dejó de tocar y por el micrófono se pidió asistencia. Por ventura se acercó un médico que se encontraba en el salón disfrutando del baile. Le dio los primeros auxilios y llamó a la ambulancia. Cuando se lo llevaron todavía respiraba, después llegó la triste noticia de que había muerto en el hospital.

A los ocho días de su fallecimiento, y en ese viernes en que acudí al salón, le rindieron el homenaje. Se dijo, entre otras cosas, que fue un bailador de muchísimos años, conocido por varias generaciones de danzoneros; sus amigos y otras personas se le acercaban para verlo bailar y aprenderle algunas figuras que eran de su invención. Siempre derechito, la sonrisa constante y amigable. Con la mirada al frente ejecutaba bellos paseos, envidiables floreos, columpios sencillos y con giros, rehiletes, pasos laterales y cruzados, tornillos, pivotes, amagues y remates de excelencia, aplaudidos por su inigualable precisión. 

Embelesaba a todo el mundo que lo veía, era un maestro bailando el Danzón cerrado, floreado y de fantasía. ¡Cómo no lo iban a recordar! De esos genios muy poco se dan en los bellos solares del Danzón.

Después del minuto de silencio y de los aplausos, la gente continuaba de pie alrededor de la pista, fue entonces cuando se anunció que una de las hijas, la que tenía la urna con las cenizas, bailaría el Danzón que el fallecido había ejecutado cuando lo sorprendió el infarto. Así, cuando la danzonera comenzó a interpretar “Mi vida por un danzón”, la hija, con la mano izquierda acercó la urna a su corazón y levantando levemente el brazo derecho, simulando un enlace danzonero, empezó a bailar con singular belleza; la gracia y la elegancia la acompañaban, su angelical sonrisa cautivó a la concurrencia; los aplausos sonoros, como el aletear simultáneo de mil palomas, se prolongaban al tiempo que inundaban el salón las sublimes notas que esparcían los metales ejecutados con destreza; no eran menos los alborozados compases que surgían de los timbales; todo se convirtió en un venero de inspiración que hizo que la atractiva dama se deslizara con encanto en el centro de la pista, bailando con elegancia y dejándose llevar por una pareja imaginaria, que era su respetable padre. Mientras la ovacionaban, algunas damas en forma discreta secaban las lágrimas que no pudieron contener, porque algunos danzoneros, con su enternecedor sentimiento de esteta, poseen el don de la sensibilidad y cualquier emoción, por pequeña que sea, extrae sentidas lágrimas de lo más profundo del corazón. Era bello lo que presenciábamos, un cuadro nunca visto que conmovió a todos; a unos los llenó de alegría y aplaudieron hasta el cansancio, otros como yo, nos sentíamos confundidos en nuestros sentimientos; nos invadió el regocijo, pero al mismo tiempo el deseo de llorar al mirar a una hermosa joven bailar con un cofre que contenía las cenizas de su padre. Fue un momento especial, una mezcla de congoja y alegría, en la que despuntó la ternura cuando vimos bailar a la dama, que mostró la gracia y el donaire que se pueden prodigar cuando se danza de manera magistral.

Cuando terminó de bailar, toda la concurrencia aplaudió efusivamente; algunas personas hicieron fila, pues querían platicar con ella, aunque fuera unos segundos, y en esa cercanía darle el pésame y felicitarla por lo bien que había bailado. También abrazaron y dieron condolencias a la señora mayor y a la otra hija. Después de esa ceremonia, el animador dijo que la muerte del amigo y compañero del baile fino había sido dolorosa, que todos sentíamos esa pérdida, pero que la alegría de vivir tenía que continuar y se invitó a la gente a bailar, a disfrutar de las beldades del Danzón. Después de unos instantes, el desbordamiento de danzoneros se apoderó de la pista, todos ellos decididos a gozar, en la mayor amplitud, el ritmo generoso que durante más de una centuria, había dado vida y placer a la gente de buen gusto.

La danzonera inició su tanda con encantadores Danzones, casi todos conocidos, pero motivadores y revitalizadores como los buenos tónicos; cierto que se interpretan con frecuencia, y eso es bueno, porque cada Danzón que se escucha se convierte en un antidepresor, ya que sus mágicas notas tienen el divino poder de transmutar la tristeza y el aburrimiento en alegría y bienestar.

