DE CABARETS Y DANZÓN EN LA CIUDAD DE MÉXICO
“Afuera hace viento, pero adentro hace tanto calor que todas las noches tenemos una batalla para evitar que las chicas se quiten toda la ropa. Así que no te vayas, ¿quién sabe? ¡Esta noche podríamos perder la batalla!”
Maestro de Ceremonias.
Por Luis Pérez “Simpson”
Extracto del Boletín Danzón Club No. 188 (Octubre, 2025)
La relación “Cabaret y Danzón” es un tema “tabú” en la mente de muchos “esnobistas” aficionados al danzón, quienes a toda costa han procurado borrar de la Historia esa bella época donde el danzón se escuchaba y se bailaba sabroso y candente en los cabarets de la Ciudad de México.
Cuantos artistas, escritores, poetas, músicos, pintores, cineastas se han inspirado en sus frecuentes visitas a estos antros, mismos que tienen su historia además de un gran valor cultural y sociológico.
No es por demás recordarles que, gracias a estos “recintos de placer”, el danzón tuvo un espacio para sobrevivir varias décadas. Obviamente en estos cabarets, no se bailaba el danzón como se estila ahora con “pasitos numerados” lleno de “florituras”, por el contrario, se bailaba con los pasos más simples (no era necesario asistir a una academia de baile), sin complicaciones, eso sí, bien pegadito, recuerden que el danzón en su esencia es un baile de salón (no de teatro), sensual, alcahuete y “anti chaperonas”.
Históricamente, el antecedente de los cabarets y salones de baile en la Ciudad de México lo encontramos en la Carpa, que en un principio se llamaban “Carpas de Teatro Popular” que en su concepto, era el “Teatro Cómico” donde se ofrecía a los espectadores capsulas de humor, sátira política, burlas, música en vivo, prácticamente era “El Teatro de Revista” importado de Francia. Estas carpas se convirtieron en el “periódico de los pobres”, en espacios de resistencia donde se realizaba crítica política a los sucesos importantes sirviendo como medio de información y educación política al “populacho” que en su mayoría era analfabeta. También, eran muy frecuentes las ingeniosas “parodias” a las producciones musicales del Teatro de Revista que se desarrollaban en los elegantes teatros del centro de la ciudad.
Con el rápido crecimiento urbano, estas carpas fuero desapareciendo dando lugar a inmuebles construidos o adaptados, sobre todo en el centro de la Ciudad de México a los que se llamaron “Cabarets”, inspirados en el modelo del “Café-Concert” francés, nacido durante la Revolución Francesa. Los cabarets de esta “Ciudad de los Palacios” tuvieron su “época de oro” definida en un periodo que va desde los comienzos de los años treinta, hasta fines de los años cincuenta del siglo XX, periodo donde proliferaron estos inmuebles sin ninguna restricción oficial para su funcionamiento y con largos horarios de trabajo. Cabe mencionar que afortunadamente había cabarets para todos los bolsillos es decir existían los de primera categoría y los de segunda clase llamados “cabaretuchos”, que eran los recintos donde más se escuchaba y se bailaba danzón.

Sin lugar a dudas los cabarets jugaron un papel fundamental en la vida nocturna capitalina ofreciendo espectáculos de música, baile, teatro, donde hasta políticos, artistas e intelectuales compraban “fichas” y tomaban bebidas alcohólicas sin ningún prejuicio dentro de aquellos “salones de placer”. Una ficha era el pase directo al “paraíso”, baile, roce y copas. De aquí viene esto de “las ficheras” y, fichar era ese “indecente encanto” para disfrutar la compañía de una buena bailarina y oyente, actividad que no era mal vista, sino, algo completamente natural. Las ficheras eran los principales “ganchos” para atraer a los clientes y se decía: “Definitivamente las ficheras proporcionan el único atractivo para que los hombres vayan a estos centros”, algunos tenían letreros en su interior diciendo: “Vaso de cerveza, quince centavos, con señoras (“ficheras”), veinte centavos.”. Y, ¿cuál creen que era el ritmo más socorrido para bailar con una de estas “damitas del talón”?, pues, nada menos que el danzón que se estilaba bailarlo pegadito, “de cachetito”, “mordiendo orejita” y otras expresiones más atrevidas que obviamente omito escribirlas. También hay que decir que el bolero tropical era muy aceptado para estos menesteres. Imposible negar que en estos antros asistían personajes como las indispensables ficheras, prostitutas, los padrotes, dueños de cabarets, delincuentes, pero, también gente que solo iba a divertirse, bailando conversando y tomándose unas copitas con las damitas y ver las variedades.

De gran lista de cabarets en la Ciudad de México, solo mencionaré algunos:
El Tívoli (inaugurado en 1946), Barba Azul (inaugurado en 1950), El Burro (inaugurado en 1954), El Cabaret Patria, El Bombay (Inició como La Niña y cambió de nombre varias veces hasta convertirse en el Club Bombay en 1952), El México (Salón México inaugurado en 1920), El Leda, El Mazao, Rio Loza, Club de los Artistas, Monte Carlo, La Playa, Los Parranderos, El Nereidas, La Alegría El Waikikí.