Al concluir la tanda, hubo cambio de danzonera; los músicos que llegaron se tomaron unos minutos para acomodarse en sus lugares y colocar sus partituras en los atriles. En tanto eso ocurría, en una de las principales mesas del salón, estaban las tres damas, familiares del extinto; por el luto que guardaban y sus prendas negras, nadie se atrevía a invitarlas a bailar. Yo me paré frente a ellas, y miré sonriendo a la joven que había bailado con el cofre que contenía las cenizas del fallecido. Al mirar que me devolvió la sonrisa, me tomé el atrevimiento de invitarla a bailar; mi asombro fue grande cuando extendió su mano de suave piel y se levantó. Muy gentil me tomó del brazo pidiéndome que la llevara al centro de la pista, cerca de donde se colocan los bailadores más distinguidos. Yo estaba feliz porque tenía por pareja a una chica que sabía bailar muy bien y porque se iniciaba el turno de “La danzonera joven de México del ‘Chamaco’ Aguilar”. Este distinguido maestro y sus brillantes músicos son de los más queridos en el medio. Iniciamos el baile con el precioso Danzón “Angélica”, siguió “El fotógrafo de las estrellas” y luego “Almendra”. No recuerdo cuales fueron las otras melodías, pero al final de la tanda bailamos “Egipto heroico”, bella creación de Fermín Zárate, interpretada de manera genial por el inigualable conjunto que dirige el renombrado Alejandro Aguilar. Durante el desarrollo del baile, ella lució su atractiva belleza; en cada giro que daba, su cabellera negra y quebrada, que le llegaba hasta la mitad de la espalda, a veces rozaba mi rostro, dejándome el aroma de un fino y delicioso shampoo. En esas vueltas impregnadas de seducción, su vestido amplio se extendía levemente de tal forma que hacía lucir mejor su figura de diosa, esa figura que, con sus medias negras y sus zapatillas de charol, hacían suspirar a muchos de los ahí presentes. Cuando terminó la pieza, fueron tantos los aplausos que “El Chamaco” tuvo que tocar otra vez; fue entonces cuando interpretó el Danzón que le compuso a una gran personalidad del baile elegante: el comandante Jesús Terrón. El nombre del Danzón: “El incontenible Terrón”. Así fue la primera parte de la actuación del hombre de la trompeta y sus muchachos. Recuerdo bien que, en esa fecha, bailando con mi inigualable pareja, presumí mis mejores pasos, las elegantes figuras que aprendí en el taller de Danzón de la “Casa de la cultura” de Coyoacán, a cargo de los insignes maestros Freddy Salazar y María Eugenia Mosqueda, quienes me enseñaron a disfrutar la alegría que transmite la magia del Danzón.

Luego llegó un pequeño momento de receso en que tuve que llevar a la dama a su lugar, en el corto trayecto le dije que bailaba de una manera encantadora. Sonrió en agradecimiento a mi observación. Al llegar a su mesa me presentó a su mamá y a su hermana, y me pidió que me sentara, detalle que nunca imaginé que ocurriera. Ahí, dirigiéndome a la señora, comenté que no me atrevía a pedir la pieza a la señorita por respeto al luto que guardaban, pues llegué a considerar que si lo hacía se iba a interpretar como una falta de respeto hacia ellas. La señora dijo que su esposo le había comentado que el día que él muriera, no deseaba ver en su familia caras tristes; que él ya había vivido muchos años, todos llenos de felicidad; que si deseaban guardarle luto lo hicieran, pero bailando Danzón, que ese era su anhelo, porque ese baile tan bello había sido su gran pasión y su larga vida, tan sana y placentera, no hubiera sido posible sin la práctica de ese sabroso ritmo. También comentó que la pretensión más grande que tenía el señor era la de morir bailando. Ahora nosotras –comentó la viuda-, estamos aquí enlutadas con nuestras ropas, pero con el corazón alegre, divirtiéndonos con el Danzón tal como él lo pidió. La joven con la que había bailado platicó que nunca había estado en ese salón de baile; que muchas veces había danzoneado con su papá, pero en otros lugares; que él le había enseñado la gracia de bailar ese ritmo, que la gallardía y el donaire que expresaba al danzar, pensaba que lo había heredado de su padre. Luego vio la hora en su reloj de pulso y dijo que era el momento en que debían retirarse; así que tomó su abrigo negro, el cofrecito con las cenizas y se levantaron comentando que lo más seguro era que ya las estuvieran esperando en la salida del salón. Se despidieron con amabilidad, pero antes de irse, dijeron que regresarían otro viernes, pues el lugar era atractivo y hechizante. Las acompañé hasta la puerta del salón y ahí, al despedirme de mano de la chica con quien había bailado, le pregunté su nombre. “Soy Cecilia Maldonado Ruiz”, --me dijo--, y luego se retiraron.

Su nombre lo memoricé bien, pues se trataba de una mujer atractiva y experta en el baile fino.

La fiesta del Danzón siguió, cuando hubo otro cambio de danzonera y los instrumentos musicales callaron unos minutos, fue el momento en que aproveché para estrechar la mano de mis amigos y grandes bailadores: Ernesto, Fernando, Jorge, Guillermo, Arturo, Roberto, Pepe “El Elegante”, Jesús Terrón y otros; entre ellos, estaba el distinguido Carlos, el galán del sombrero fino luciendo su exquisita rosa roja en la solapa de su saco. Esos instantes también los empleé para saludar a las divas del Danzón: Susana, Laura, Lupita, Adela, Mercedes, Teresa, Erandi y otras estrellas del firmamento danzonero. Carlos, comentó que deseaba morir igual que el homenajeado: danzoneando, bailando ese ritmo elegante que nunca pasa de moda. Otro de los conocidos bailadores, dirigiéndose a mí, dijo que nunca había visto a un danzonero bailar con una dama vestida de luto. Yo le dije que me sentía orgulloso porque estaba seguro de que había sido el primero en hacerlo, al menos en ese conocido salón de baile.

Al regresar a casa, era casi la media noche, me esperaba mi madre de 75 años de edad, mi linda viejecita, que en su juventud había sido rumbera y gracia a ella aprendí a bailar varios ritmos. Como casi todas las madres abnegadas y preocupadas por sus hijos, sólo esperaba que yo llegara para dormirse. En ese instante no pude platicarle lo que había vivido esa noche en el salón de baile. Mi adorada madre, siempre había sido mi confidente, y a nadie más le contaba con detalles mis experiencias sentimentales. Nací siendo ella soltera, por tanto, llevo sus dos apellidos; fui su único hijo, y para regocijo mío, el consentido.

Me fui a la cama con el corazón emocionado, en mi mente febril sólo había espacio para albergar la imagen encantadora de Cecilia; su gracia, su belleza y su elegancia en el bailar, estaban excitando en mí una extraña pasión que maniataba mi pensamiento para que no se ocupara de nada, excepto de ella.

No sé si me estaba enamorando, pero lo cierto es que esa angelical mujer me había cautivado; sólo pensaba en el día afortunado en que mis ojos pudieran volver a verla. La ilusión y el desvarío me robaban las horas destinadas al sueño y al descanso. Morfeo no tuvo la fuerza suficiente para vencerme; en mi lecho mi ser fantaseaba y férvido cavilé como pocas veces; así me sorprendió el nuevo día. 

Desvelado, sonriente y entusiasmado platiqué a mi madre que había conocido una mujer muy hermosa y que Cupido me había lanzado la flecha del amor. Comenté también lo de la ceremonia, las cenizas y lo narrado acerca del difunto. Me preguntó el nombre del homenajeado, y cuando le dije que era Rafael Maldonado Torres, ella cerró sus cansados y añejos ojos, enmudeció por unos instantes y luego noté cómo su pensamiento se transportaba a un pasado quizás de felicidad; me abrazó con la ternura de madre y padre que siempre encontré en ella, después con voz entrecortada me dijo en tono amoroso: “Hijo, ese señor que dices admiraban tanto en el salón de baile, era tu padre; después de que naciste no lo volví a ver nunca porque tus abuelos no lo aceptaron como mi pareja; y la bella dama con quien dices bailaste divinamente, puedo decir con seguridad que es tu hermana”.