Quizá muchos se sorprenderán que en esta breve lista de cabarets aparece “El México” o, “Salón México”, pues sí, este salón icono del danzón, inició con la denominación de cabaret y, según Don Jesús Flores y Escalante, y en base a una investigación nos dice que este emblemático Salón de Baile se anunciaba de esta forma: “Cabaret Salón México, las mejores bebidas y muchísima cerveza”. No debe de extrañarnos ese título, ya que justamente estaba ubicado en una zona donde abundaban los cabarets, “casas de citas”, y Hoteles de paso” en la popular colonia Guerrero.
Para los incrédulos, un anuncio del Cabaret México. Cortesía del Dr Jorge de León R.
De los cabarets mencionados y los que restan ya prácticamente no queda ninguno, existe la idea de que esto se debió al regente de hierro, Ernesto p. Uruchurtu quien emitió una ley para reducir el horario de estos antros, pero la más probable causa de su desaparición fue la modernidad que brindaba nuevas opciones de diversión, aparte de que la ciudad se volvió más insegura en altas horas de la noche.
Ahora le toca el turno al Cine Mexicano que construye a su manera una imagen de la Ciudad de México que refleja fielmente la realidad de su vida nocturna.
Afortunadamente existe un vasto acervo cinematográfico, mismo que es una rica fuente testimonial.
Ahora bien, desde la película “Santa” (1931 considerada la primera película sonora del cine mexicano), hasta la cinta “Los Vuelcos del Corazón” (1996), tenemos un aproximado de 320 películas donde se hace presente el danzón por lo general donde aparecen escenas de gente bailando este candente ritmo en diversos escenarios, la gran mayoría de ellas fueron filmadas en esos llamados “cabaretuchos de Rompe y Rasga” y otras en cabarets de primera categoría. También, en este listado, hay algunas películas donde solo se llega a escuchar danzón.
En la lista de cabarets, destaqué el legendario cabaret Leda que aparece en la película “La Mancha de Sangre”, filmada en 1937, película que contiene la mayor cantidad de escenas de gente bailando danzón en cabaret. Cabe destacar que en la película le cambian el nombre de Leda por “La Mancha de Sangre”.
“La mancha de Sangre”, en primer plano Carmen “Prostituta” (Stella Inda) y Gastón, “El Padrote” (Heriberto G. Batemberg)
Y pensar que todo este rico acervo cinematográfico y testimonial, lo han tratado de desaparecer de la memoria histórica esos “esnobistas danzoneros monta-rutinas” ya que según parece, las escenas de danzón en cabarets atenta “moralmente” a su delicado y sutil formato dancístico de enseñanza y, peor aún, algunos de ellos, han incluso “satanizado” a los directores de estas películas, argumentando que “El danzón es Cultura”, y les pregunto, ¿acaso los cabarets no son cultura?, caray, hasta donde llega la ignorancia y sobre todo “el fanatismo danzonero” de estos “individuos”. Si se pudiera medir el “grado de cultura”, definitivamente los cabarets superan por mucho al danzón.
Ahora tristemente podemos constatar que el cine mexicano ya ni se ocupa del danzón.
A propósito de “cabarets y danzón”, me viene a la mente un poema titulado “A estas horas, aquí” del gran poeta chiapaneco Jaime Sabines, del cual les presento este bello extracto: “Habría que bailar ese danzón que tocan en el cabaret de abajo, dejar mi cuarto encerrado y bajar a bailar entre borrachos. Uno es un tonto en una cama acostado, sin mujer, aburrido, pensando, sólo pensando”.
Ahora, pasemos a un interesante capitulo histórico sobre la composición musical en el danzón, mencionando que el llamado “danzón de danzones”, Nereidas, máxima expresión del danzón mexicano, cuyo autor el músico oaxaqueño Amador Pérez Torres, alias “Dimas”, fue compuesto a principios de los años treinta del siglo XX, ¡ojo!, justamente para la inauguración del “Cabaret Nereidas” por encargo del dueño de este antro, Don Daniel Sidney. Estimados aficionados al danzón, cuando bailen este soberbio danzón, recuerden que están disfrutando ni más ni menos que del más cabaretero de todos los danzones, mismo que nació con la pureza y fuerza de un danzón, no como adaptación de “boleritos” o de otros géneros musicales que tanto estilan los “nuevos compositores y arreglistas de danzón en México”.
¿Te puedes ahora indignar sobre lo cabaretero del danzón?
Lamentablemente con esto del “nuevo estilo de bailar el danzón escolarizado”, (caracterizado por la inclusión de pasitos importados de otros ritmos, empezando con su paso base, “el cuadrito”, así como, de ridículas ocurrencias como las “entradas”, “remates”, rutinas teatrales etc.), le han quitado al danzón su mágico sello de, sensual, “cachondo”, cabaretero, arrabalero e incluso también prostibulario, confeccionándole “metafóricamente” un “elitista y rimbombante” Vestido de Quinceañera”.
Bibliografía:
Waikiki tesis por Carlos Medina Caracheo. UNAM.
DE CUBA CON AMOR...EL DANZÓN EN MÉXICO, Simón Jara Gámez, Aurelio Rodríguez y Antonio Zedillo castillo.
La société mexicaine au miroir du cinema. Journals.Openedition.