LAS MUESTRAS NACIONALES Y YO

 Por Leonado Rosen “El Brujo del Danzón”

Extracto del Boletín Danzón Club No. 170 (Abril, 2024)

Yo bailé por mucho tiempo el ritmo "latino" ("afrocubano") en los salones latinos de Nueva York, y recuerdo haber visto bailar danzón al estilo cubano. Tiempo después de radicarme en San Miguel de Allende, GTO hace más de 27 años me di cuenta que aprender a bailar danzón al estilo académico de este país no era tan difícil. Yo complementaba las clases que tomaba de profesores de la CDMX con viajes frecuentes al puerto de Veracruz para observar y bailar el danzón en su "mero mole". Una amiga (QEPD) me dijo, "Leonardo, debes enseñar el danzón en San Miguel de Allende.", le contesté que yo no me consideraba bastante capacitado para hacerlo. Entonces, ella me dijo que no había ninguna otra persona en esa ciudad para hacerlo y, llegué a la conclusión de que mi amiga tenía razón y decidí a intentarlo. Por la gracia de Dios, funcionó.

Forjé una amistad con el grupo de danzón en una ciudad grande y cercana. Llevé a mis alumnos con la única finalidad de que observaran todavía no era el momento de que participaran en una Muestra Nacional

Siendo neófito en esto, me impresionó mucho ver a los grupos con sus vestuarios bailando sus rutinas con la Danzonera de Felipe Urbán, "El Príncipe del Danzón", quien aún vivía en aquel entonces. Algo que me agrado fue de que los danzoneros de esa ciudad nos trataron con cortesía y amistad, y aún conservamos una muy buena relación.

En el año 2009, recuerdo bien que, dos hombres llegaron a San Miguel de Allende para pedir mi ayuda a fin de anunciar su primera muestra nacional en una ciudad más grande cercana a San miguel de Allende. Uno de ellos era de la CDMX y tenía algo de experiencia en producir eventos de danzón, el otro era del de esta región y fue su primer intento a producir una Muestra Nacional. Me sentía honrado por sus atenciones y les ayudé a difundir su publicidad en San Miguel de Allende, además, nos dio a mi grupo y a mí, la oportunidad de participar en una Muestra Nacional. Formé una amistad basada en el respeto mutuo con el señor de la CDMX y le expliqué que sólo teníamos tres parejas capacitadas en nuestro nuevo grupo para montar una coreografía, y dijo que no había ningún problema.

En esa muestra, nuestra primera, montamos una coreografía sobre el danzón, "Aniversario", con Felipe Urbán y su Danzonera. Varios danzoneros veteranos de otros grupos nos dieron comentarios favorables, y nos sentimos felices, desde luego, asistimos al baile de gala esa noche. Así fue nuestro estreno en el ámbito nacional del danzón mexicano y, por supuesto, determinamos prepararnos para otras Muestras Nacionales en las cuales con mucho gusto participamos.

No describo las otras muestras, sino brinco un año, y en esta misma muestra nacional fue nuestra segunda participación grupal, pero, había un cambio sustancial, el señor local había traicionado a su socio de la CDMX, haciéndose él, el único promotor del evento, sin embargo, mi grupo quería participar, y yo accedí. Compuse una coreografía un poquito más elaborada. Tristemente, otra vez sólo teníamos a tres parejas capaces de hacer lo necesario. Fue un momento muy desagradable cuando nuestro único promotor nos informó que la convocatoria requería de 5 a 11 parejas para actuar, y nos negó nuestra participación. No había alternativa sino aceptar el fallo de este hombre presumido y prepotente. Nos juntamos con el público para observar la muestra. A nuestra consternación, ¡vimos a algunos grupos que actuaron con menos de 5 parejas! Hasta la fecha, no sé porque este promotor quería castigarnos, tal vez se debió a mi amistad con el socio a quien había traicionado. Desde entonces, este hombre trató de tomar control del danzón en este estado, por ejemplo, formando una compañía de baile de danzón de "todas estrellas" de diferentes ciudades, todas escogidas por él, por supuesto. No bailaban mejor que los otros, pero eran sus incondicionales.

Así fue mi entrada en el ámbito de las muestras nacionales. Con más experiencia, me daba cuenta de que la mayoría de los grupos en las muestras bailaban los mismos pasos en cualquier danzón, no distinguiendo entre los temas de título, ni las diferentes melodías. Yo intenté hacer una coreografía diferente, siguiendo los distintos temas y melodías de los danzones. ¿Qué pasó? Me plagiaron, me criticaron por insultar la “dignidad” del danzón, quizá por no entender mis temas. Además, un evento de Muestra Nacional con más de 30 grupos haciendo lo mismo es demasiado aburrido. Hace varios años, una orquesta danzonera muy destacada tocó 62 danzones en una sola presentación de "Muestra Nacional." ¡Ay, Dios mío!

En mi artículo anterior, escribí mis recomendaciones para mejorar esas Muestras Nacionales, y no las no las quiero repetir en este escrito. Estoy seguro que comprenderán por qué no menciono nombres y lugares, aunque sí creo en la preservación del danzón como auténtico baile social, pero, el fenómeno de la Muestra Nacional permanecerá más años con nosotros por dos razones: es una parte importante de la vida social de sus participantes, los promotores y proveedores de servicios en estos eventos llevándose buenas ganancias. La ironía es que estas Muestras Nacionales desempeñan un papel importante y en parte han evitado la extinción del danzón en México.

Estimados lectores, le deseo a ustedes y a sus seres queridos Felices Pascuas con muchas bendiciones.

ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL TÉRMINO DANZÓN Décima primera parte

 Por Dr. Jorge de León Rivera, Cronista del danzón

Extracto del Boletín Danzón Club No. 170 (Abril, 2024)

El Danzón y la Música Académica Mexicana

Intermezzo, interpretado por Carlos Campos, teniendo como base la obra del mismo nombre de Manuel M. Ponce, compositor y director de la Orquesta Sinfónica Nacional.

Sobre las olas y arreglo de Felipe Urban al muy famoso vals de Juventino Rosas inspirado en los manantiales de Magdalena Contreras.

Flores de Romana, también instrumentado por Felipe Urban, autoría del compositor arriba mencionado.

Es indiscutible que las danzas polacas influyeron en Chopin, las húngaras en Brahms, las marchas eslavas en Tchaikovsky, y el folclor negro del sur de Estados Unidos en Gershwin, el danzón ha permeado en la música académica:

Bernstein Leonard. Danzón Variation III de la parte VI, three dance del ballet Fancy Free compuesto en 1944, en el cual este pianista y director de orquesta estadounidense describe el comportamiento de tres marineros.

Copland Aaron, escrita para dos pianos en 1942, no buscaba ser una réplica del popular género, sino sólo, una impresión de un turista americano.

Jesús Arturo Márquez Navarro, compositor mexicano mejor conocido como Arturo Márquez, galardonado en el año 2009, con el Premio Nacional de Bellas Artes, quien hasta hoy ha compuesto nueve danzones, de los cuales el Danzón No. 2, se ha vuelto tan popular, que junto con el Huapango de Moncayo, forma parte del elenco de la mayoría de las orquestas sinfónicas, durante la pandemia intérpretes de todo el mundo dirigidos por Alondra de La Parra, se unieron a la distancia para interpretarlo con la llamada Orquesta Imposible.

Danzón, Márquez, nació en Álamos, Sonora, en 1950, fue escrito para saxofón, y es parte de lo que el autor tituló Música para Mandinga, con instrumentos como computadora, teclado sampler, Proteus 1 y 2, y Korg M3, reconoce el compositor que este danzón inicialmente no era tal, y terminado lo denominó así, y se inspiró en un viejo saxofonista anónimo, que acostumbraba tocar en los mercados de la Ciudad de México.

Danzón número 2, destaca dualidades como la nostalgia y el júbilo, es el más popular de la producción de Arturo. Debe destacarse que Alicia López y Miguel Ángel Vázquez de la Academia de Baile Tezozómoc, le crearon una coreografía.

Continuará…

INSCRIPCION A LA ASOCIACION MEXICANA DE DANZONERO

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